¿Por qué, Alejandro? ¿Por qué, estimado y reverenciado Amenábar, has perpetrado un engendro como “Regresión”?
No lo entiendo.
Se me escapa.
Fui al cine no haciendo caso de la extendida y creciente rumorología que decía que tu película era mala. No podía dar crédito. ¿Mala? ¡Un respeto, oigan! Que hablamos del gran director del cine español del siglo XXI.
Podrá ser complicada, rara, fallida, extraña, imprevisible… pero ¿mala?
Pues sí, señores, sí. “Regresión” es mala. Aún diría más: es muy mala. Es grotesca, es absurda, es infumable. Es… pésima.
Y, sobre todo y lo que es peor, es un insulto a la inteligencia de los espectadores, impropio de cualquier director de cine, pero especialmente infame e inadmisible si ese director se llama Alejandro Amenábar.
La película aguanta quince minutos. Los que tarda en arrancar. A partir de ahí, la acumulación de tópicos, convencionalismos, absurdos, previsibilidades y sinsentidos ya no terminan hasta que llega a un final una película que sí atesora una enorme virtud: ser feliz y extremadamente corta.
Voces en off que remachan una y otra vez esos aspectos en los que el espectador debe fijarse (como si fuera retrasado mental y necesitara que Pepito Grillo le recordara lo que los personajes habían dicho diez minutos antes), supuestos momentos de terror que provocan la hilaridad del público, teóricas secuencias claustrofóbicas que aburren a las ovejas, un suspense absolutamente inexistente…
No voy a seguir. ¿Para qué ensañarnos más?
No entiendo qué ha llevado a Amenábar a rodar una película como ésta, sin pulso, sin nervio y sin el más mínimo interés.
Para hacérselo ver.
Jesús Lens