¿Qué tiene usted en común con Chris Christie, el gobernador de New Jersey; con Amancio Ortega, factótum de Zara, y con el expresidente Felipe González? Si a usted le gustan el mar, sentarse en una silla de playa y tomar el sol… mucho más de lo que a priori pudiera parecer.
No sé si siguen ustedes las noticias más intrascendentes de los medios, las más anecdóticas, frescas y veraniegas. Si es así, sabrán que el gobernador de New Jersey decidió utilizar una playa cerrada para uso y disfrute exclusivo suyo y de su familia. Y ahí está el tío, en bañador, chanclas y camiseta, sentado en su silla de playa sobre la arena, con una gorra y, al lado, una nevera portátil.
¿Y qué me dicen de la foto de Amancio Ortega? Fue tomada cuando disfrutaba de su nuevo yate. Una minucia de 30 millones de euros que, posiblemente, ni usted ni yo tendremos nunca. Pero que eso, ahora no aplica. Lo importante es la imagen de Ortega en bañador, sentado junto a una piscina hinchable, redonda, tomando el sol. Que sí. Que está en la cubierta de un barco 67 metros de eslora. Pero que lo trascendente del asunto son el sol, la panza al aire, la piscina de plástico y el mar.
Y luego está la otra imagen. La de un orondo Felipe González fumándose un puro en la cubierta de otro barco, junto a la escalerilla que permite subir y bajar del agua con comodidad.
No hay nada más democrático que el verano, cuando la gente se queda en paños menores. Que, ataviados con un sencillo bañador, los Ortega, González y Christie del mundo impresionan bastante menos que con sus trajes, corbatas, relojes, carísimos cortes de pelo, cochazos, restaurantes y complementos.
Cuando llega el verano, los anhelos de buena parte de la gente convergen en uno y el mismo, un deseo universal e identitario: bajar a la costa, tomar el sol, beberse una cerveza bien fría y darse un chapuzón.
Un bañador, una toalla y una silla de playa, por imaginación que le echemos al diseño y a los materiales de fabricación, son algo muy democrático, sencillo y accesible. Lo mismo que una cerveza fría. Y, de momento, bañarse en el mar y tomar el sol son actividades gratuitas. Por tanto, quitando el detalle del yate, ¡todos somos iguales!
Jesús Lens