¿Qué tal un Cuentito para seguir comenzando el año? A ver qué os parece esta pequeña pieza de orfebrería artesanal, casero, casero…
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Era domingo 2 de enero por la mañana. Mi santo. Había leído el primer IDEAL del año 2011, cargado de contenido, mientras desayunaba en “El Madero”, como casi todos los fines de semana. Antes de volver a casa, fui por el pan.
Estaba recién horneada y decir que olía que alimentaba sería hacerle flaca justicia a esa barra de pan, tan tostadita y curruscante, justo como a mí me gusta. Estaba tan crujiente que el pan exigía, a voces, ejecutar ese rito que todos hemos cumplimentado alguna vez: arrancarle la tetilla y comerla mientras caminas por la calle, con gula, placer y delectación.
Estaba ya echándole mano al extremo más puntiagudo de la barra cuando un pequeño demonio me metió una idea en la cabeza: “resiste la tentación un par de minutos más, acelera el paso y regálate a ti mismo una rebanada de pan recién hecho, con aceite y el jamón ibérico que te sobró en Nochevieja”.
Listo, el condenado demonio. Conociéndome, sabía que si me comía la tetilla me entrarían remordimientos por los excesos cometidos durante estas fechas y, al llegar a casa, me daría por contento con el suculento y clandestino bocado de pan callejero.
Subí a casa en una volada, saqué el pan de la bolsa de papel en que venía envuelto y lo dejé sobre la encimera de la cocina para ir al baño a lavarme las manos, manchadas con la tinta del periódico.
La sorpresa llegó al volver a la cocina y encontrar con que a la barra le faltaba justo la tetilla más puntiaguda y apetecible.
Lo que no tendría que haberme extrañado… de no ser porque vivo solo y esa mañana, en casa, no había un alma.
Jesús Lens.