Mañana celebramos, con los amigos del Buen Comer, un Lunes al Sol.Sobre el Sol se pueden decir muchas cosas, claro. Y hay decenas de miles de historias. Personalmente me encanta ésta que, para unos, es un chiste, pero que para mí es toda una declaración de intenciones, cargada de sabiduría y retranca. ¡Reivindiquemos la importancia de este Viaje, que todos hacemos una vez al año, y del que tantas veces no somos conscientes!:
«Vivir en la Tierra es caro, pero ello incluye un viaje gratis alrededor del sol cada año».
Yo no creo en las casualidades. De hecho, casi no creo ni en las causalidades. Pero estar escribiendo ESTE TEXTO sobre las Metamorfosis (que pensaba yo, iba a despertar más comentarios y jaleos) y recibir este cariñoso y oportuno mensaje de Konan, me da que pensar. A ver qué os parece:
Querido amigo:
Me ha llegado este texto que quiero compartir contigo en este día. Sai Baba en la India enseña las «Cuatro Leyes de la Espiritualidad».
La primera ley dice:
«La persona que llega es la persona correcta», es decir que nadie llega a nuestras vidas por casualidad, todas las personas que nos rodean, que interactúan con nosotros, están allí por algo, para hacernos aprender y avanzar en cada situación.
La segunda ley dice:
«Lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido». Nada, pero nada, absolutamente nada de lo que nos sucede en nuestras vidas podría haber sido de otra manera. Ni siquiera el detalle más insignificante. No existe él: «si hubiera hecho tal cosa…hubiera sucedido tal otra…» No. Lo que pasó fue lo único que pudo haber pasado y tuvo que haber sido así para que aprendamos esa lección y sigamos adelante.
Todas y cada una de las situaciones que nos suceden en nuestras vidas son perfectas, aunque nuestra mente y nuestro ego se resistan y no quieran aceptarlo.
La tercera ley dice:
«En cualquier momento que comience es el momento correcto». Todo comienza en el momento indicado, ni antes, ni después. Cuando estamos preparados para que algo nuevo empiece en nuestras vidas, es allí cuando comenzará.
Y la cuarta y última:
«Cuando algo termina, termina». Simplemente así. Si algo terminó en nuestras vidas, es para nuestra evolución, por lo tanto es mejor dejarlo, seguir adelante y avanzar ya enriquecidos con esa experiencia.
Creo que no es casual que estéis leyendo esto, si este texto llega a nuestras vidas hoy; es porque estamos preparados para entender que ningún copo de nieve cae alguna vez en el lugar equivocado.
Vive Bien, Ama con todo tu Ser y se Inmensamente Feliz
¡Ésa es la palabra, el concepto, al que hacían referencia estas dos imágenes, que publicábamos hace unos días en el Blog y que ha tenido intrigadas a algunas personas, fieles seguidoras de esta Bitácora!
Para no seguir andándonos por las ramas, la definición, de la Wikipedia: «Una serendipia es un descubrimiento científico afortunado e inesperado que se ha realizado accidentalmente. Se puede denominar así también a la casualidad, coincidencia o accidente.»
¿No queda así un poco sosillo? Más prosaico, pero también más poético, el diccionario Óxford define la define como «descubrir cosas sin proponérselo».
Me gusta mucho más el título que Francis Pisani usó en el artículo donde encontré la palabreja: «Serendipia, el arte de descubrir».
En su artículo, Pisani defiende que, con todos los medios y caudales informativos que tenemos a nuestro alcance y disposición, corremos un severo riesgo: el de encauzar todas nuestras búsquedas hacia aquellos lugares, sites, fuentes y personas que piensan como nosotros.
De esa forma, encontrar lo que buscamos, es fácil. Los buscadores, las hemerotecas, la Wikipedia… a golpe de clic, todo lo que buscamos está más a mano que nunca. Pero ¿qué pasa con lo que no buscamos? ¿Dónde queda el placer del descubrimiento de lo inesperado? ¿Qué rescoldo dejamos vivo para la sorpresa, para lo absolutamente desconocido?
Mis amigos se sorprenden de que, gustándome tanto viajar, sea tan torpe con todo lo referente a las direcciones y la orientación espacial o geográfica. Vamos, que me pierdo en el propio pasillo de mi casa y que, para mí, un mapa y un plano son algo parecido a arcanos indescifrables. Por mi parte, me defiendo sosteniendo que así descubro rincones, parajes o paisajes nuevos, imprevistos y sorprendentes. Lo que, siendo una excusa, no deja de ser verdad.
Con esto de la Serendipia, por ejemplo, caigo en la cuenta de que hace meses que no me paso un par de horas en una librería, tranquilamente, hojeando libros. Leo los suplementos de los periódicos y las revistas de turno, hago mis listas, las pido a mis amigos libreros o, si los busco directamente, voy a tiro fijo. Y así no se puede descubrir nada nuevo.
O con las películas. Con tanto canal temático y especializado, con ochenta horas grabadas en el disco duro de la tele y con decenas de DVDs sin desprecintar rondando por casa, con tantas deseadas películas sin ver ¿cuándo te vas a poner a bichear en busca de algo nuevo o distinto a lo que tú mismo esperas o quieres ver?
Serendipia.
Francis Pisani dice que, precisamente por estar todo en Internet, la Red es un inmenso y fascinante océano para practicar la Serendipia. Que sólo hay que dejarse llevar por los enlaces que vayamos encontrando, haciendo «clic» más veces de lo habitual, de página en página. De blog en blog. De artículo en artículo.
Una gran verdad.
Pero, ¿saben en realidad cuál sería la Serendipia que más me gustaría practicar?
La de irme un día a la T4 de Barajas, a la ventanilla de venta de billetes de última hora y decirle al empleado de turno eso tan cinematográfico de:
¿Me da un billete para el próximo vuelo que salga?