Si recuerdan, hace unos meses hablábamos de las 3D y de cómo iba a ser una revolución porque personajes como Spielberg, Peter Jackson o la gente de Pixar se habían decidido a filmar en dicho formato. Y había otro nombre, imprescindible, en dicha nómina: el esquivo, misterioso, ególatra, visionario y genial James Cameron. Éste sí que es el trailer oficial de la película. Y no dejen de leer este reportaje de IDEAL: la película más esperada del siglo XXI.
Su nueva película, «Avatar», va dejándose ver con cuentagotas.
Primero fue el cartel que tienen ahí arriba. Después ha sido la primera imagen oficial.
Y también un teaser, que en realidad no muestra nada y que puede ser más falso que el diente de oro de Judas Iskariote. Pero ahí está.
Porque la cuenta continúa. «Avatar». Noviembre de 2009. Seguramente.
La columna de hoy de IDEAL habla sobre ese cine que, como el mejor de los maestros, nos sigue dando lecciones tan importantes como inolvidables. ¡A ver si les convence, esto de coger las riendas de la vida con tus propias manos!
De las pocas cosas buenas que tiene pasar agosto en la ciudad, una es que podemos ir al cine. Y, afortunadamente, cada vez son más las buenas películas que se estrenan durante la canícula, superando aquellos tiempos en que parecía que sólo los bodrios eran para el verano.
Si quieren hacerse un favor a ustedes mismos, y entre que nos llegan los infames bastardos de Tarantino, váyanse a alguna de las hipermodernas, digitalizadas y tridimensionales pantallas de nuestros complejos de multicines para gozar de dos espectáculos visuales de primer orden: «Up» y «Enemigos públicos».
Si tienen niños, la primera es inexcusable. Si no los tienen… también. A estas alturas de siglo XXI, reivindicar el cine animado que hace Pixar debería ser un ejercicio de futilidad, pero como todavía hay personas que consideran que los dibus son cosa menor, únicamente dirigidas a infantes, digámoslo una vez más, alto y claro: «Up» es una obra maestra incontestable y su primera parte tiene varios de los mejores momentos del cine no ya de este año, sino de lo que va de siglo. En concreto, la secuencia en que se cuenta la biografía del venerable protagonista ya está en la historia del séptimo arte, atesorando una de las mejores elipsis que jamás se hayan concebido.
La historia del gordito y el abuelo, además, tiene un trasfondo que va más allá de la espectacularidad de las imágenes filmadas en 3D. La reflexión de que siempre hay una oportunidad para que se cumplan los sueños contrasta con la lectura de que, o te pones las pilas y espabilas, o la vida se te escapa sin remisión, escurriéndose como el agua entre los dedos de las manos. Y no sólo eso: o vas soltando lastre o nunca conseguirás que se cumplan tus sueños, arrastrando siempre el peso de tu vida anterior, cada día más gravoso y difícil de sobrellevar.
Y por eso, John Dillinger, el atractivo gángster protagonista de «Enemigos públicos», vive radicalmente al día. El personaje interpretado por el magnético Johnny Depp siempre hace lo que quiere, sin pensar más allá del momento, reivindicando el magnetismo, el goce y el disfrute de cada instante. Cuando escucha el último chiste que la gente hace sobre la obsesión de la policía por prenderle, se ríe a mandíbula batiente: «Se busca a John Dillinger. Muerto o muerto».
La última obra maestra de Michael Mann, entre otras virtudes, tiene la de reivindicar la figura de una de esas personas románticas y libertarias que toman con decisión las riendas de su vida, sin importarles ni el futuro ni el porvenir. Una de esas personas valientes que le sacan todo el jugo a la vida porque, para ellas, el mañana no existe. Personas que no se amoldan a la realidad, sino que la enfrentan con decisión y la cambian a su antojo, conduciéndola por dónde ellos quieren. Lecciones de cine que, como siempre, sigue siendo el mejor maestro.
La esperaba con locura, ansiedad y pasión. Lo reconozco: si alguien me dice hace sólo cinco años que los grandes momentos fílmicos de mi vida reciente iban a venir en formato televisivo y en formato animado, la verdad, me hubiera carcajeado en su cara. A mandíbula batiente.
Y, sin embargo, ahí están «Wall E», «Ratatouille», «Los Soprano», «Boston Legal» o «The wire» o la misma «Perdidos» a la que dedicábamos hoy la columna de IDEAL, para darle la razón al hipotético interlocutor en cuestión. Y, desde ayer, «Up», la última y más reciente POM (*) de Pixar.
¿La han visto ya? Por favor, cuando vayan (y reparen en el «cuando», que no es condicional), háganlo a una sala de 3D (que sí es una auténtica revolución), pónganse las gafitas y déjense arrastrar por el torbellino de creatividad, sensibilidad y emoción de esta «Up», la gran película del verano con permiso de la también reverenciada «Enemigos públicos».
Bueno, de «Up» y, antes, de los dos cortos que la preceden, que el de las nubes es, sencillamente, genial.
Pero vamos con «Up».
Como ya ocurriera con «Wall E», la primera parte de la película, su arranque y el planteamiento de la historia es pura magia, poesía visual. Los cinco minutos en que se cuenta la relación del protagonista con su esposa ya están, por derecho propio, entre los grandes momentos de la historia del cine. En concreto, desde que la pareja pinta el cuarto para el niño hasta que él se queda solo, es un portentoso y prodigioso ejercicio de elipsis que invita a levantarse y quitarse el sombrero. O a postrarse de hinojos y adorar a estos chicos de Pixar por siempre jamás.
