Ayer, mientras esperaba al 4 bajo el sol inclemente de media tarde, me dio por parafrasear a John Lennon: la vida es eso que sucede mientras tú… esperas al autobús. Puedes entretenerte haciendo planes o mandando güasaps, pero lo cierto es que no dejas de esperar al autobús.
¿Se nota que se me hizo larga la espera? Mucho. Demasiado. Por la mañana, sin embargo, la cosa fue mejor: aunque se me escapó un 4 en las narices, el siguiente no tardó en pasar y llegué a tiempo a la cita con el consejero de Salud y Familiar, protagonista del Desayuno de IDEAL.
Les confieso que su intervención no me llegó, hasta el punto de que aquí me tienen, escribiendo sobre el autobús. Y es que ayer, con tanto trajín autobusero, me dio por pensar: ¿quién se acuerda del LAC? ¡Ay, el LAC! Creo que no llegó a ocupar ni un renglón del programa electoral de ese PP que, en su momento, nos lo vendió como lo más de lo más.
Ustedes lo saben: fui muy crítico con un sistema de movilidad que primaba al Centro a costa de dejar aislados a los barrios. Que en una ciudad de andar por casa como es Granada se inventaran un sistema de transbordos fue un sinsentido que, por fortuna, revertió el PSOE de Paco Cuenca, sin que PP o Ciudadanos hayan hecho un amago de recuperarlo. Al menos, no figura en las 80 propuestas de gobierno consensuadas por sus máximos responsables.
No voy a decir que el sistema actual sea la panacea, pero el 4 se ha convertido en una línea democrática que atraviesa Granada de punta a cabo, conectado el PTS y el Zaidín con el Centro y la Chana. Le falta frecuencia. Y que haya máquinas cobradoras en todas las paradas del recorrido, para agilizar la subida de viajeros, lo que mejoraría el servicio. Pero a miles de vecinos, nos ha devuelto la confianza en el servicio público de transportes. Aunque, a veces, se nos pase la vida esperando su llegada.
Jesús Lens