Iba con resquemor, lo reconozco. Nuestro oráculo cinematográfico, Carlos Boyero, la puso bastante mal nada más verla, en su estreno en el Festival de Venecia, y ahora también, cuando ha llegado a las salas españolas. En palabras boyeras: “En “Quemar después de leer” (los Coen) utilizan a la CIA para montar una farsa con gente muy tonta, poblada de cuernos, venganzas, equívocos y gags con nula gracia. Creo haberme reído un par de veces en este disparate con patética vocación de ser divertido.”
Muy, muy duro, Boyero. O quizá es que yo estoy facilón en exceso, habiéndome dejado amedrentar más de la cuenta por “Los extraños” y riendo, varias veces y a mandíbula batiente, con la última película de los Coen. Porque es cierto que la película es un disparate. Y que está llena de gente tonta. Pero todo eso, a mí, me encantó y me divirtió, a través de una historia perfectamente construida y que, además, destila mala leche a raudales.
Vaya por delante que, aunque sea un fan de los Coen y espere como agua de mayo cada uno de sus estrenos, hay películas suyas que me parecen una cretinada total, como “Crueldad intolerable”, de la que lo único bueno es el título, o la fallida “El gran salto”, por ejemplo. O sea que no soy un rendido incondicional dispuesto a aplaudir cualquier parida surgida de la feraz imaginación de los Coen Bros. Y, aún así, “Quemar después de leer” me ha gustado. Mucho. Primero, por los personajes, esos atontados que tanto irritan a Boyero y que, en este caso, me parecen perfectamente conseguidos. Desde el desconcertante Clooney, un niño pequeño en el cuerpo de un hombre supuestamente maduro, al enfermizamente adicto a la vida sana interpretado por un Brad Pitt tan desmitificador de su propio mito como Tom Cruise en “Tropic thunder”.
“Quemar después de leer” es un gran guiñol desmesurado y políticamente de lo más incorrecto. Hay asesinatos, a cada uno más sorprendente que el anterior, más imprevisto y sañudo. Y, lo que es peor, hilarante. No sé cómo lo ven ustedes, pero no es fácil hacer que el respetable se ría con la muerte de una persona. Y los Coen, lo consiguen.
Una película larga que se pasa en un suspiro, que se mofa de la obsesión por la seguridad, por la vida sana, por la belleza y por el ansia de mantener una eterna juventud. Una sátira que hace escarnio de los servicios secretos y otras agencias gubernamentales y que pone a grandes actores consagrados en la tesitura de hacer el tonto como nunca y salir airosos, como (casi) siempre. Contarles el final de la película sería una canallada, así que sólo les diré que, hasta en eso, el guión de los Coen está maravillosamente resuelto, a través de una modélica conclusión de la historia, a tono con el resto de la trama. Valoración: 8
Lo peor: Que no le haya gustado a Boyero. Francamente… no se me ocurre nada reprochable sobre la película. Muy, muy recomendable. |
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