Voy a dejar las notas que preparé para la charla. Lógicamente no son más que eso. Unas notas, ampliadas, desglosadas y comentadas en alta voz. Pero creo que pueden resultar interesantes…
Por cierto, que Manolo es un amigazo. Y, si alguien lo duda, que lea el artículo que ha escrito hoy en las páginas de IDEAL sobre un servidor, a cuenta del libro de los microcréditos que presentamos hoy: Una revolución silenciosa.
PRIMERA.- Porque es un libro.
Aunque puede parecer una obviedad, es una razón de peso. Cada vez se compran menos libros. El cine, la televisión y ahora Internet hacen que leer un libro empiece a ser casi, casi un acto de rebeldía y afirmación.
SEGUNDA.- Porque es un libro de relatos.
En España, los relatos no es que sean los hermanos pequeños de las novelas. Es que, en general, con considerados como el hermano tonto de la familia.
Uno puede ser un romántico y escribir poesía.
Puede tener ínfulas revolucionarias y extravagantes y dedicarse al teatro.
Si eres un sesudo intelectual, el ensayo es tu tabla de salvación.
Y, por supuesto, si eres un ganador y quieres estar en la onda, tienes que escribir novelas. Cuanto más gordas y más sustanciosas, mejor.
Pero los relatos, en nuestro país, parecen ser cosa de cuentistas, en el peor sentido de la palabra. Cualquiera puede tener una idea, sentarse delante de un ordenador y, en un par de horas, escribir un relato. ¿Entonces? Si cualquiera puede hacerlo, ¿qué sentido tiene?
Mientras que el EE.UU., las revistas de mayor prestigio cuentan entre sus secciones más importantes y reconocidas con los relatos de los más reputados escritores, en España sigue siendo un género bastante despreciado. Escritores como Hemingway, Truman Capote o Paul Auster, por poner ejemplos diferentes, son reconocidos maestros del relato breve.
Y sin olvidar a los grandes cuentistas sudamericanos, en este caso, sin sentido peyorativo, que son unos maestros del relato corto y de esa ficción súbita que te exige conquistar al lector rápidamente, atraparle, intrigarle y, al final, sorprenderle; para que le quede un buen sabor de boca.
TERCERA.- Por su título y cita introductoria, tan hermosos y evocadores.
¿A dónde vas? A las montañas de la luna. ¿Dónde están esas montañas? Lejos. Muy lejos.
Con ello ya podemos anticipar que estamos ante un libro muy especial: un libro de viajes.
Pero en vez de ser un viaje en avión sin escalas, “Las montañas de la luna” sería un viaje en tren, más tranquilo, en que cada relato sería una de las varias estaciones en que el tren se detiene, unas más cercanas y otras más lejanas.
CUARTA.- Porque, a pesar del título, no es un libro únicamente africano. O, cuando menos, no mayoritariamente africano.
Y es que, para un artista, no hay nada peor que el encasillamiento. Personalmente, admiro el ciclo africano de Manolo. Sus novelas sobre el Malí y Burkina Faso son fascinantes y personajes de las mismas, como Assiata, ya forman parte de nuestra memoria literaria.
Y el riesgo es acomodarse al género que más fama y reconocimiento te ha reportado y seguir, continuamente, haciendo variaciones sobre el mismo tema. Eso es lo fácil. Lo cómodo.
Lo arriesgado es buscar temas diferentes, arriesgarse con personajes distintos y situaciones novedosas.
Pero el título de “Las Montañas de la luna” hace referencia, efectivamente, a África. Como Manolo dice en la estupenda entrevista que le ha hecho hoy Juan Luis Tapia en IDEAL, teníamos previsto viajar a esas montañas de la luna con Jerónimo Paez, siguiendo los pasos de Burton, partiendo desde Zanzíbar y recorriendo buena parte de ese África mítica que tanto nos gusta.
Pero no ha podido ser. Así que, de momento, conservamos el título de este libro como recuerdo de un viaje que todavía no ha sido, pero que no perdemos la esperanza de que termine siendo.
QUINTA.- Por los temas y personajes que protagonizan los relatos.
Los primeros son de carácter autobiográfico, con un joven de Soria que no sabe qué le deparará el futuro y que viaja en tren, en busca de una nueva vida, disfrutando de encuentros tan fortuitos como sorprendentes.
Hay relatos, después, en que la gran protagonista es la mujer.
Me acuerdo que, hace un par de años, en la presentación de “La larga noche de Ángela”, decía Manolo que los hombres somos, en realidad, francamente aburridos y poco interesantes y que, por eso, le gustaba más escribir sobre personajes femeninos, mucho más apasionantes.
Algunos de los relatos de “Las montañas de la luna” están protagonizados por mujeres jóvenes e idealistas, mujeres fuertes que chocan con hombres indeseables y de pocos escrúpulos que abusan de ellas. Y, sin embargo, en vez de hundirlas, eso las hace más fuertes.
Y tenemos otros relatos, éstos sí, protagonizados por africanos. Por esos jóvenes que se enfrentan al futuro más incierto, viajando miles de kilómetros para venir a España, y que tanto nos recuerdan a ese joven que viaja en tren, desde Soria, huyendo de las estrecheces de la vida pueblerina.
Porque los libros de relatos, cuando están tan bien armados y tan bien conseguidos como éste, permiten que, aún con historias, personajes, escenarios y paisajes distintos; el todo resultante tenga totales coherencia y sentido.
SEXTA.- Porque un relato como Maniquíes de Papel nos demuestra que Manolo es uno de esos autores que no se pasan la vida mirándose al ombligo, sino que leen y están atentos a lo que pasa en el mercado editorial.
Que lee novelas como Shutter Island o La frontera, que sigue yendo al cine y que, por fortuna, no ha hecho renuncia a una vida intelectualmente activa, más allá de lo que pasa en la política universitaria local.
Y es que, cuando uno lee los libros de Manolo, se da cuenta de que, como Joseph Conrad o el propio Hemingway, es uno de de esos escritores de vuelta, que escriben porque han vivido, que atesoran una enorme experiencia vital que aparece reflejada en una obra viva y cargada de matices.
SEPTIMA.- Por relatos como “Duelo en Sotogrande”, subtitulado como “Homenaje a Fitzgerald”, que es un western en que, en vez de revólveres y balas, los protagonistas utilizan palos de golf y pequeñas bolas blancas para dirimir sus cuitas.
Me acuerdo que, hace unos meses, hablé con Manolo para preguntarle por su vida y me dijo que estaba en Sotogrande. – Vaya- pensé. Otro que se ha pasado al lado oscuro. Pero no. Se estaba documentando para escribir este relato. Y es que, ya lo hemos dicho, la curiosidad sen límites de Manolo es algo que, además de caracterizarle, le honra como persona y como escritor.
OCTAVA.- Porque la editorial que ha publicado “Las montañas de la luna” es Alhulia.
Una editorial pequeñita, radicada en Salobreña, pero que tiene un catálogo extraordinario de autores granadinos y que ahí sigue, aguantando el envite de las grandes editoriales y las nuevas tecnologías.