A partir de que la aventura comienza, la película sigue siendo sobresaliente, aunque apunta más al corazoncito de los infantes de la sala de cine que a los adultos, por lo que los personajes hablan más y la acción toma un rumbo más convencional. Unos personajes que, seguramente ya lo saben ustedes, son un viejo cascarrabias que arrastra su casa por el aire, sostenida por unos globos aerostáticos, y un gordito boy scout con una enorme preparación teórica, pero muy escasa experiencia de campo. Y ambos se van a lo más profundo de la selva venezolana, a buscar el Paraíso perdido.
Así contada, la cosa suena a demencial. Y, me imagino, si a un directivo cualquiera le presentan un proyecto como éste, diciéndole que se invertirán cinco años del trabajo de cientos de personas para ponerlo en marcha; o le da un ataque de risa… o un ataque al corazón.
Menos mal que, en el mundo del cine, todavía quedan visionarios y valientes que apuestan fuerte y no se arredran ante los proyectos más supuestamente alocados y demenciales. Como «Up». Porque ese viejo, con la cara gruñona de Walter Mathau, tirando de su casa por la jungla latinoamericana, y ese gordito, torpón aunque voluntarioso, son los mejores antihéroes del cine reciente.
Y esos secundarios. De lujo. El pájaro loco, vistoso y tierno. El perro pachón… y los malos, claro. Los malos, siempre a la altura. Y la emoción. De verdad. Es que parece difícil de entender. Pero pocas cosas más emocionantes que algunos de los pasajes de «Up».
Dice su director que «Para mí, una película valiosa es aquella que logra que, al volver a casa, sigas pensando en ella. Te vas del cine y continúas pensando en ella, y no sólo al día siguiente, sino al año siguiente. Para que una historia te conmueva de esa manera, debe contener sentimientos auténticos y, de algún modo, tener eco en nuestra propia vida de forma que, aunque los protagonistas sean monstruos o insectos, uno se sigue identificando con ellos y comprende lo que les sucede. Es importante que la película tenga ese fundamento de autenticidad y que se cree un vínculo emocional con los personajes. Además del humor, debe tener alma.»
¡Y vaya si «Up» lo consigue!
Lo dejo aquí… de momento. Porque este verano la volveré a ver. Fijo que sí. En serio. ¿Todavía no la has visto? Pues ya tardas. Suelta el bicho éste y lárgate al cine. Vuela.
Valoración: 10
Lo mejor: Que películas como «Up» acreditan que el cine seguirá existiendo por siempre jamás.
Si no hubiera sido porque era la primera película en 3D que iba a ver en una sala de cine convencional, seguramente nunca hubiera visto esta película.
Y, hombre, no es que piense que me hubiera arrepentido, ya que la peli no es para tirar cohetes, pero sí me habría perdido una entretenida historia que homenajea a decenas de películas que todos tenemos en nuestro inconsciente colectivo, de «La mosca» y «El increíble hombre menguante» a «Alien» o «La guerra de las galaxias».
Una película larga, llena de personajes que se hacen entrañables, aunque las voces de sus doblajes hicieran que no identificara la del militarote bruto, pero con buen corazón, como el Kiefer Sutherland al que tanto echamos de menos, esperando la nueva temporada de «24».
Crítica con los medios de comunicación y con algunos tics contra la Presidencia americana, la película es un homenaje a los raros que en el mundo son, a los diferentes, a los auténticos freaks (que no a los insufribles frikis a la española), a los extraños. Y al trabajo en equipo, a la solidaridad y la cohesión grupal, más allá de las diferencias individuales.
Y es que, cuando una gran amenaza exterior se cierne sobre la tierra (véase el ejemplo de «Watchmen») todos los humanos, hasta los más anormales, se unen entre sí para enfrentar un peligro que amenaza con extinguirlos o dañarlos gravemente, de la supermujer a la que le ha caído un meteorito en la cabeza al científico loco.
Persecuciones, disparos y acción por doquier tratan de mantener enganchados a los espectadores a la pantalla, a sabiendas que la platea estará ocupada por decenas de niños… acompañados de sus padres. Y ya se sabe que el cine de animación más actual ha de conquistar a todo tipo de espectadores, hasta el punto de que «Wall E» o «Ratatouille» son más para adultos que para infantes, aunque el poderío visual de sus imágenes tenga a éstos permanentemente hipnotizados y prendados de la pantalla.
Majestuosos los efectos en 3D. Por mucho que las gafas sean aparatosas y que, al comprar la entrada, hasta te den un manual de instrucciones (y una toallita higiénica para limpiar las susodichas gafas), la experiencia merece la pena. De primeras, un momento impactante, con un objeto que se viene hacia la cara y parece que va a impactar contra ti.
Y después, momentos auténticamente sublimes, como los que se desarrollan en torno a la reunión del Presidente con sus acólitos, que te hacen sentir que participas en el Gabinete de Crisis, en primera persona, al estar filmada toda la secuencia a la altura de los ojos de un espectador que estuviera sentado en una silla, reunido en torno a la gran mesa rectangular.
Lo que demuestra que, más allá de ser un mero entretenimiento o añagaza para conseguir captar espectadores, el 3D va a cambiar la forma de filmar, la planificación de las escenas y el desarrollo de las secuencias.
La Revolución está aquí. Y ha venido para quedarse. De momento, ya ha ganado esta primera batalla, al haber conseguido encaramarse «Monstruos contra Aliens» en lo más alto de las taquillas de todo el mundo, siendo uno de los grandes éxitos de lo que va de año en USA.
El siguiente round, en Cannes, cuando «Up», lo nuevo de Pixar, inaugure el certamen más famoso y elitista del mundo…
Seguiremos atentos el curso de la Revolución…
Lo mejor: el indiscutible éxito del 3D
Lo peor: la película es demasiado larga y, en algunos momentos, reiterativa.