Me ha encantado esta foto que, hoy, ha publicado en su Facebook Rigoletto Bloguero. Ya sabéis que tenéis una serie apócrifa sobre Actitudes y esta me parece que es la actitud correcta, para los tiempos de corren. Valentía, desparpajo, concisión, generosidad y amplitud de miras. Y de cocina. Y de barra. ¡Y de todo!
Gracias, querido Rigoletto, por compartir y sacarnos una sonrisa.
Esta foto no es un montaje. De hecho, es una foto muy famosa.
Pasa por ser la ola más grande que ha cabalgado un surfero. O intentado cabalgar. Ahora mismo hay una película en cartelera que se basa en un vida: «Persiguiendo Mavericks».
Pero no quiero hablar de cine. Esta imagen la ponemos en la sección apócrifa de «Actitudes». Porque hay que tener valor para encaramarse ahí arriba. Aunque sea para darse una terrible bofetada. Y, sobre todo, hay que estar muy confiado en uno mismo para, después de estar a punto de morir, pedir otra tabla para seguir cabalgando esas Mavericks, las olas más grandes del mundo.
Sé que la imagen tiene otras connotaciones. Empezando por el «más dura será la caída». Pero ahora mismo, me quedo con la imagen del arrojo, la valentía. ¿La insensatez? ¿La sinrazón? ¿La ambición desmedida? En cualquier caso, Jay Moriarty, el surfero de la imagen, era un consumado especialista y un deportista avezado. A él, desde luego, no se le puede aplicar ese otro adaggio: «si no sabes, ¿para qué te metes?»
No queda otra. Son los tiempos que nos han tocado vivir y las circunstancias con las que tenemos que lidiar. Peligrosas y arriesgadas. Duras y complicadas. Pero, ¿nos vamos a quedar en la orilla? ¿Mirando? ¡No! ¡Jamás! ¡Bajo ningún concepto! Eso sí: en temporada de tiburones, trata de mejorar tu equilibrio y de balancear con más cuidado. Pero sin salirte del agua.
«¿Hueles eso? ¿Lo hueles muchacho? Es Napalm hijo. Nada en el mundo huele así. ¡Me encanta el olor a napalm por la mañana!
Un día bombardeamos una colina durante 12 horas. Cuando todo acabó, subí. No encontramos ni uno. Ni un sólo cadáver apestoso de esos jodidos chinos. ¡Ese olor, ese olor a gasolina quemada! Olía a… victoria.