Hace unas semanas, escribiendo sobre la desvestidura, les decía que no son de recibo los plazos manejados, más propios de los tiempos de la diligencia que de los del AVE, con o sin variante de Loja. Que nada más escrutados los votos, los congresistas electos tendrían que encerrarse en el Parlamento y no salir de allí hasta tener un acuerdo de gobierno.
Estamos a las puertas de agosto, Pedro Sánchez ha fracasado estrepitosamente y un runrún corre como la pólvora entre la gente. ¿Vacaciones? ¿Qué vacaciones ni qué ocho cuartos? El juez Calatayud lo ha escrito en un post de su blog que se ha hecho viral a través de ‘güasap’: dado su fracaso escolar y el suspenso cosechado, nuestros políticos deberían pasarse agosto ‘encerraícos’ en la Carrera de San Jerónimo, “a base de pinchos de tortillas y cafés” y pensando que “habrá millones de españoles trabajando al sol para pagarles a ellos el aire acondicionado y que estén fresquitos”.
Soy un firme defensor de las vacaciones. Las considero imprescindibles como derecho adquirido por la clase trabajadora y, también, como herramienta empresarial: el reseteo mental, corporal y espiritual que proporcionan las vacaciones contribuye a la mejora de la productividad y la creatividad de las personas.
Hay gente que, incluso en fines de semana y vacaciones, sólo muestra en sus redes actitudes esforzadas y sufrientes, criticando que el común de los mortales nos dejemos ver tomando una caña, comiendo unos calamares o espatarrados al sol, leyendo junto al mar.
Sin embargo, por decoro, sería deseable que nuestros políticos no hagan ostentación de sus vacaciones el próximo agosto. Que eviten sus posados en playas exclusivas de improbable acceso público o en las piscinas de sus casoplones. Sobrarán, incluso, las cínicas imágenes cosechando cereal o conduciendo tractores, sean amarillos o de cualquier otro color.
Efectivamente, nuestros diputados han suspendido el curso y les ha quedado la investidura para septiembre. Deberían pasarse el mes de agosto repasando Negociación, su gran asignatura pendiente, y dejando para la intimidad la pose poniendo morritos mientras se beben unos mojitos.
Jesús Lens