Obseso como soy de los viajes en el tiempo, los multiversos y los accidentes entre lo cósmico y lo cuántico, un libro titulado ‘Recuerdos del futuro’ era terreno abonado para mi ansia lectora. Máxime cuando su autora, Siri Hustvedt, ha sido galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Letras.
Hay un momento definitorio en la narración multilineal de Hustvedt. Transcurre durante una cena de intelectuales en la Nueva York del siglo pasado. Un grupo heterogéneo discute de filosofía y otras sesudas cuestiones. Una de las participantes, que tal vez se ha bebido una copa de más, ríe un par de veces en un tono tal vez más alto de lo decoroso. De lo decoroso… para su marido, que no duda en levantarse, rodear la mesa hasta situarse a su espalda y, sencillamente, apretarle el hombro.
Es una presión suave. Nada dolorosa. Un gesto que podría parecer sencillo y natural. Cariñoso, incluso. Sin embargo, ella no vuelve a hablar durante la cena. Ni mucho menos a reír. De hecho, casi no levanta la mirada de su plato.
Pocas veces me he sentido tan conmocionado por la descripción de una situación de maltrato. Es tan sutil y, a la vez tan cruel… En ese punto de la narración no te queda más remedio que cerrar el libro y hacer memoria. Recordar cuántas veces no hemos protagonizado gestos como ese, todos y cada uno de nosotros. Gestos tan inocuos. Gestos tan reveladores.
‘Recuerdos del futuro’ es un libro que transcurre en planos narrativos y temporales diferentes, escrito por una misma autora, pero en momentos vitales completamente distintos. Por un lado, el aquí y el ahora, desde el bagaje y la experiencia de los sesenta años cumplidos. Por otro, el diario de juventud de la propia autora, una veinteañera que se instala en Nueva York en busca de aventuras e inspiración para su primera novela.
Un diálogo de la Hustvedt contemporánea con la joven que fue, a modo de relato iniciático que nos cuenta un doloroso y complejo proceso de maduración, el tránsito del pasado al presente.
Jesús Lens