Desde niño fue moldeado para convertirse en el gran campeón que es. Moldeado física y, sobre todo, mentalmente, la auténtica clave de la solidez y la fortaleza de su juego. Nada dejaron al azar sus tutores, desde que, siendo muy niño, a los cuatro años de edad, le pusieron a Rafa una raqueta en sus manos.
Nacido en Manacor, Mallorca, el 3 de junio de 1986, es sobrino de Miguel Ángel Nadal, mítico defensa del Dream Team, el FC Barcelona dirigido por Johan Cruyff. Además, su familia está muy bien situada económicamente, por lo que nunca hubo estrecheces monetarias que pudieran limitar la carrera tenística de Nadal. Su primera competición oficial la ganó a los ocho años de edad, abandonando los estudios cuando estaba en Cuarto de la ESO, para dedicarse a jugar profesionalmente al tenis.
Sus comienzos en la ATP, en el año 2003, cuando contaba con diecisiete años de edad, fueron más que notables, derrotando a rivales de la talla de Albert Costa o Carlos Moyá. Pero su salto a la fama llegaría al año siguiente, cuando el capitán del equipo español de Copa Davis, por sorpresa, le dio la responsabilidad de jugar la final contra el estadounidense Andy Roddick, al que derrotó en un emocionante partido, contribuyendo decisivamente a que España ganara la mítica Ensaladera de Plata que tantísimo tiempo le llevaba siendo esquiva.
A partir de ahí, la carrera de Nadal es meteórica. En el mismo 2004 consigue su primer torneo de ATP en Sopot (Polonia) y en 2005 gana su primer Grand Slam, al vencer en Roland Garros, derrotando a Federer en semifinales. Sube de forma vertiginosa en la clasificación de la ATP hasta situarse como segundo jugador del mundo, puesto que no abandonará hasta que, hace una semanas, fue proclamado el número uno, dejando atrás al jugador suizo al que tan vinculada está la trayectoria de Nadal.
El juego del tenista mallorquín se caracteriza, esencialmente, por el coraje, la fuerza, la capacidad de sacrificio y, sobre todo, por su fortaleza mental. Jamás da una bola por perdida, pelea hasta la extenuación todos y cada uno de los puntos y, una voluntad de hierro, le ha llevado a protagonizar momentos espectaculares de la historia reciente del tenis, convirtiéndose en ídolo de las masas y en pesadilla de unos rivales que sienten como si se enfrentaran a un sólido muro que no se cansa de devolver todas las bolas que le envían.
Además, Nadal se ha especializado en apelar a la épica con su juego, destapando el tarro de las esencias de su caudal tenístico, precisamente, cuando las cosas le van mal. Así, en Hamburgo, en el Masters series, después de haber ganado a Federer el primer set, Rafa se relajó. El suizo se puso 4-1, dándose por seguro que irían a un tercer set, pero el español ganó de forma consecutiva los cinco juegos siguientes y terminó ganando por 7-5 y 6-4.
O la final del torneo de Roma, antológica. La némesis de Rafa sacaba para ganar el torneo, pero Rafa le dio la vuelta a un partido prácticamente imposible, desesperando a un Federer que veía como se le escapaba el torneo, sin ser capaz de apenas ganarle un puñado de puntos a un Nadal cada vez más crecido en la pista y más confiado en sus posibilidades. Al final de un partido agónico que superó las cinco horas de duración, el español doblegó al suizo en cinco sets: 6-7, 7-6, 6-4, 2-6 y 7-6.
Por todo ello no es de extrañar que, con el descaro de la juventud y sabiéndose un ganador nato, al terminar la reseñada final de Wimbledon y cuando le preguntaron por sus sensaciones cuando se jugaba los puntos decisivos del quinto set, Rafa declarase haber disfrutado cada minuto, cada segundo. Mientras cualquier otro jugador se habría dejado vencer por las circunstancias, se habría puesto nervioso y, en su fuero interno, hubiera deseado estar en cualquier otro lugar del mundo; Nadal se creció, se hizo fuerte y, gozando del momento, se alzó con el título que, de verdad, le coronó como el mejor jugador del mundo.
Después llegarían otros torneos, el Oro Olímpico, el número 1 oficial del la ATP… pero el lugar en que Rafa se labró su entrada en el Olimpo de los Dioses fue sobre la hierba inglesa, demostrando ser, además de un gran tenista, un excelente competidor de mente fuerte, cabeza dura y voluntad inquebrantable. Nadal, todo un campeón.
El Proyecto Florens fue ideado y está siendo desarrollado por José Antonio Flores y Jesús Lens.
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