Será que no está haciendo suficiente calor este verano, pero no deja de resultar sintomático que, en vez de hablar de cerveza o tinto de verano, de sangrías, mojitos o daiquiris; llevemos varios días con la leche en la boca.
Pensé que era un bulo, lo de la Consejera de Alimentación de la Generalitat recomendando beber leche cruda, pero no. Era cierto. Y, cuando uno se encuentra con esperpentos así, ya no sabe qué pensar, sinceramente. Hay que joderse, con lo que ha llovido desde los tiempos de Pasteur, darse de bruces con semejante despropósito.
Teresa Jordá i Roura, militante de Esquerra Republicana de Catalunya y licenciada en Historia Moderna y Contemporánea por la Universidad Autónoma de Barcelona, la número de 1 de España de Shanghai; defiende la homeopatía y otras terapias alternativas y, ahora, el consumo de leche cruda.
A esto ha terminado reduciéndose una determinada facción de la izquierda. A darle la espalda a la ciencia. A renunciar a siglos de desarrollo para volver a la edad oscura de la superchería y la superstición. Al barbarismo puro y duro. De tan modernos, de tan iluminados, de tan listos, de tan cuquis… acaban devolviéndonos a la caverna. Pero no a la metafórica. A la caverna real.
Años y años de inversión en investigación, desarrollo e innovación en el sector alimentario para que venga esta insensata a promover el consumo de leche cruda. Y ahí estamos todos, en el debate de cuántas veces deberíamos hervirla para no correr riesgos innecesarios. ¿Nos hemos vuelto gilipollas?
De aquí a nada saldrá algún intelectual -de izquierdas y muy de izquierdas, por supuesto- diciendo que para hervir la leche y que no pierda sabor, no debemos usar la hornilla o, peor aún, la vitrocerámica. Que es mucho mejor salir al campo a cortar leña y, de vuelta a casa, hacer una hoguera, como en el Lejano Oeste o en los campamentos de los boy scouts.
Yo no le deseo ningún mal a nadie, pero no me disgustaría que doña Teresa Jordá i Roura pillara una cagalera provocada por su afición a la leche cruda. Nada grave. Ni salmonelosis ni meningitis o brucelosis. Una sencilla e inocua gastroenteritis de las de irse por las patas abajo. Para poner en práctica lo de la economía circular que está en la base de este desatino, mayormente.
Jesús Lens