Artista, surrealista y asesina

Hay libros que te atrapan desde la primera página y novelas que son famosas por sus prodigiosos párrafos iniciales. De hecho, en los talleres de escritura se insiste mucho en la importancia de un principio de fuerza arrebatadora que imante al lector al libro y ya no le suelte.

La última vez que me pasó ha sido con Andrea Aguilar-Calderón y su novela ‘Una asesina en el espejo’, publicada por Alfaguara. “Las primeras hipótesis sobre la desaparición de la agente Ana María González Fo señalaron que podría haber sido la última víctima de la serie de crímenes ocurridos durante septiembre y octubre de 1989 en la ciudad de Santa Catalina y en el vecino pueblo de Varablanca, investigación de la que ella misma estaba a cargo”. 

¡Cuántas, cuantísimas posibilidades se encierran ahí! Sobre todo porque, de inmediato, la autora nos sugiere la extraña posibilidad de un viaje en el tiempo. 

Otro párrafo, también muy al principio de la novela: “Una vez más, tiene ese sabor tan indefinido en la boca. Ese tan impreciso que, de todas formas, termina de tragarse de un golpe. El pecado de un golpe.

El hombre se sube el cierre del pantalón y le acaricia el cabello sin decir nada. No ha sido este, en cualquier caso, un encuentro para escribir diálogo alguno. Se limita a dar media vuelta y se marcha feliz, con la satisfacción entre las piernas. Ella, por su parte, se levanta y sale de entre los escombros de lo que antes era una tienda de discos, oculta en una calle que ni siquiera tiene nombre”.

Y con esto, ya estaríamos. Ahí están las mimbres de una narración perturbadora, extraña y, por momentos, compleja. Máxime porque, intercalada con la tercera persona omnisciente, en cursiva se nos cuelan fragmentos escritos en esa primera persona de la que hablábamos la semana pasada. 

“Observo la foto y confirmo que, efectivamente, es justo la chica que buscamos, más allá de mi imaginación ojerosa y trasnochada. 

Sí, es la mujer perfecta. Perfecta…

Prepárate: dentro de poco la veremos morir”. 

¡Y estamos aún en la página 13! La historia que nos cuenta Andrea Aguilar-Calderón en ‘Una asesina en el espejo’ tiene mucho de metaliterario y, también, de artístico. Su forma de escribir, cadenciosa y atrapadora, continuamente nos interpela como lectores y no sabemos si seguir leyendo o cerrar el libro, momentánea o definitivamente. 

“Una celadora se ha acercado a ella (la asesina protagonista de la novela) y ya casi la tiene al alcance de su bastón. Podría golpearla en la nuca y, con una suerte que aún no podemos determinar si sería buena o mala —pues los límites éticos son difusos en esta historia—, acabar con la situación y con las páginas que restan”.

¿Y sobre la trama? Pues más o menos está todo explicado, ¿no? Sobre todo porque la novela tiene mucho de felizmente inexplicable. Como habrán percibido, tenemos psicópata. Y en esta sección, un buen psicópata nunca está de más, en palabras de una buena y sabia lectora. 

¿Y la parte artística? Sólo con ver la portada, que reproduce ‘Jirafa ardiendo’ de Dalí, ya podemos intuir por dónde van los tiros. Y las cuchilladas. Y los porrazos y golpes en la cabeza. Representar cuadros surrealistas de diferentes artistas con cadáveres y elegir a las víctimas de acuerdo con las necesidades artísticas de sus perpetradores no es pequeña cosa. Y hasta ahí podemos contar. 

‘Una asesina en el espejo’ es el libro que hoy comentamos en el club de lectura y cine de Granada Noir en Librería Picasso y arderá Troya. Otra vez. 

Jesús Lens

La nueva saga policíaca de Alicia Giménez Bartlett

En su última novela de la saga dedicada a la inspectora Petra Delicado, Alicia Giménez Bartlett no mataba a nadie. Tanto es así que se tituló ‘Sin muertos’, lisa y llanamente. Era una biografía de su personaje de cabecera que nos permitió conocerla mucho mejor.

Una de las grandes sorpresas del 2022 literario fue el anuncio de que la afamada y multipremiada escritora publicaba nueva novela policíaca, pero que lo hacía en la editorial Alfaguara y cambiaba de escenario y protagonistas. 

Petra y Fermín Garzón quedan aparcados, pues. Aunque no definitivamente, que habrá nueva novela con ellos publicada en Destino. La acción se traslada de Barcelona a Valencia y las protagonistas son dos hermanas muy jovencitas, recién salidas de la academia de policía. 

