Una vez finalizadas las obras de la Autovía de la Costa, estamos todos muy, pero que muy alterados con la cuestión del AVE y, en menor medida, con la del Metro. Años y años de polémicas, obras y retrasos. Cientos de millones de euros invertidos en ambas infraestructuras y plazos que no dejan de estirarse, como si de un lifting interminable se tratara.
De esta forma, los granadinos podemos hablar con suficiencia del soterramiento y el ancho de doble vía, de los túneles, los puentes y los viaductos. Granadinos convertidos en aprendices de Ingeniero con aromático toque a Topógrafo salpimentado de Economista… y todo ello regado con notables dosis de pesimismo.
Sin embargo, mientras no perdemos detalle de todo lo referente a estas magnas -e imprescindibles- infraestructuras, nuestras carreteras secundarias agonizan en silencio. Y, lo que es peor, esa agonía se está llevando por delante las vidas de decenas de personas cada año.
El frío dato nos dice que un altísimo porcentaje de las víctimas mortales de los accidentes de tráfico se produce en esas carreteras secundarias que permanecen fuera del foco mediático, dejadas y abandonadas como las mascotas al llegar el verano.
Carreteras de doble sentido, nacionales y, sobre todo, comarcales y locales que apenas cuentan con anchura suficiente, arcenes dignos de ese nombre, quitamiedos o pintura y señalizaciones sobre su asfalto. Carreteras, además, que adolecen de un mínimo mantenimiento que las mantenga transitables, dentro de unos exigibles parámetros de seguridad.
Sobre las causas de los accidentes en estas vías habría mucho que hablar, por supuesto. Pero el hecho es que las carreteras secundarias, como tantos otros aspectos de la vida fuera de los núcleos urbanos, céntricos y metropolitanos, están muy desatendidas.
Para todos los que consideramos que, nada más salir de una autovía y tomar una ruta alternativa, la aventura es posible; las carreteras secundarias forman parte de una iconografía universal que nos conecta con el mundo del cine y la literatura: para emular a los beatnicks y dirigir e interpretar nuestras propias road movies, las autopistas de peaje no son una opción válida.
Pero más allá del romanticismo, las carreteras secundarias son los vasos capilares que vertebran y nutren de vida a esos pueblos, aldeas y núcleos rurales, tantas veces olvidados y que, sin embargo, se merecen y necesitan todo nuestro cuidado, respeto y atención.
Jesús Lens