Granada, capital del cómic

No sé cómo tendrán la agenda de cara a este fin de semana, pero les recomiendo que mañana sábado se reserven algo de tiempo para salir de librerías y comprar tebeos, que es el Día del Cómic.

Alicientes no van a faltar, desde luego. En Picasso Cómics, por la mañana, estará firmando Gabriel Hernández Walta, uno de los grandes genios del cómic mundial, ganador del prestigioso Premio Eisner, el más importante del mundo. Y por la tarde lo harán Xian Nu Studio y Antonio Horno, referencias imprescindibles del anime. Además, el simpar Francis Porcel estará en Cómic Store, pinceles en ristre, a las doce. 

Poco se habla de Granada como superpotencia mundial del cómic. Ni que decir tiene, eso nunca se valora en los rankings de las ciudades culturalmente más activas y potentes de España. En gran parte es culpa nuestra, ojo, que no sabemos aprovechar el lujazo, el auténtico privilegio que supone para nuestra provincia contar con una pléyade de dibujantes talentosos, famosos y venerados en el mundo entero.

Una galería de arte que se especializara en cómic podría estar tres, cuatro o cinco años exponiendo el trabajo de los artistas granadinos sin necesidad de repetir. Y hablamos de dibujantes que compiten en Champions League, nada de medianías, y cuya obra original se cotiza a precios altísimos en el mercado mundial. 

Hace unas semanas leía ‘Oficio de dibujante’, una no-novela no-gráfica, reeditada por Astiberri, en la que José Luis Munuera repasa su trayectoria, habla de arte y creatividad y da consejos prácticos a los amantes del dibujo. Su lectura es una gozada y el autor, huyendo de cualquier tipo de arrogancia, se muestra tal y como es: una genial máquina de trabajar que combina talento, inteligencia, desparpajo, osadía y trabajo. Mucho y esforzado trabajo.

Lo tengo muy escrito. De todas las etiquetas que nuestra ciudad se ha empeñado en coleccionar, ninguna estaría tan justificada como la de ‘Granada, capital del cómic’. Alguna vez alguien se caerá del guindo y se dará calamonazos contra la pared por el tiempo perdido y las oportunidades desaprovechadas. 

Jesús Lens

De hamburguesas y centros culturales

Durante la Copa del Rey de baloncesto, los 8000 espectadores del Palacio de Deportes teníamos poco más de una hora para tomar algo entre partido y partido. Nosotros fuimos a los bares del barrio que, sin estar pegados al recinto deportivo, no quedaban demasiado lejos. Bares en los que, con una cerveza, te ponían una hamburguesa completa de tapa, con sus patatas. Al volver, veíamos a la gente salir del Burger King, que estaba de bote en bote. ¿Qué tipo de negocio piensan ustedes que le sacó mayor rendimiento económico a la competición?

Me acordaba de ello al ver el anuncio de que la conocida cadena de hamburguesas abre un nuevo establecimiento en Reyes Católicos. Normal. El poderío es lo que tiene. Además, la céntrica calle granadina se apresta a estrenar otro establecimiento de comida rápida, en este caso, de alitas de pollo.

Me da penilla ver cómo se sigue serializando Granada, cada vez más clónica de otras ciudades igualmente intercambiables entre sí. Sé que es un proceso irreversible, peaje a pagar por el progreso y la gentrificación universal, pero me da penilla, qué quieren que les diga. 

Por supuesto, los dueños de los locales comerciales son libres de alquilarlos o venderlos a quien consideren oportuno. Incluso de dejarlos cerrados, años y años, a la espera de una oferta que satisfaga sus expectativas. Verbigracia, el local donde siempre estuvo una de las zapaterías granadinas de toda la vida. Será el signo de los tiempos, pero qué coraje da, permítanme que insista. 

Hay otros edificios del centro que, sin embargo, es inadmisible que sigan cerrados. Y peligroso. El Centro Cultural de Acera del Casino, por ejemplo. Sé y me consta que el Ayuntamiento está haciendo todo lo posible por volver a abrirlo tras la insensata y temeraria decisión del bipartito, Cs-PP, de quitarle la gestión a CajaGranada Fundación… para echarle el cierre. Y todo, por un ataque de cuernos, por una injustificable vendetta personal.

Hace unos días, los mismos concejales del PP que la cerraron sin necesidad alguna, se plantaron en la puerta de la emblemática sala de exposiciones para pedir su reapertura. Me parece un bochornoso ejercicio de cinismo político que, por alguna extraña razón, sigue sin tener consecuencias en Granada, donde todo se deja pasar como el que no quiere la cosa. 

Hay que abrir el Centro Cultural de Acera del Casino. Y hay que hacerlo ya, no sea que alguna otra exitosa franquicia de comida rápida le eche el ojo al local y haga una oferta que no se pueda rechazar. 

