La mañana de ayer fue como las mañanas de la Lotería de Navidad en las que el Gordo cae muy repartido, pero sustituyendo las bolas que salen del bombo por órdenes de detención surgidas de los juzgados y a los Niños de San Ildefonso por agentes de la UDEF.
Lo llamativo era que, a media mañana y varias horas después de comenzar la operación Enredadera en más de veinte ayuntamientos de toda España, los medios de comunicación informaban de diferentes ramificaciones en las tramas: semáforos, amaños de adjudicaciones fraudulentas de sistemas de gestión y ordenación del tráfico, gestión irregular de multas y contratos fraudulentos vinculados a la seguridad vial.
Alcaldes, responsables municipales, jefes de la policía… un total de 66 personas detenidas en ciudades y municipios de toda España, la mayoría, vinculados al PP, pero no en exclusiva.
No parece que por Granada haya caído ninguno de los a-graciados, afortunadamente. De hecho, Andalucía en general parece haber salido bien parada de la Enredadera, pero volvemos a estar frente a una de esas tramas que demuestran el generalizado grado de podredumbre que corroe nuestra sociedad por culpa de la corrupción.
Resulta descorazonador volver a encontrarnos frente a una situación como esta. Por supuesto que hay miles de representantes públicos honrados, trabajadores y comprometidos, pero lees el listado de pueblos y ciudades mangoneados por los que deberían ser sus responsables y garantes de la legalidad y te dan ganas de vomitar.
Lo peor de la corrupción, más allá del menoscabo económico a las arcas públicas, es el desapego que provoca. La desafección, como hemos señalado tantas veces. En este caso, Ciudadanos y el PSOE se han adelantado a anunciar que suspenderán de militancia a los enredados detenidos de sus formaciones políticas. Lo que está muy bien. Mucho mejor que la respuesta del PP, que ha sido ninguna, en su línea habitual.
Pero mejor sería que controlaran de una puñetera vez a la gente que milita en sus partidos en puestos de responsabilidad y que instrumentaran medios de control eficientes y eficaces de la gestión pública. Porque el efecto colateral más importante de la operación Enredadera será… más gente pidiendo un gobierno de tecnócratas, al desconfiar de los gobiernos municipales que surgen de las urnas, democráticamente elegidos. El mayor enemigo de nuestra Democracia es la corrupción. Y, a este paso, vamos apañados. Y enredados.
Jesús Lens