Yo creo en la importancia de los nombres. Y, desde que leí “Freaknomics”, mucho más. Sobre todo, en lo letal que puede ser ponerle a un niño nombres del tipo “Ganador”, “KevinCostner de Jesús” o “LebrónJames”, por ejemplo.
Por eso, agradezco enormemente a mis padres que eligieran bautizarme con el nombre tradicional de los primogénitos de nuestra estirpe: Jesús. Aunque, en los países anglosajones causa una cierta perplejidad, Jesús es un nombre muy llevadero. Eso sí, en esta Andalucía nuestra, fonéticamente lo mismo soy Hesú que Jezú o, incluso, Eshú.
Pero no pasa nada, que siempre nos queda el Carlos, en la reserva. Carlitos, incluso.
Además, ya sabéis que me gustan los acrónimos y las iniciales. Por ejemplo, en cBc de “Café-Bar Cinema” o el ByE de aquel interrumpido “Barras y Estrellas”.
O, por ejemplo, la Triple B. Esa BBB que podría parecer la Calificación de algún producto financiero por parte de una agencia de rating, pero que responde a un concepto mucho más interesante: “Bars, Blues & Básket”; un proyecto vital con un trasfondo viajero, hipotético y futuro: visitar Nueva Orleans, Memphis y Chicago dedicándonos, básicamente, a eso: conocer buenos bares, escuchar buena música y ver buen baloncesto.
Y eso nos lleva a JLE.
Jesús Lens Espinosa.
Me preguntaba hoy mi Cuate que qué planes tenía para el fin de semana.
Y yo se los resumía de forma muy clara: JLE
Jesús Lee.
Jesús va a leer. Y punto.
De hecho, y si me apuras, JLEM.
¡Jesús va a leer… y mucho!
Ya lo decíamos, al acabar la novela de Lorenzo Silva. El mercado editorial se ha teñido de negro y los grandes maestros del género están montando crueles y sangrientas balaceras en los escaparates y las estanterías de las librerías españolas. Andreu Martín, Juan Madrid, el propio Lorenzo Silva, Mariano Sánchez Soler, Francisco González Ledesma. Sin olvidar la monumental novela de espías que tengo entre manos, “El silencio de tu nombre”, de Andrés Pérez Domínguez.
¿Qué significa esto? Pues que un servidor, este fin de semana, no está para nada. Para nada más que ver algún partido de básket (¡Hey Baskonia, oé, oé, oé, oe!) correr algo y… ¡LEER! ¡LEER MUCHO Y BIEN!
¿Leíste esta entrevista, que le hice a Juan Madrid, nada más saberse que se había alzado con el Premio Fernando Quiñones de Novela?
Pues… ¡la novela ya está en las librerías!
Y no pienses, por esa apacible estampa que acabas de ver, que ha sido fácil hacerse con ella. De hecho, mi Cuate Pepe y yo hemos tenido que pelear duramente por hacernos con nuestro ejemplar, en la librería Picasso, al salir de la presentación de «Qwerty Vintage» que hice esta mañana.
Y, una vez en el fragor de la batalla, cuando no nos quedaban contrincantes de peso, nos revolvimos contra nosotros mismos… ¡Joder con los efectos colaterales de la buena literatura negra y criminal!
¡Qué tensión! Andreu Martín, Juan Madrid y Mariano Sánchez Soler publican sus nuevas novelas. Todas premiadas. Todas atractivas. Así que… ¡adiós! Me voy a leer, que ando con la última de Andrés Pérez Domínguez entre manos y, como sostenía aquel célebre filósofo norteamericano Jack Bauer… ¡no hay tiempo!
Hoy tengo una sensación agridulce. Los seguidores más fieles de este Blog, hace mucho tiempo que me oyen hablar, de vez en cuando, de «Celda 211». (No dejen de leer la crítica de Carlos Boyero: «Esto sí es cine. Además español.») Y mi opinión personal, tras verla, igualmente entusiasta, AQUÍ)
Creo que, de hecho, ni existía el Blog cuando reseñamos esa brillante novela, publicada por la antaño muy interesante editorial Lengua de Trapo, escrita por un sevillano llamado Francisco Pérez Gandul y, en el seno de NOVELPOL, conocido como Patxi del Sur.
Quiso la casualidad que, después de haberla alabado hasta la saciedad, me tocara ejercer de jurado en la Semana Negra de Gijón, junto a Fernando Marías y un tercer hombre que finalmente nunca apareció, en el premio Silverio Cañada a la mejor primera novela policíaca escrita originalmente en castellano. Con una particularidad: ese año sólo concurrían dos títulos al premio. Una, «Celda 211». La otra, la también muy apreciable «La clave Pinner», de Andrés Pérez Domínguez, un excelente novelista al que su posterior trayectoria avala como uno de los más sólidos narradores andaluces del siglo XXI, con novelones como «El síndrome de Mowgli».
