Les confieso que sentí ahogos mientras leía la información de Quico Chirino sobre el Palacio de Congresos. Aquel baile de millones adeudados, debidos y por deber me generó algo parecido a la taquicardia (AQUÍ la pueden leer)
Alguna vez se lo he contado. Yo descubrí la auténtica magnitud, las colosales dimensiones y las infinitas funcionalidades del Palacio de Congresos y Exposiciones de Granada hace unos años, cuando sus gestores organizaron un evento llamado Cita en Palacio. Fue hace tanto tiempo que a los eventos aún no se les llamaba eventos. De hecho, es posible que ni hubiera redes sociales.
Aquellas jornadas se celebraron en octubre de 2012. Un fin de semana completo dedicado al ocio y a la cultura. Cada festival de los que se celebraban entonces en Granada llevaba una representación de su programa, incluyendo conciertos de música clásica, jazz, tango, rock y flamenco. Proyecciones de cine, recitales de poesía, actuaciones de danza, teatro, magia y un largo etcétera. Hubo conferencias, tertulias y mesas redondas; exposiciones de pintura y fotografía, puestos de gastronomía, bares… Un lujazo.
Por supuesto, fue un fracaso. ¡Faltaría más! ¿Quién iba a encerrarse todo un fin de semana, en octubre, a disfrutar de una inmersión cultural tan completa, amplia y variada? ¡Y pagando, además! Recuerdo que me sentí un cretino integral por haber abonado religiosamente mi forfait cultural. Debí ser de los pocos tontos que aflojaron la mosca y soltaron los 20 machacantes que costaba el invento.
La aventura me sirvió, eso sí, para conocer todos los rincones del edificio que se habían puesto en producción para el evento. Descubrí la sala de exposiciones que hay en sus catacumbas y, sobre todo, las amplísimas terrazas y el majestuoso anfiteatro que corona el Palacio.
Ese anfiteatro es un inmejorable símbolo de esa Granada que tan poco nos gusta. Un espacio singular, único y de unas inmensas posibilidades condenado al ostracismo, el ninguneo, el abandono y el desconocimiento.
Ahora se va a hablar de él, gracias al proyecto millonario de renovación del Palacio que debería cubrirlo para insuflarle vida. Aunque, a la vista de la información desvelada por Chirino, a ver quién le pone el cascabel al gato.
Si las cosas de Palacio siempre van despacio, en Granada, más. Y peor. Es infinito el espacio del Palacio desaprovechado, descuidado y abandonado a su suerte. A su mala suerte. A esa mala fortuna que tantas veces nos acompaña, como si fuese una proverbial maldición.
Jesús Lens