Igual que hay bares que se definen por sus tapas, hay novelas cuyas portadas son toda una declaración de intenciones, revelando un montón de cosas sin necesidad de ser explícitas. Verbigracia, ‘Los amigos fieles’, de Javier Rovira, recién publicada por Ediciones B.

Fondo rojo luminoso, el título de la novela en grandes letras blancas rasgadas y, de fondo, una pita negra, un terreno montañoso y la tarantiniana efigie de cuatro personas anónimas. Aunque, bien vistos, también podrían ser pistoleros del Far West. Y es que la novela más reciente de Rovira transcurre en el Cabo de Gata, territorio mítico por excelencia de la geografía andaluza.
Un Cabo de Gata abrasado por el sol de verano en una de cuyas desiertas calas, una pareja folla como loca. Hasta que llega una barca. Y dentro de la barca, un siniestro maniquí que da por concluida la fiesta. Y a partir de ahí…
A Javier Rovira le gustan las historias corales en las que muchos y variados personajes se dan la mano entre sí para tejer un tapiz de relaciones tan abigarrado como desgarrador. Porque ya se sabe que hay gente a la que le das la mano y se toma el brazo, metafóricamente hablando. O no tan metafóricamente. En su anterior novela, ‘Mala mar’, el protagonismo recaía en una gran familia, los Salcedo, que se reunían en Llanes para celebrar el cumpleaños de la matriarca y que arrancaba con la muerte de una de las hermanas a manos de uno de los hermanos.
En ‘Los amigos fieles’, además de venirse para el sur, que Javier Rovira es almeriense y se ha sentido preparado para recorrer algunos de los paisajes de su vida sin caer en el tópico localista ni en el relato pintoresco; el protagonismo recae en dos parejas de viejos amigos, en sus hijos y en algún ‘acoplao’. Comparten una espectacular casa de veraneo frente al mar y su plan de entregarse al solaz playero y a las copas canallas se ve alterado cuando secuestran a uno de los chaveas.
Que sus padres no acudan inmediatamente a la Guardia Civil, además de indicarnos que algo turbio pasa, permite que en la novela no haya participación ‘oficial’ alguna y que toda la narración esté basada en las relaciones entre esos amigos fieles a los que alude el título.
Otra constante en la literatura de Javier Rovira son los saltos en el tiempo. En este caso, del tórrido y asfixiante presente saltamos a un pasado menos brillante, pero también muy luminoso. Incluso cegador. Viviremos el nacimiento de una hermosa amistad en el Madrid los años 80. La Movida, o sea. Una movida a la que los personajes aspiran a sumarse con su grupo de rock desde el misérrimo barrio de Carabanchel donde viven. Y no es fácil abrirse paso en la jungla de asfalto.
Pasado y presente se conectan en una trama llena de sorpresas y en unos personajes muy sólidos y bien trazados. El secuestro, además, nos permite adentrarnos en una realidad muy oscura y sórdida de tintes lynchianos. Que la capa exterior es brillante y luminosa. Pero lo que ruge por dentro…
Y es que, si estamos en el Cabo de Gata y hemos hablando de una barca que irrumpe abruptamente en la plácida existencia de esa gente tan acomodada que disfruta de unas vacaciones… ¿A que ya sabe usted a qué nos referimos? Porque ya verán que también hay crítica social en una fascinante novela intergeneracional muy bien construida, ágil y de lectura adictiva. Ideal para leer en la ya inminente Semana Santa.
Jesús Lens
Deja una respuesta