El principal problema que conlleva en febrero de 2008 enfrentarse ¡por fin! al visionado de “No es país para viejos” en una sala de cine es que el espectador con gusto por la información cinéfila y cultural ya ha descontado todo lo bueno de la misma.
La película de los hermanos Coen se hizo visible, por primera vez, en el Festival de Cannes de 2007. Y el Festival de Cannes se celebra en el mes de mayo. Por tanto, han pasado ya casi nueve meses desde que se estrenara en el circuito internacional. Ya por entonces comenzaron las loas hacia la película, hacia Bardem y el resto de intérpretes, hacia la ajustada dirección de los Coen, etcétera.
Y, a medida que se acercaba el final del año pasado y el comienzo de 2008, comenzó el carrusel de premios, con Javier Bardem convertido en imán de galardones y reconocimientos, con el colofón del BAFTA británico, el Globo de Oro y la nominación al Óscar. Así, no es de extrañar que, cuando el viernes pasado ¡por fin! terminamos de ver la película, una señora que estaba en la fila de atrás de la nuestra, dijera que Bardem no estaba mal, pero que le había visto mucho mejor en otras películas, con interpretaciones más llenas de matices y registros.
Porque era cierto que los Coen describen magníficamente ese territorio fronterizo entre EE.UU. y México, que sigue siendo el espacio idóneo para un western contemporáneo. Es verdad que el universo de McCarthy está perfectamente reflejado en pantalla y que los autores están soberbios. Pero, dándolo todo ello por sabido, cuando comienzan a desfilar los títulos de crédito en pantalla, es inevitable que te pellizque una cierta sensación de “Vale. Está muy bien la película, pero tampoco era para tanto”.
Valoración: *** Lo mejor: Chigurh/Bardem (y seguimos engordando la bola de nieve) y la atmósfera con que los Coen impregnan cada uno de sus fotogramas.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros. |