Un hermano. Un jardinero.
Valiente, noble y comprometido.
Porque las palabras deben ser acompañadas de actos.
Antes de marcharnos a nuestro viaje vacacional por los Balcanes, hablábamos de un libro al que le teníamos muchas ganas, “Qué es el qué”, de Dave Eggers, publicado por Mondadori, que nos venía acompañado de una singular presentación multimedia (al final de este enlace…)
Niños perdidos. Dos palabras que, juntas, dan miedo. Y pena. Y asco. Y una enorme y profunda tristeza. Niños perdidos. ¿Quiénes son los niños perdidos? ¿Por qué se les llama así? Estos días, con ocasión de las Olimpiadas, han saltado a los medios de comunicación. Y es que López Lomong, el abanderado de la selección norteamericana de atletismo que desfilara hace unos días por el majestuoso Nido de Pájaro y que cayera eliminado en las semifinales de 1.500 metros, la prueba reina del medio fondo, es precisamente uno de esos Niños Perdidos.
Su elección como abanderado, por cierto, no tiene nada de casual dado que la política exterior de China en Darfur es la que ha propiciado y, por desgracia, sigue propiciando la tragedia de miles y miles de sudaneses.
Los Niños Perdidos son los pobres huérfanos del Sudán a los que la guerra civil propiciada por el régimen integrista de Jartum obligó a huir de sus casas, en el sur del país africano, a través de una larguísima peregrinación, en unas terribles condiciones infrahumanas, que les llevó primero hasta Etiopía y, más tarde, hasta los campos de refugiados de Kenia.
Así, por ejemplo, López Lomong, se aficionó al atletismo viendo correr a Michael Johnson en las Olimpiadas de Sidney a través de una televisión en blanco y negro de uno de esos campamentos de refugiados keniatas y, hoy, ha sido un privilegio verle en las Olimpiadas de Pekín. Porque miles de niños como él yacen en los caminos y las sabanas de toda África Oriental.
Pero, para conocer la historia de los Niños Perdidos, lo mejor es hacerse con un ejemplar de la novela “Qué es el qué”, de Dave Eggers, recientemente publicada en España por la editorial Mondadori. Se trata de una narración de no ficción cuya inspiración surgió en un taller de periodismo impartido en la Universidad de Berkley, donde prendió la idea de escribir una serie de libros titulada Voice of Witness, Testimonio en viva voz, pensada para ilustrar las crisis contemporáneas de la humanidad a través del relato oral.
Así, “Qué es el qué” cuenta la historia de Valentino Achak Deng, un niño que vio cómo su pueblo era arrasado, a sangre y fuego, por las milicias de los integristas. Sin saber si sus padres y hermanos vivían o habían sido asesinados, inició una marcha que le ocuparía los siguientes años de su vida.
Huyendo de las fieras salvajes, pasando hambre y sed, fríos gélidos y calores asfixiantes y angustiosos; el camino de Valentino fue duro, lento, sufrido y proceloso, perdiendo a decenas de amigos en su travesía. Además, tenía que cuidarse de no caer en las redes de los traficantes de esclavos árabes o en las milicias de las diferentes facciones de los varios ejércitos que rapiñaban una de las zonas más convulsas de África.
Y, luego, la vida en los campos de refugiados. El orden dentro del caos. La alimentación en mitad de la hambruna. Las medicinas en los territorios infestados por tantas plagas como las clásicas de Egipto. La luz de la esperanza y la agonía de la espera. Los amigos que llegan y los que se van. Amores que nacen y se extinguen. Y, por fin, el exilio. El paraíso americano, con sus contradicciones, anhelos y decepciones.
De todo ello habla Dave Eggers en una novela imprescindible para saber lo que pasa en una parte demasiado olvidada del mundo, todo ello narrado con una riquísma variedad de recursos estilísticos y una desaforada gama de estilos que convierten a “Qué es el qué” en una de las grandes novelas del año.
Reconozco que, endurecido por centenares de lecturas negras y criminales, creía haber perdido, al menos hasta cierto punto, la capacidad de emocionarme hasta la llantina a través de lectura. Sin embargo, hubo un pasaje de “Qué es el qué” que me inundó los ojos de lágrimas. Uno de esos momentos, sencillos y en absoluto sensibleros, que te muestran cómo la vida y la muerte son caprichosas, absurdas, gratuitas, injustas e innecesarias.
Una novela, además, que debería ser de obligatoria lectura para todos los que reniegan de instituciones como la Cruz Roja o Save the Children. Organismos que, con sus fallos, carencias y burocracias, pueden significar la frontera entre la supervivencia y la muerte para millones de personas. Un libro igualmente recomendable para quienes abominan de las misiones de las fuerzas de paz, aunque lleguen tarde. Aunque no lleguen nunca. Aunque se vayan antes de tiempo.
Porque la grandeza de “Qué es el qué” radica en demostrar y convencer al lector de que salvar una vida, sólo una, es ética y moralmente obligatorio y exigible, si dicha posibilidad está en nuestras manos, de forma directa o indirecta. “Qué es el qué” es, por tanto, una novela comprometida, sí, pero a la que la su compromiso con la verdad y la justicia no le lleva a renunciar a la excelencia literaria, ni mucho menos. Una literatura de alto octanaje y una envidiable calidad que eleva a Eggers al Olimpo de los autores imprescindibles de este siglo XXI.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.
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