¡Lo mucho que tendría que contar, el Guerrero, si hablara! Bueno, el Guerrero y, también, el Miró, el Chillida o el Barceló que Rajoy tiene en su despacho y en las salas aledañas de la Moncloa.
Hace unos días, cuando Oli Rehn estuvo departiendo con Rajoy para recordarle que el rescate de España está preparado, listo y a la espera del ¡ya!, vimos unas fotografías de su encuentro en las que ambos mandatarios aparecían sentados en unos sillones inmaculadamente blancos, vestidos con traje y corbata oscuros sobre camisa… blanca. El único destello de color en esa imagen era el de un cuadro abstracto que combinaba vivos azules con naranjas abrasadores y toques de amarillo.
Parece mentira, pero Europa ha vuelto sobre sus pasos y se encuentra inmersa en aquel neorrealismo italiano de mitad del siglo XX que, a través de un demoledor y descriptivo blanco y negro, narraba la miseria, la pobreza, el dolor y la desesperación de la sociedad. Las fotografías del NYT, tan criticadas, reflejan a la perfección la grisura, la negritud de la deriva a la que la severa austeridad teutona nos está conduciendo.
Una grisura que apreciamos en las barbas de Rajoy, en sus trajes y en sus discursos y alocuciones. Discursos y alocuciones que, en realidad, solo nos podrían contar el Guerrero que cuelga de las paredes de su despacho ya que el gallego, de puertas para fuera, hace mutis por el foro. “Serie Sur con Rojo”, es el título de un cuadro que, además del rojo sangre, combina distintas tonalidades de azul y morado y que se erigen es los únicos rastros de color en las instantáneas que nos llegan de Moncloa.
¿De qué hablará, en la intimidad, Rajoy con Rehn, con Merkell y con Hollande? ¿Qué se contarán el presidente y sus ministros y asesores? Los ciudadanos no lo sabemos. Los cuadros, sí. Estoy pensando, una tarde de estas, subir a la planta más alta de nuestro Centro José Guerrero, en la que se expone la colección permanente de la obra del pintor granadino, y sentarme frente a su monumental “La brecha de Víznar”, por ejemplo, para tratar de ponerme en el lugar de Rajoy durante unos instantes.
No tiene que ser fácil, desde luego. No tiene que ser fácil para el Guerrero de la Moncloa ver cómo ese hombre, el presidente que cavila, piensa, pregunta y discute frente a él, termina tomando decisiones tan sangrantes como la de recortar el presupuesto de Cultura en un 20%, nada menos.
Y no deja de ser sintomático que el ejecutivo la haya emprendido a machetazos, hachazos y tijeretazos con la única disciplina que le aporta un rayo de luz y una explosión de color a su ajado aspecto triste, desmejorado y macilento. Habrá que fijarse de aquí en adelante, pero es muy probable que los Guerrero, Chillida y Miró luzcan menos brillantes y más apagados, a partir de ahora, en las fotos de Rajoy. Como si destiñeran.
Jesús Lens