El valor del cordero

Qué diferente es leer cifras y números sobre el sector ovino que ver, tocar, oler, escuchar… y saborear esos corderos que lo conforman. No es lo mismo. Ni parecido.

Trabajando estos días sobre la economía generada en torno al cordero segureño, no veía más que volúmenes de venta, exportaciones, número de piezas, etcétera. Pero ayer, en Huéscar, visitando la Feria Agroganadera, las cifras se hicieron carne, que el cordero era el rey.

Me di una vuelta por la zona acotada a los corderos que participarán en la Subasta Nacional de la Raza Ovina Segureña y todos me parecieron piezas excepcionales, sin ser capaz de diferenciar a unos de otros. Anduve luego por la parte de la feria dedicada a los productos derivados del cordero, desde los cencerros -que estuve tentado de comprar un par de ellos- a la piel, pasando por las carnicerías, por supuesto. ¡Qué vasto universo, el que rodea al sector del ovino con denominación de origen!

De vuelta en casa, estoy informándome más en profundidad sobre el tema. Porque la visita a Huéscar fue tan relámpago… ¡que ni una tapilla tuve tiempo de echarme al coleto! Recuerdo una vez en que, con más desahogo, nos zampamos una buena Lata de cordero. En otra ocasión nos cenamos la llamada Perla de la Sagra, un pernil que parecía sacado de un tebeo de Astérix. ¡Oh tempora, oh mores!

El caso es que, a falta de lata, caldereta, pierna o chuletillas; aquí me tienen, investigando sobre el porqué de las bondades del cordero segureño. Y, entre otras cuestiones que he podido leer en la completa página de ANCOS, la Asociación  Nacional de Criadores de de Ovino Segureño; me encuentro con que lo riguroso y extremo del clima del altiplano, la poca lluvia que cae y lo austero de la vegetación, hacen que la raza se mantenga pura: los intentos de llevar sementales de otras procedencias para cruzarlos con el animal autóctono se saldaron con la muerte de los recién llegados, incapaces de adaptarse al medio.

Podría seguir contándoles sobre su calidad, rendimiento e índices de crecimiento, pero no aguanto más. Me tengo que quitar el mal sabor de boca. Es inadmisible haber pasado el día en la Zona Norte y no haber catado el cordero. Pero me conozco un sitio por la Carretera de la Sierra que… ¡hasta mañana!

Jesús Lens

¡Qué provincia, Granada!

Ayer por la mañana, a eso de las 8, El Madero bullía de actividad. Mientras Antonio les vendía el pan recién hecho a un grupo de parroquianos habituales que se iban de excursión a los Lavaderos de la Reina, uno de los paisajes más arrebatadoramente hermosos de Sierra Nevada, otro de los fijos apuraba el café porque, en un rato tiraba para Motril. Y con ese bullicio arranca mi columna de hoy, en IDEAL.

Las Cabras Locas nos habíamos citado, sin embargo, en el corazón de las Alpujarras menos habituales: Laroles, localidad de la que partía la I edición del Fun Trail de Nevada.

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Unos fuimos por la Zona Norte. Otros llegaron por Adra, que dormían en la Costa Tropical. Al reunirnos, convinimos en lo espectacular del paisaje avistado. El mar, intensamente azul, disfrutado por los que subieron desde Carchuna. Las Badlands, los paisajes trogloditas, los huertos solares y los aerogeneradores, saludándonos a los que cruzamos el Altiplano.

¡Y el Castillo de La Calahorra! Qué sobrio. Qué soberbio. Qué altivo, en su promontorio. Todavía recuerdo con pasmo la primera vez que avisté más allá de sus muros. Yo no sabía lo que se albergaba en su interior. De hecho, tuvimos que ir a buscar al señor que abría sus puertas. A un bar. ¡Qué impresión, descubrir todo un palacio renacentista tras aquellos muros tan austeros! Pocas veces he flipado tanto al descubrir un monumento.

Len2 corriendo

De hecho, hubo negociaciones para vendérselo a un magnate americano, que lo trasladaría, piedra a piedra, a EE.UU. Aquella operación se abortó felizmente y, desde entonces, el castillo languidece, uno más de esos tesoros desconocidos para buena parte de los granadinos.

Seguimos subiendo por el puerto de la Ragua, uno de los paisajes más alpinos que tenemos en Granada y en cuyas pistas de fondo hemos disfrutado alguna vez del hermano pobre del esquí. Al finalizar el Trail, tomando una birra helada, la dueña del garito me decía que no. Que este año apenas ha nevado…

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Y llegamos a Laroles. Y echamos a correr. Aunque, al principio, fue andar. Por aquellos cuestarrones. Hasta que comenzamos a volar. Bajando. Para llegar a Júbar, uno de esos pueblos tan pequeños que se terminan antes de cruzarlos. Y seguir hasta Picena. Para terminar de vuelta, en Laroles, rehidratándonos y reponiéndonos con unas chacinas y un choto al ajillo.

Trail Nevada Cartel

Y, al volver, tan cansado como contento, pensaba: ¡Granada, qué provincia!

Jesús Lens

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