Una de las secuencias de la película que más me gustaron es la protagonizada por el hijo de ese genio del crapuleo que tuvo que ser Vázquez, cuando le dice lo que su madre opina de él: que es un Viva la Virgen… pero que él también quiere serlo. Y vaya si aprende rápido, el joio niño.
Cuando leí una crítica de la película, en El Mundo, me quedé un poco decepcionado ya que la misma se ensañaba con una supuesta falta de dimensión amarga en la vida de Vázquez. Vista la película (y nuevamente demostrado que, a veces, los críticos parecen asistir a películas diferentes a las que ve el resto de la humanidad), no sé de dónde se sacaría semejante pamplina el supuesto crítico porque si algo hace el filme de Óscar Aibar es, primero, hacernos reír con el personaje de Vázquez, disfrutar con su cara dura, su jeta y su sinvergonzonería. Para, después, mostrar la dimensión más cruda y amarga de serlo.
Cierto que lo hace con la misma estética “de cómic” que utiliza para el resto de la narración y que la cárcel no es la de “Celda 211” o “El expreso de Medianoche” ni la pensión repleta de ratas hace que el espectador sufra o padezca la sordidez de la vida de Vázquez. Pero es que la intención no es esa, ni mucho menos.
Una digresión personal. No hay nada de divertido en ser moroso. Ni de simpático. Me pasé un año cobrando morosos (por teléfono) y no nos reíamos a menudo, precisamente, ni ellos ni yo.
Ahora bien, como motivo o recurso artístico… hay que reconocer que el contumaz moroso del ático de la Rue 13 del Percebe, dibujado por Ibáñez e inspirado en Vázquez, era genial.
Como lo es el personaje interpretado por Santiago Segura en “El gran Vázquez”. Un personaje que oscila entre lo grotescamente divertido y lo nauseabundamente detestable. Y viceversa. Por una parte, su ser ácrata y libertario, su espíritu libre y antisistema, nos encanta. Y sus victorias sobre el chupatintas, burócrata y taimado Peláez, por supuesto, nos hacen vibrar más que las victorias del Real Madrid… antes de Mourinho.
La contrapartida: sus traiciones a sus mujeres y, seguramente, la cantidad de arte que dejó de crear, dedicado a sus sablazos… y a las posteriores y subsiguientes reparaciones, a través de trabajos de segunda fila.
Me gustó la película, tanto en continente como en contenido. Me gustó el detalle de dar vida a las viñetas y personajes de Vázquez (realizadas por el granadino Chema García) y me encantó el final. O sea, el de antes de la Postdata, aunque ésta tampoco estuvo mal. Sin embargo, hay un detalle que me ofrece dudas: se habla, mucho, de lo bien y genial que está Santiago Segura, interpretando a uno de los más grandes dibujantes de la historia del arte española.
¿Seguro?
Lo mismo es un problema mío, pero cuando Santiago Segura aparece en pantalla, yo sólo veo a Santiago Segura haciendo de Santiago Segura. ¿Me pasa a mí solo?
Sinceramente, los que me parecen geniales son los secundarios, con Álex Angulo y el inconmensurable Enrique Villén a la cabeza. Y la banda sonora de Mastretta… ¡perfecto ese jazz alegre y pegadizo que siempre deberíamos escuchar al leer los tebeos de Vázquez o Ibáñez!
Valoración: 8
Lo mejor: el espíritu libertario de la película, sobre todo, en los tiempos de corren.
Lo peor: que hoy sea virtualmente imposible que haya personajes como Vázquez.