—Con la de veces que has ido a Tánger, ¿por qué otra vez, Lens? ¿No hay otros sitios a los que ir, nuevos paisajes por descubrir? Te recuerdo, bo-ni-co, que tienes apalabrado ir a Montefrío, al Valle de Lecrín, a la otra cara de la Alpujarra y que no conoces la mayor parte de Extremadura… (Ya os contaba AQUÍ que me iba a la ciudad marroquí… y AQUÍ, algunas de las cosillas del viaje)
Eso me decía mi doble. Mi otro yo. Ese tipo, cada vez más canoso, que me habla siempre que me lo encuentro en los espejos. Y razón no le falta. Pero, mira que te diga: Tánger es mucho Tánger. Que le pregunten a Margarita Buet, la presidenta de la Alianza Francesa de Granada, tangerina de pro y a la que casi se le saltan las lágrimas cuando le dije que volvía a su ciudad.
Tánger es más, mucho más que una ciudad del norte de Marruecos, situada en el estrecho de Gibraltar. Tánger es un lugar mítico. Una construcción, una recreación de la fantasía en la que el recuerdo y la mitología se dan la mano tras cada callejón de la medina.
Tánger es una ciudad con una gran historia a sus espaldas que, además, está construida de mil y una historias, habitada por decenas y decenas de fantasiosos narradores que, a la caída de la tarde, se concitan en el Café Hafa, para fumarse una shisha de frente al mar, o en la terraza del Gran Café de París donde una mañana, hace ya muchos años, sufrí un ataque de locura creativa, escribiendo decenas de páginas en un cuaderno, de forma automática y enfebrecida, mientras caía el diluvio universal.
Si no pueden viajar a Tánger, lean sobre ella. Por ejemplo, “Tánger 1916-1924 (Radiografía de la ciudad del Estrecho en vísperas del Estatuto)”, publicado por la editorial granadina Almed. Un libro que es a la vez una descripción y una reflexión sobre cómo se organizaba y se vivía en una ciudad que gozaba de una cierta autonomía respecto del resto de Marruecos, en la que confluían muy diversas comunidades nacionales y en la que chocaban intereses y ambiciones políticas.
Tánger, la ciudad que cautivó a los Bowles, es un estado mental, necesario e imprescindible, al que hay que regresar una y otra vez. Y una vez más volver.
Tánger, una ciudad eterna. Una ciudad esencial. Una ciudad que no se termina nunca…
Jesús Lens