Jesús Lens

Ana Merino, hoy, en el Ateneo

Me gusta recibir los mensajes que comienzan con las palabras “Estimados y estimadas Ateneístas” que, desde comienzos de este año, entran en mi buzón de correo electrónico. Una agradable y cálida reunión con Jesús Ambel en la sede del Ateneo de Granada me animó a incorporarme a una institución cultural de un sólido prestigio y cuyo programa de actividades es extraordinario, como he tenido ocasión de comprobar estas semanas. 

Aunque he seguido a través de su canal de YouTube alguna de las charlas, esta tarde participaré de forma presencial, acompañando a Ana Merino en la presentación de ‘Amigo’, su novela más reciente, publicada por Destino, que conversará con Remedios Sánchez, amiga, columnista de IDEAL y directora del Festival Internacional de Poesía.

Ana todavía no lo sabe, pero hace muchos años que nos conocemos. Fue en una lejanísima Semana Negra de Gijón, el año de Fantagraphics. De hecho, espero que me firme su libro, ‘Creadores del canon’, que conservo como oro en paño. ¡Y el catálogo de otra exposición dedicada al cómic, esta más reciente: ‘Viñetas desbordadas’, con Max y nuestro Sergio García, en el Centro José Guerrero. Más que la mochila, esta tarde me tendré que llevar un carrito al Ateneo, que a menudo talentazo tendremos la ocasión de escuchar. 

Se lo contaba el lunes. Estos días, cuando seguir la actualidad era demasiado doloroso, me refugiaba en las páginas de ‘Amigo’, una novela que contiene varias historias entrelazadas y que salta en el tiempo para narrarnos muchas vidas y muy diferentes entre sí. 

No les cuento nada de los argumentos de ‘Amigo’. Vénganse hoy al Ateneo o, si no les cuadra, compren el libro. No es que merezca la pena. ¡Es que leerlo merece muy mucho la alegría! Permítanme que les deje un párrafo, soberbio. “Escucha infinitas voces en un mismo pálpito. Conversan desde el pasado de la historia, desde la intimidad secreta de cartas, poemas y confidencias; están con ella en este presente de risas y juegos infantiles; la acompañan con reflexiones silenciosas; la animan a seguir creyendo en el futuro. Todas suman, son la misma energía humana”. 

Es posible que haber empezado el año leyendo ‘Manhattan Transfer’ me haga especialmente sensible a la polifonía narrativa y a las historias cruzadas en las que Federico García Lorca y Joaquín Amigo conviven con Inés, Agapito, María y Sabino. Eso, y que ‘Amigo’ es una tremenda novela: no por casualidad, Ana Merino ganó el Premio Nadal en 2020. Un lujazo tenerla en el Ateneo de Granada.

Jesús Lens

Volver a ver ‘El Padrino’

Tenía 14 años la primera vez que oí hablar de ‘El Padrino’. Fue cruzando el Puente Romano, a la vuelta del instituto. Venía con un compañero de clase que había visto la segunda parte de la saga durante el fin de semana. Cuando le planteé que me dejara la cinta antes de devolverla al video-club para verla esa misma tarde, me dijo que no me iba a enterar de nada, que a él le había costado seguirla a pesar de haber visto el primer Padrino. 

Efectivamente, no entendí mucho de lo que pasaba, pero me impresionó sobremanera la balacera contra Michael Corleone cuando estaba en su dormitorio, con su mujer, donde entran sus hijos a jugar. Y las transiciones entre el presente y el pasado. Y Cuba. Y lo de Fredo. Y la procesión, Vito y Fanucci. Y la frase “si algo ha enseñado la historia es que se puede matar a cualquiera”. Y Hyman Roth. Y… 

Poco después vi el comienzo de la saga y me quedé prendado de ella por siempre jamás. Puedo recitar de memoria varios diálogos, incluido el monólogo inicial: “Creo en América. América hizo mi fortuna y he dado a mi hija una educación americana…”. Hasta llegar a la mítica sentencia: “La justicia nos la hará Don Corleone”. La cantidad de implicaciones que tiene ese monólogo, poniendo en solfa el mito de la tierra de la libertad y cuestionando la esencia del capitalismo, la integración y la igualdad de oportunidades. 

Este año se cumplen 50 años del estreno de ‘El Padrino’, obra maestra de un Francis Ford Coppola que, dos años después, se superó a sí mismo con la mítica ‘El Padrino II’. Y ojo a la grandeza de ‘El Padrino III’, otra joya del cine cada vez más valorada y reivindicada, con justicia.