¿Se acuerdan de ‘El silencio de los corderos’, cuando sus jefes elegían a la joven Clarice Starling para que se presentara ante Hannibal Lecter casi como víctima propiciatoria, tierna e inocente? Pues algo así les ocurre a las hermanas Berta y Marta Miralles, protagonistas de ‘La presidenta’. 

El punto de partida les sonará. Vita Castellá, presidenta de la Generalitat Valenciana, aparece muerta en un caro hotel de Madrid el día antes de declarar ante el Tribunal Supremo. La cosa pinta mal para el partido en el Gobierno. Sus fuerzas vivas se movilizan para que la investigación sea lo más rápida, incolora, inodora e insípida posible. Y para eso, nada mejor que encargársela a dos policías novatas. Dos chiquillas sin experiencia alguna. Dos pipiolas sin conexiones ni posibilidad de acceso a los recursos de los polis veteranos. 

Con lo que su jefe no contaba era con la determinación, el desparpajo, el morro y la imaginación de Berta y Marta, dos hermanas muy diferentes entre sí. No les voy a contar nada sobre ellas. Es una sensación deliciosa empezar a conocerlas a través de la afilada y socarrona prosa de Alicia Giménez Bartlett, una de las grandes escritoras de nuestro país. 

“—¿Tú crees que sospecha algo?”, se pregunta una de ellas, hablando sobre su jefe. 

“—¡Qué coño va a sospechar! Nos toma por dos floreros decorativos. Me va a gustar mucho ver la cara que se le pone cuando resolvamos el caso”. 

Esta conversación entre las protagonistas, muy al principio de la novela, nos muestra bien a las claras que no hay trampa ni cartón. La autora lo tiene claro. Los personajes lo tienen claro. Los lectores lo tenemos claro. Y por eso disfrutamos tanto de ‘La presidenta’, que parte de un presupuesto que puede parecer naif, pero imprescindible para marcar el tono de la novela. Cuando leemos que el jefe “pasó de tratarla como a una hija a hacerlo como a una disminuida mental”, tenemos claro el escenario en que nos movemos. 

La lectura de ‘La presidenta’ es placentera y divertida. El punto sarcástico de Alicia Giménez Bartlett, reconocida hace unos años con el IV Premio Granada Noir, es impagable. Y están esos aspectos naturalistas que tan cercanas hacen sus novelas. “Ambas Miralles comprendieron que el ejercicio de su profesión estaría casi siempre ligado a una institución nacional tan arraigada como el bar”. O esta otra: “pasara lo que pasara con el caso y con su amenazada carrera policial, empezaba a ser imperativo ir al supermercado”.

¿Y la investigación? “El plan… estaba inspirado en la misma filosofía que las había acompañado a lo largo de toda la investigación: la necesidad de generar movimientos que afloraran algún tipo de prueba”.

Esta tarde, el Club de Lectura y Cine de Granada Noir nos reunimos en Librería Picasso para hablar sobre ‘La presidenta’. ¡Qué bien lo vamos a pasar!

Jesús Lens    

‘Adictos al crimen’, un nuevo club de lectura

Aunque vivimos tiempos inciertos y no se lleva lo de hacer planes o poner en marcha nuevos proyectos con visos de continuidad y perdurabilidad en el futuro, con la llegada de 2021 arrancamos un nuevo Club de Lectura en Granada Noir, junto a la librería Picasso y los diferentes sellos editoriales del grupo Penguin Random House Mondadori.

Lo hemos llamado ‘Adictos al crimen’ y, como les decía, empezamos este mismo mes, leyendo a Benjamín Prado y su novela ‘Todo lo carga el diablo’, publicada por Alfaguara. Se trata de una nueva entrega de la saga protagonizada por Juan Urbano que, en esta ocasión, investiga las vidas de tres mujeres deportistas de la II República.

Juan Urbano es un detective muy peculiar dado que su profesión real es… profesor de instituto. Y escritor vocacional. A lo largo de cinco entregas, Benjamín Prado nos ha ido contando sus diferentes casos, habiéndoselas visto con ladrones de niños y con espías de diferentes pelaje, por ejemplo.

También reputado poeta, recuerdo a Benjamín Prado, ataviado con un sombrero que le asemejaba a un tahúr del Mississippi, en una actuación del grupo Pereza. ¿Pudo ser en el marco del Festival de Poesía de Granada? Juraría que sí. En el Parque Federico García Lorca, en un concierto, rodeados de gente. ¡Qué tiempos!

En principio, y mientras La Cosa siga mal, no nos podremos reunir cara a cara en la propia librería Picasso, que es lo que nos pide el cuerpo. Lo haremos a través de alguna plataforma. ¡Qué remedio! Así es la lectura en los tiempos del Zoom. La lectura compartida, quiero decir. Porque si leer es una actividad solitaria por naturaleza, nada más placentero que juntarse para comentar el libro o el cómic de turno.

