Hace unos días escribía en esta columna que es injusto el mantra que le ha caído al Centro Lorca como espacio “que mantiene una escasa actividad desde su inauguración”. Injusto porque no es verdad. Si bien es cierto que al edificio construido en la plaza de la Romanilla le falta la joya de la corona, el Legado del poeta que Laura García Lorca mantiene secuestrado en la Residencia de Estudiantes, es necesario reconocer a los responsables de su gestión la organización de conciertos, exposiciones, recitales poéticos, tertulias, etcétera.
No son citas multitudinarias ni extremadamente populares, pero se trata de propuestas necesarias para una ciudad que quiere hacer de la Cultura su santo y seña. Sin embargo, cada vez que se publica una información sobre los agujeros en las finanzas lorquinas, la estafa del gerente o el desvío de fondos, la información incluye la coletilla de marras.
Son peligrosas, las coletillas. Y de ello hablo hoy en IDEAL. Por ejemplo, aquella sobre la buena gestión económica que el PP había hecho en el ayuntamiento de Granada. Una de esas verdades incontestables que ha resultado ser más falsa que Judas. Y con este tópico, paso a hablar de esas otras coletillas que cada vez cansan más: esas expresiones recurrentes que empiezan teniendo gracia y que no tardan en estar más manidas y sobadas que Operación Triunfo y la famosa Cobra.
El cuñadismo, por ejemplo, ha pasado de ser una definición ingeniosa y compresiva de la realidad social a convertirse en un insulto sin mordiente. Expresiones como “tal no, lo siguiente” o “como si no hubiera un mañana” solo son equiparables a la jerigonza empresarial que habla de sinergias o de capacidad instalada, eufemismos utilizados para enmascarar la realidad.
Sin olvidar esa nefasta terminología propia de la autoayuda, como lo de salir de tu zona de confort o lo de perseguir tus sueños. Esta última solo es admisible si le añades la humorada de que, si no los alcanzas, al menos adelgazas.
Las coletillas son a la retórica lo que los refranes al pensamiento y a la argumentación: pobres recursos que demuestran pereza mental en quien los usa y falta de ingenio en quien los celebra. Ojo: todos los usamos, en uno u otro momento. Lo malo no es el uso, sino el abuso… ¿lo ven? Por cierto, ¿no les parece que, seguir llamando El Coletas a Pablo Iglesias, es el colmo de las coletillas?
Jesús Lens