A lo largo de los años, son decenas y decenas los momentos en los que mi vida se ha entreverado de la saga de los Corleone. Una vez, en Madrid, como ‘calentamiento’ para al estreno de la tercera parte, nos encontramos con que proyectaban las dos primeras cintas en los cines Renoir, en VOS. ¡Qué maratón más fantástico hicimos Jorge, Curro y yo, con tiempo para tomar una birra y una ración de lacón entrambas! O el subidón al encontrar la máscara mortuoria de Michael Corleone en un museo de Nueva York. O los pósters, las colecciones de fotografías, las bandas sonoras, el facsímil del guion original, el Bar Vitelli, los arancini, las nuevas versiones remasterizadas, las secuencias eliminadas de los montajes finales, las novelas escritas para rellenar las ‘lagunas’ entre los episodios narrados en las películas, la improbable (aunque no imposible) posibilidad de ‘El Padrino IV’, un tema sobre el que ya fabulamos AQUÍ   

Con motivo del 50 aniversario de su estreno, esta semana ha vuelto ‘El Padrino’ a los cines. Esta tarde, en concreto, a las 20.30 horas, hay una sesión en versión original subtitulada en Kinépolis. Si el tiempo lo permite y la autoridad no lo prohíbe, ahí estaré, nada más terminar nuestra sesión del Club de Lectura de Granada Noir. Saldré disparado para no llegar tarde. 

El visionado de ‘El Padrino’ de hoy, en pantalla grande, se lo dedicaré a Fernando Marías, claro que sí. Uno de sus proyectos más loco era alquilar una sala de cine para ver, en buena compañía, clásicos del cine. Y hablar de ellos al terminar la proyección, por supuesto. 

Cuando charlábamos de lo jodido que es tratar de ganarse la vida en el mundo de la cultura, Fernando remataba con una frase que he hecho mía: por mucho que la cosa vaya mal y la realidad se nos ponga cuesta arriba, “siempre podemos volver a ver ‘El Padrino’”. Justo eso es lo que haré hoy, como homenaje a una pasión compartida por el cine y por los Corleone. 

Jesús Lens

Nuevas corrientes del Noir español contemporáneo

Mis dos lecturas más recientes son buena prueba de la excelente salud del género negro español, algo de lo que tampoco tenía excesivas dudas, y de las diferentes corrientes temáticas y estilísticas por las que transitan nuestros autores contemporáneos. 

Para los amantes del noir canónico, áspero y seco como los acuíferos de Doñana, para los aficionados al hard boiled duro como la cara de Villarejo y paralizante como una mirada retadora de Putin; ‘En el descuento’ es su libro. 

Lo escriben a cuatro manos Jordi Ledesma y José Ángel Mañas y es una granada de mano a la que sus autores ya habían quitado la espoleta antes de que Alrevés la pusiera en las librerías, por lo que te explota en la cara nada más abrir sus páginas y empezar a leer. 

El Chúster es un antiguo jugador de fútbol que se deslizó por la mala vida, como el Marlon Brando de ‘La ley del silencio’, y que acabó en la trena cumpliendo condena por no chivarse de su jefe, Francisco, que le espera en la puerta de la cárcel un viernes 4 de octubre cualquiera a las 17.14 de la tarde, cuando sale para un permiso de fin de semana.

El Chúster quiere pasar un par de días de tranqui, disfrutando sin agobios y viendo a su chaval, promesa del fútbol, debutar con el Atleti. Pero Fernando tiene otros planes. Por ejemplo, pasarse por el Topless a tomar unos tragos. Y dar un salto a Barcelona para recoger una mercancía antes del partido. Nada complicado. Ir y venir. Y ya. Pero si algo sabemos los aficionados al género negro es que hasta los planes más sencillos tienden a complicarse para los héroes del noir. Y no digamos ya si son antihéroes, como el Chúster. 

Las 150 páginas de ‘En el descuento’ no se leen. Se beben. Se inyectan en vena. Cada una de sus frases es un puñetazo, un ejercicio de estilo, una declaración de intenciones. No falta ni sobra una palabra en una novela monumental que ya está entre mis favoritas del año. 

Myriam Imedio, por su parte, nos sorprende con ‘La isla más remota del mundo’, publicada por la Serie Negra de RBA, que ya ha empezado a publicar a autores españoles. 

En este caso nos encontramos con una novela que bebe de las tramas de esos autores franceses que juegan con la salud mental de sus protagonistas y de los nórdicos más sádicos y amorales, capaces de las peores tropelías. 

Nunca me olvidaré del comienzo de la película ‘Corredor sin retorno’, la desasosegante e inquietante obra maestra de Samuel Fuller, con una frase atribuida a Eurípides: “A quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco”. Las tramas policíacas que juegan con la salud mental tienen algo especial. Como la mayoría están narradas desde el punto de vista del supuesto ‘loco’, el lector nunca sabe si lo que cuenta, piensa o ve es real o es una fabulación de su mente trastornada.

Lis de Fez es una psicóloga enfrentada a una situación límite: en un autobús y después de darle las gracias, una mujer a la que no conoce de nada se suicida delante de ella, provocándole una crisis nerviosa que desemboca en su ingreso en un psiquiátrico. Porque Lis ve cosas que nadie más ve. Habla con personas que no existen y escucha mensajes fantasmagóricos. Y siempre, una referencia: Kaminski. Y el Proyecto Bouvet.

‘La isla más remota del mundo’ gustará a los aficionados a las tramas psicológicas y a los bailes de identidades, con personajes muy bien trazados, ambientes consistentes y una secundaria de lujo, Sam, a la que hay que querer, sí o también. ¿O quizá no tanto? 

Jesús Lens