BIENVENIDOS AL HAY FESTIVAL
Hoy comienzan las actividades del Hay Festival, en su edición granadina, una cita que llenará la Alhambra y sus alrededores de diálogos, charlas y conversaciones. Una cita que ha levantado una notable expectación, tras el éxito cosechado en su versión original galesa así como en las ediciones segoviana y colombiana del mismo.
A lo largo de los próximos días, personalidades como Umberto Eco, Jon Lee Anderson, Boris Spassky, Paul Preston, Juan Goytisolo, Fadia Faquir o Radwa Ashour utilizarán la palabra como instrumento para el intercambio de opiniones y pareceres y para la generación de ideas, de forma que el mundo nos resulte un poco más cercano y más comprensible.
La nómina de invitados a participar en el Hay Festival granadino es tan extensa como completa y poliédrica. Personalmente, además de escuchar a los popes consagrados, me encantaría asistir a la charla con Najat El Hachmi, cuya novela “El último patriarca”, galardonada con el premio Ramón Llul de las Letras Catalanas, promete dar que hablar, no en vano toca el tema de la inmigración desde un punto de vista muy personal.
Las dudas que suscita el Hay Festival, más allá de las temáticas elegidas para las charlas y coloquios, vienen dadas por dos cuestiones de orden práctico. La primera: ¿estará dispuesta la gente a pagar por asistir a estos diálogos? En Granada, el paraíso de la tapa obligatoria y gratuita, capital de la concurrencia de variados y variopintos actos culturales diarios, el gratis total está bien interiorizado entre la ciudadanía, oriunda y de adopción. Aún así, parece que el ritmo de venta de entradas es bueno y que habrá llenos clamorosos en varias de las citas.
El segundo problema, de carácter logístico, apela a la pereza que podría embargar a los potenciales escuchadores de las tertulias, a la hora de desplazarse hasta la Alhambra y sus aledaños. ¿Cómo funcionará el transporte público? ¿Cómo andará de plazas el párking?
Además, el Hay Festival tendrá que luchar contra ese ombliguismo militante, empobrecedor y reduccionista, que entiende que la organización del Festival ha ninguneado a los creadores y artistas de la tierra y, especialmente, a la Universidad de Granada, al traer a un buen número de ponentes foráneos y apenas dar cancha a los pensadores locales.
Es curioso y llamativo que, cada vez que se organiza en Granada algún evento cultural con amplitud de miras y vocación de largo alcance, aparezcan voces críticas que echan de menos un carácter más local e introspectivo del mismo. ¡Qué empeño, el de que sean siempre todos y los mismos, los encargados de disertar, hablar, actuar e interpretar en Granada!
Podíamos leer ayer martes, en las páginas de Opinión de este periódico, un artículo en que se criticaba el hecho de que, para hablar de Ayala, vengan personalidades distintas a las que participaron en el primer congreso y homenaje que se tributó en Granada al centenario escritor. ¿Por qué se supone que eso es negativo y criticable? ¿Qué tiene de malo que voces distintas a las habituales expresen sus puntos de vista sobre la obra del escritor? El sentimiento patrimonialista de la cultura granadina siempre me ha resultado incomprensible. Como si fuese necesario tener una patente de corso, una licencia exclusivista para hablar de según qué temas.
Y resulta especialmente llamativo este tipo de críticas cuando en este Hay Festival van a participar algunos de los más reputados y señeros intelectuales y artistas granadinos y otras personalidades afincadas en nuestra ciudad, de Luis García Montero y Jerónimo Paez a Enrique Morente, Chris Stewart o un conjunto de poetas entre quienes se encuentran Daniel Rodríguez Moya o Fernando Valverde.
Comienza hoy, por tanto, un Festival distinto y a contracorriente. Un Festival que apuesta por la calidad de contenidos y que, a través de los diálogos y la confrontación de puntos de vista diferentes, aboga por erradicar ese pensamiento único, tan propio de los monólogos unidireccionales a que, por desgracia, estamos acostumbrados.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.
