Luego, en las encuestas, la mayoría de los entrevistados dirán que ellos ven los documentales de La 2, pero el share no miente y, a los leones cazando impalas en el Serengeti, no les hace caso absolutamente nadie, ni para dormir la siesta.
Y mira que, dedicando cuatro horas diarias a ver la tele, tampoco sería raro. Pero no. Si hacemos caso al último estudio de FUNCAS sobre hábitos de ocio entre los españoles, a lo que mayoritariamente nos dedicamos es a ver la caja tonta. Y, sobre todo, a ver fútbol. Pero es que, además de verlo, el fútbol es el tema de conversación más frecuente entre la mayoría de la gente.
O sea que mucho euro, mucha convergencia e internacionalización, mucha postmodernidad líquida y novísimos planes de estudio, cientos de centros culturales, ateneos, museos y una desaforada revolución cultural y tecnológica; pero, al final, cuatro horas diarias de tele. Y olé.
Aunque soy más de baloncesto, suelo ver los diez o doce partidos del siglo que, sobre todo el Real Madrid, juega cada temporada. Y disfrutar de las Huestes Rojas de Del Bosque es un deleite para los sentidos, un placer que ni la contemplación de un Van Gogh, oiga. Pero, ¿no es excesivo, cuatro horas diarias de tele y el fútbol como tema recurrente de conversación?
Por contra, al cine va cada vez menos gente: se venden pocas entradas, se cierran muchas salas y ni siquiera el 3D ha servido para cortar la hemorragia de espectadores. Dicen que, por contra, al teatro vamos cada vez más, que la experiencia del vivo y el directo es muy apreciada y demandada por la gente. No lo sé. Carezco de datos. Pero, con cuatro horas diarias de tele, a ver de dónde sale tiempo para ir al teatro, para ir a conciertos, a salas de exposiciones o, tan siquiera, para leer. Aunque sea la sección de deportes de los periódicos.
Sí parece que los jóvenes, entre los 13 y los 24 años, ven menos la tele y tiran más del móvil, de las consolas y de Internet para entretenerse. La pregunta es: ¿empiezan efectivamente a pasar los jóvenes de la caja tonta, o hablamos de otra cosa?
Imagino que, en parte, los chavales tratarán de no compartir la mesa camilla con los cansinos de sus padres -cuatro horas diarias conectados al tubo catódico, no lo olvidemos- Y supongo, también, que disfrutan más a través de experiencias compartidas en red que de esa experiencia solitaria y onanista que es ver la tele.
Pero si algo ha demostrado la televisión, desde los años 50, es su capacidad de adaptación para no dejar de vampirizar a la gente. Cambian los programas, cambia la publicidad, cambian la realización y cambia la tecnología. Todo cambia para que todo siga igual, esto es, con la gente pasando cuatro horas diarias de media frente al televisor, viendo partidos para, a la mañana siguiente, hablar de fútbol.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros