Hubo una época en la que viajaba en Navidad. Era terminar el 25D y, todavía indigestado de mantecados, cogía las de Villadiego y me largaba al quinto pino. O al sexto, si estaba más lejos. Aprovechaba para visitar lugares que, en otras fechas, eran climáticamente complicados. Al menos, para quienes renegamos del calor. Muchos de ellos, países musulmanes. Así, me he comido las uvas —o un simulacro de ellas— en Egipto, Yemen, Siria, Líbano o Jordania. Eso sí: siempre volvía para la noche de Reyes, una de la más especiales en nuestra familia.
Me acuerdo de aquellos viajes hoy, 26 de diciembre. En muchos hogares, Papá Noel ya ha dejado su impronta y a los Reyes no se les espera. Teniendo en cuenta que la Nochevieja puede llegar a ser un engorro, concluimos que, para alguna gente, la Navidad ya ha terminado.
Les confieso que si me iba tan contento en estas fechas era porque, al volver, a la Navidad le pasaba como al dinosaurio de Monterroso: seguía allí. Tiene que ser duro haber rematado ya las Pascuas y, sin embargo, tener que seguir soportando el empacho de villancicos, polvorones y luces estridentes por doquier.
Así las cosas, mejor seguir creyendo en los Reyes. En los Magos. Que también son majos. O deberían serlo. Es la mejor manera de mantener algo parecido al espíritu navideño: pensar un poquito en los demás y tratar de sorprenderles con un bonito regalo. Algo que les vaya a gustar de verdad, no un ‘pongo’ cualquiera, comprado en Amazon por salir del paso.
Vale, vale. Es complicado pesar en regalos y fiestas cuando nos quedan menos de siete días para rematar el año, cumplir con los objetivos y cerrar el ejercicio de la mejor manera posible. Pero eso también es parte del espíritu navideño: mostrarle la mejor de nuestras sonrisas al caos de estos vertiginosos días.
Pero si usted es primo hermano del Grinch y ansía la cuesta de Enero con las mismas ganas con que los escaladores esperan los grandes puertos de montaña de la Vuelta Ciclista a España, no desespere. En apenas un par de semanas estamos ya pensando… en los disfraces del Carnaval.
Jesús Lens