Hace unos días, por ejemplo, estuvimos cerca de hora y media hablando de ‘Ave del paraíso’, de Joyce Carol Oates, galardonada este año con Premio Pepe Carvalho de BCNegra 2021. Y hubiéramos seguido dándole a la lengua si la plataforma no nos hubiera echado… por segunda vez.

En ‘Adictos al crimen’ vamos a leer a autores y autoras nacionales y extranjeros. Después de disfrutar de la narrativa de Prado nos trasladaremos nada menos que a Calcuta de la mano del autor hindú Abir Mukherjee. Ahora que viajar al extranjero es una quimera, nada como el cine y la literatura para trasladarnos lejos y conocer otros países, otras culturas. Si les apetece conocer más sobre ‘Adictos al crimen’, contacten conmigo a través de jesus.lens@gmail.com

Terminamos esta entrega de la sección semanal dedicada a la cultura negra y criminal recomendando la lectura de un tebeo: ‘Tórax 1975’, de Pablo Lara y Jaime Martínez, recién publicado por Evolution Cómics. Mientras Franco agoniza, a un policía novato recién llegado a Tarrasa le toca investigar un caso que todo el mundo quiere cerrar demasiado rápido. Un caso que le llevará a un lugar muy peculiar: el sanatorio para enfermos de tuberculosis de la localidad, popularmente conocido como Hospital del Tórax.

A camino entre el noir de manual y el género fantástico-terrorífico, ‘Tórax 1975’ surge de la fértil imaginación de Pablo Lara, coguionista de ‘El Ministerio del Tiempo’. Como él mismo cuenta, la idea era hacer una serie de tres temporadas. Cada una contaría la investigación de un caso. Esta habría sido la primera. De momento, es un cómic. ¿Con hechuras de storyboard? Veremos.

Me lo he pasado en grande con un cómic en que el dibujo de Jaime Martínez responde perfectamente a una narración repleta de sorpresas y de giros de guion, con un protagonista carismático que pide a voces continuar con sus aventuras.

Jesús Lens

Herencias envenenadas y forasteras indeseadas

Estas semanas estamos embarcados en un repaso por los orígenes del género negro y criminal en el Club de Lectura y Cine de Granada Noir, pero tratamos de alternar la lectura de los clásicos de Hammett, Chandler o Cain con novelas contemporáneas escritas por autores españoles.

Entre estas últimas lecturas, ‘La forastera’, de Olga Merino, y ‘Herencias colaterales’, de Lluís Llort. Dos novelas aparentemente muy diferentes entre sí y que, sin embargo, beben de un mismo tema común: la vida en los márgenes de las personas que se salen de la autopista y deciden conducir por carreteras secundarias, comarcales y hasta por los carriles de tierra más impracticables y desabridos.

Mientras leía ‘La forastera’ me acordaba de una historia que, hace muchos, muchos años, me contaba una amiga. En las afueras de su pueblo había un árbol, no recuerdo si era un almendro o un olivo, del que se colgaba la gente.

—Colgarse en el sentido de…

—Ahorcarse. Tres vecinos del pueblo se colgaron del mismo árbol. Hasta que un día se taló. Desde entonces, ni uno más.

En ‘La forastera’, la protagonista, Angie, la de los Marotos, vuelve al pueblo de su infancia tras haber pasado unos años tumultuosos en Londres. Se instala en la vieja casa familiar, en las afueras, y vive prácticamente con lo puesto. De vez en cuando la llaman para la aceituna del cortijo de los señoritos. También recibe una prestación del Estado y el cura le echa un cable. Desde que murió su madre, vive sola. Sola, en compañía de sus perros. La loca de los perros. En el pueblo la miran mal.

Entonces aparece el cadáver del terrateniente de la comarca. Colgando, claro. A partir de ahí comienza el descubrimiento de una sucesión de secretos que podrían explicar tantas de las cosas que ocurren en la comarca… o no. Quizá no. Porque hay cosas que no tienen explicación. Ni justificación o razón de ser.

‘La forastera’ es una novela prodigiosa en la que su autora, Ana Merino, apela a los cinco sentidos del lector, que permanece en permanente estado de excitación a lo largo de sus 233 páginas. Es una novela que transmite los crujidos de las ramas de los árboles, el espesor del polvo que se te mete en los ojos y el olor a tierra quemada. Una novela que deslumbra con sus colores y sus fogonazos. Una novela que provoca sensaciones físicas en el lector.

