Con la tercera entrega de su Trilogía de la Crisis, el griego Petros Márkaris, en vez de describir –con una cierta tendencia a la exageración –los efectos de la devastadora crisis que asola a los países mediterráneos, directamente fabula sobre ella y nos sitúa en un escenario que, de momento, no parece que se vaya a dar.
Porque, a falta de tres meses para el final de este 2014, ni Grecia ni España han dejado el euro para volver al dracma y a la peseta, respectivamente. Pudo haber pasado. Pero no.
En cualquier caso, el contexto en que se desarrolla la última entrega de esta trilogía, protagonizada por el comisario Kostas Jaritos, es parecido al de Con el agua al cuello y Liquidación final, ya leídas, reseñadas y comentadas con anterioridad: una sociedad devastada en la que el paro y los recortes salariales y sociales obligan a la gente a volver a una especie de economía de guerra, lo que permite aflorar lo mejor… y lo peor del ser humano. Porque las ollas comunitarias y la solidaridad familiar tienen que convivir con los movimientos xenófobos de Amanecer Dorado y otros grupos de extrema derecha.
Entonces aparece el cadáver de un rico contratista de obras que hizo fortuna con los Juegos Olímpicos, Demertzís, cuyo hijo acaba de ser detenido por tráfico de drogas. Un hijo con el que no se hablaba ni se relacionaba de ninguna forma. ¿Por qué? Ya habrá tiempo de saberlo.
Junto al cadáver, un teléfono. Operativo. Que emite una consigna: Pan, educación y libertad.
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Jesús Lens