Dos jurados. Dos novelas candidatas. ¿Un problema?
En realidad, no. Fernando y yo nos fuimos a una cafetería y resolvimos el asunto cordialmente. Porque siendo una estupenda novela, «La clave Pinner», con su trama de espionaje, era más una vibrante novela de aventuras que realmente una novela policíaca, negra y criminal, como era «Celda 211», que nos había deslumbrado a ambos.
El propio Fernando, después, defendió vehementemente en Madrid la idea de que la novela de Patxi se convirtiera en guión de cine. Aún recuerdo cuando Patxi nos mandó un mail, a los amigos de NOVELPOL, diciendo que sí, que después de muchas negociaciones, había un acuerdo en firme. Y que habría película. O, al menos, guión. Todos lo celebramos vivamente. Porque «Celda 211» nos había encantado a buena parte de los novelpolineros y teníamos a Malamadre como uno de nuestros personajes de referencia.
Pasó el tiempo. Ya se sabe que las cosas de palacio van despacio. Y otro buen día nos llegó otra buena nueva: el papel se haría celuloide. ¡Habría película! El proyecto llegaba a buen puerto. Y Patxi nos pedía sugerencias para los papeles principales. Yo no me acuerdo a quién le sugerí. Quizá a Bardem, que daba el perfil de Malamadre. ¿O quizá ya adelantamos la posibilidad de que fuera Luis Tosar uno de los intérpretes?
Y más y mejores noticias. ¿Qué nos parecería que el director fuera Daniel Monzón?
¡¡¡Sí!!!
Aunque en principio pudiese parecer que ese director no encajaba, por el perfil de su filmografía, más fantasiosa y aventurera («El corazón del guerrero» y «El robo más grande jamás contado») que puramente negra y criminal, para mí es uno de los más talentosos de la última hornada de directores españoles, cuyas películas desprenden un tremendo poderío visual.
Y llegó el Festival de Venecia. Siendo breves y concisos, podemos resumir en que llegó, se proyectó… ¡y arrasó!
Hoy me he leído varias críticas y todas son unánimemente buenas, positivas y halagadoras. Lean, por ejemplo, lo que escribe nuestro Gurú Boyero en «El País»:
«Me acerco con fastidiosos prejuicios a Celda 211, exhibida en una sección paralela, debido a mi completa incomunicación con las tres películas anteriores que había dirigido Daniel Monzón. Y éstos se confirman en el arranque, mal interpretado, con tonillo, muy débil. Pero a los cinco minutos aparece un individuo de voz cavernosa y aspecto intimidante que interpreta al líder de los presos en una cárcel y desde ese momento hasta el final se me derrumba el mosqueo inicial, dando paso a una de las mejores películas que ha hecho el cine español en mucho tiempo. Una narración tensa y compleja sobre un motín carcelario en la que todo posee fuerza, suspense, desasosiego y veracidad. Pasa volando y perdura en el recuerdo. Tiene muchísimo mérito el control de Daniel Monzón sobre todos los elementos, el admirable giro que se produce en la historia, la credibilidad que desprenden personajes, diálogos y situaciones, un reparto muy sabio en el que algunos de esos presos parecen interpretarse a sí mismos, la factura, el ritmo, la violencia y la sutileza que caracterizan a los grandes títulos del género.
Aunque existe algo que está más allá del elogio y es el impresionante recital de Luis Tosar. Te cuenta muchas y sorprendentes cosas con sus gestos, con su mirada, con sus movimientos y con su voz de un personaje que podía ser de una pieza, de un canalla con códigos éticos, de un rey de la selva con subterránea humanidad, de un guerrero astuto y brutal que también es capaz de generosidad y comprensión. Es imposible no dejarte atrapar por su campo magnético y por sus matices, es una interpretación que te revela lo máximo con lo mínimo, merecedora de todos los premios, una actuación para enmarcar en la retina y en el oído.»
Entonces, me diréis, ¿por qué la sensación agridulce?
Pues, en parte, por estas palabras de Luis Tosar, en la entrevista que aquí podéis leer entera:
«¿Qué pasa con este personaje? Pues que es un regalo, un regalo de Daniel. Y… [pausa] sí, creo que es lo mejor que he hecho. Además, es un personaje divertido, al que en cuanto le pillas el truco resulta maravilloso«
Que está muy bien. Que Daniel lo habrá hecho de fábula, que la peli será muy potente y el guión estará estupendamente rematado.
Pero que echo de menos que alguien se acuerde de que, en el origen de todo esto hay una novela y un escritor, Francisco Pérez Gandul. Que también es un amigo, Patxi del Sur… aunque no cumpliera con su promesa de colarme en el rodaje y ser extra de la misma. 😀
Jesús Lens, que estaré el primero, en el cine, el día del estreno.