En ‘La forastera’, publicada por la editorial Alfaguara, se dan la mano la España vaciada con el neowestern más apocalíptico. Olga Merino ha construido un universo propio al estilo del de Cormac McCarthy, pero completamente personal. Y muy apegado a nuestra tierra. Su protagonista es una heroína contemporánea que, habiéndolo perdido todo, no está dispuesta a que le arrebaten lo único que le queda: su libertad.

Libertad. Es lo que buscan los protagonistas de ‘Herencias colaterales, del autor barcelonés Llort. ¡Qué bueno que la editorial Alrevés la haya traducido del catalán! Y qué descubrimiento.

Si quieren ustedes saber qué es el humor negro, pero negro de verdad, lean a Llort. Y si en algún momento les surge la duda de si el noir casa con el humor… insisto: lean a Llort.

En ‘Herencias colaterales’ nada es lo que parece. Y como esa es la gran baza que juega el autor, no voy a contarles nada de la trama. Hablemos, pues, del contexto.

Una familia bien. De las de toda la vida de la burguesía catalana. Una familia que hace una buena inversión a través de una hipoteca inversa. Una inversión inmejorable, de hecho, sobre la vivienda de una anciana que vive sola.

Pero, como tantas veces ocurre en la vida, las cosas cambian y la circunstancias se ven modificadas. La suerte, que va por barrios. Pasa el tiempo. Y la familia bien ya no lo es tanto. Conocer a los Claramunt es conocer la deriva de una parte importante de la sociedad española contemporánea. Sin embargo, a sus miembros hay que quererles, sí o también. De forma rotunda e incondicional. Aunque, por momentos, te entren ganas de matarles.

En paralelo a la historia de los Claramunt conoceremos la de la anciana dueña de ese piso que es objeto de deseo de todos los personajes de ‘Herencias colaterales’. Una historia igualmente sorprendente. Alucinante, incluso.

Todo lo que nos cuenta Llort es improbable, pero no imposible. De hecho, a medida que vamos leyendo, lo improbable se va tornando en lo único posible. Es la magia de la buena literatura: introducirnos en un universo disparatado haciéndonos sentir que estamos como en casa.

Leo que Llort es periodista y que ha formado parte de los equipos de guionistas de dos series de humor satírico: ‘Moncloa, ¿dígame?’ y ‘Jet Lag’. Además, es autor de otras doce novelas y de varios libros infantiles y juveniles. ¿Es Llort el secreto mejor guardado del noir más irreverente y rompedor? Léanle y lo comentamos.

Jesús Lens

De rosas y viajes en el tiempo

“Éste es un viaje en el tiempo y en la geografía. En el tiempo, hacia el pasado, hacia la época en la que se construyeron esos maravillosos edificios que han sobrevivido al tiempo como representaciones de la ciudad de Dios en la Tierra y que conocemos como catedrales, y, en la geografía, a través de un país que es un mosaico de regiones tan diferentes como sus paisajes”.

No es baladí la tilde sobre el “Éste” que abre esta columna y con el que, a su vez, empezaba el preámbulo de “Las rosas de piedra”, un monumento de la literatura de viajes escrito por Julio Llamazares. No es baladí porque el primer tomo del largo periplo por todas las catedrales de España se publicó hace ahora diez años, cuando la RAE era firme con la cuestión de los acentos… ortográficos.

Acaba de salir la segunda entrega rosada de Julio Llamazares, “Las rosas del sur”, continuación de aquel, y con el que culmina un proyecto totémico: dieciséis años de viajes por la Península compendiados en más de 1.100 páginas de la mejor literatura de viajes que se puede leer hoy en nuestro país.

Tras diez años de espera, me abalanzo sobre el nuevo libro de Llamazares para leer las páginas dedicadas a las catedrales de Granada y Guadix. Y, como si de una metáfora se tratara, cuesta trabajo llegar a ellas, que están prácticamente al final de la narración, justo después de Málaga y antes de Almería, donde finaliza el fascinante recorrido iniciado por el viajero-escritor en la catedral de Santiago.

Ese viajero-escritor que, una vez dentro de nuestra catedral, la “observa con detenimiento sobrepasado por su majestuosidad. El viajero ha visto catedrales grandes, pero pocas como ésta en la que la falta del coro en la nave central hace que todavía parezca mayor de lo que es”. Continúa el autor con su relato, parafraseando al arquitecto Fernando Chueca cuando califica a la catedral de Granada como “la más noble capilla mayor del orbe cristiano”.

Y atentos a esta descripción, a modo de enigma: “El viajero, emocionado, se queda un rato ante ella extasiado por esa imagen con la que su autor logró la perfección suprema”. ¿De qué imagen habla Llamazares, quién es el autor y en qué lugar de la catedral granadina se encuentra? Tic-tac…

Jesús Lens