PD.- Entrevista con Peter Florence, responsable del certamen.
MI PERFIL ¡POR UN PELO!
En realidad, diga lo que diga la sección ad hoc de esta Bitácora, éste es mi verdadero perfil (al menos, lo era en Senegal)
Y por un pelo, estuvo a punto de fastidiarse.
Fotos (y photoshop): Panchy & Pepe.
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MERCURIO NEGRO
Con artículos de Justo Navarro, sobre las claves de la nueva novela angloamericana, un trabajo sobre Donna Leon escrito por Juan Carlos Rodríguez y unas eufóricas notas del librero comisario Paco Camarasa; el dossier también cuenta con reportajes sobre Petra Delicado, sobre la evolución de la figura del detective privado en la novela negra y con un íntimo y sentido repaso de Francisco González Ledesma por las calles de Barcelona.
Un interesante fresco sobre lo que se cuece en ámbitos negro-criminales.
EL número 100 de Mercurio está dedicado a Ana María Matute, pero quizá todavía esté en los expositores éste 99, bien negro, bien criminal.
No dejen de hacerse con él. En librerías. Gratis total.
Jesús Lens.
LOS BIKINIS COMO AGENTES DEMOCRATIZADORES
Una vez escribí que, en nuestro proceso de consolidación democrática, las turistas suecas semidesnudas tuvieron mucha más importancia que las hazañas de tanto y tanto jovenzuelo, corriendo delante de los grises y reuniéndose en interminables asambleas en que se discutía sobre el ser y la nada.
Reconociendo un cierto tono provocativo en la aseveración, estaba auténticamente convencido sobre el fondo de la misma. La normalidad democrática significa aceptar a los otros como son, perder el miedo al cuerpo y admitir al que es diferente. La normalidad democrática supone ser de izquierdas y hablar con los de derechas. Y viceversa. Y, en todo ello, el turismo jugó un papel determinante en una España mojigata, pacata y absolutamente conservadora.
Hace unos meses, Alfonso Guerra “ofreció una lectura desmitificadora de aquel tiempo (la transición) del que fue protagonista, sin que ello resultara contradictorio con sostener que «fue una gesta de la que sentirse orgulloso».
Así, afirmó que «las primeras turistas que llegaron con bikini ayudaron más a la Transición que muchos discurso políticos». No fue una afirmación frívola, sino argumentada en el hecho de que el turismo y la emigración -había entonces casi tres millones de españoles en el extranjero- fueron fenómenos que coadyuvaron poderosamente a «la revolución cultural» que germinó en la sociedad y actuó como palanca del cambio político.”
Uno, que siempre ha admirado a Alfonso Guerra, aunque en su momento fuera políticamente incorrecto decirlo, se alegra especialmente por esta interpretación suya de la Transición, máxime porque la vivió en primera persona. Que eso era lo que me decían muchos críticos: que hablaba de cosas que no conocía, por no haberlas presenciado en vivo y en directo.
Pues mira. Ahí está Alfonso, defendiendo la democracia del bikini.
Y, por eso, sigo manteniendo que pocas cosas más útiles para luchar contra el integrismo religioso que viajar a las zonas del mundo en que éstos proliferan y lucir, con orgullo, una cabellera rubia, un piercing en la ceja, unos abdominales morenos o unas pantorrillas al aire.
No se trata de faltar al respeto a nadie. Ni mucho menos. Se trata de mostrar una actitud personal libre. En algunos momentos puede resultar duro y hasta violento. Como cuando aquel juez le decía a su hijo que le tirara piedras a las dos chicas que tomaban el sol, haciendo top less, en una playa española, antes de llamar a las autoridades para que las arrestaran, por exhibición impúdica. Eso pasaba en España no hace muchos años. No lo olvidemos.
Así que, muchas gracias a Alfonso Guerra por, de una forma tan sencilla y tan clara, explicar cómo la sociología del cuerpo tiene tanta o más importancia que las sociologías ideológicas, filosóficas y económicas.
Una lección memorable.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.