Caminarás con el sol

¡Sí!

Permitidme que empiece estas notas con una exclamación en positivo y, además, admirativa.

¡Sí!

Efectivamente, “Caminarás con el sol” es una gran, una grandísima novela, como no me he cansado de vaticinar en las últimas semanas, justo desde que, a final de enero, Alfonso Mateo-Sagasta se erigiera ganador de la III edición del Premio CajaGRANADA de Novela Histórica.

Lo adelantamos en caliente, nada más terminar la rueda de prensa que dio Alfonso en Granada y de la que todos salimos ardiendo por leer el libro. Y lo reafirmamos después, durante el acto de presentación de la novela en Madrid: me apuesto el meñique izquierdo a que “Caminarás con el sol” no solo me va a gustar: ¡me va a encantar!

¡Apuesta ganada!

Porque, de momento, conservo el dedo. Intacto.

América. Siempre que he ido a dar una charla sobre cine y viajes he comentado lo ingrato que me parece el hecho de que la epopeya americana protagonizada por los españoles, más allá de los juicios de valor ético que podamos hacer, no haya tenido una plasmación lo suficientemente potente en nuestro cine. Y, por extensión, en nuestra literatura. En manos de los yanquis, el descubrimiento, conquista y emancipación de los pueblos americanos habría sido un filón inagotable.

Por eso en la Semana Negra de Gijón, un tiempo y espacio míticos como pocos, pueden surgir proyectos tan locos y aventurados como el de escribir el guión para una película protagonizada por un héroe tan desconocido como Gonzalo Guerrero. Entre vaso de vino y copa de cerveza, entre tentáculo de pulpo y cucharada de fabada, Juanmi Aguilera y Rafael Marín narraron a Alfonso la historia de un veterano de las guerras de Italia que, embarcado hacia el Nuevo Mundo para hacer fortuna, terminó convertido en maya, por convencimiento, creencia y convicción.

El cine nos ha contado muchas veces estos procesos de integración en culturas diferentes por parte de personajes duros, violentos y conquistadores que, empatizando con los pueblos y culturas a que se enfrentan, terminan formando parte de sus estructuras sociales y familiares. A título de ejemplo: “El último samurai”, “Bailando con lobos” o, más recientemente, la mismísima “Avatar”.

Y ahí radicaba mi temor: el buenismo. ¿Serían los españoles unos malotes canallas e impresentables y vivirían los mayas en una arcadia feliz ante la que, al protagonista, no le quedaría más remedio que postrarse de hinojos? Cuando empecé a leer el libro, pensé que era el gran riesgo que podría tener una narración como ésta.

No tengo que insistir, después de lo que lleváis leído, en que Alfonso Mateo-Sagasta sale más que airoso del empeño y que no existe ni un ápice de maniqueísmo en su novela. Los personajes cambian y evolucionan de una forma en absoluto forzada y las palabras fluyen con total naturalidad a través de las páginas de un libro que termina devorándose en dos sentadas.

¡Sí!

Como no podía ser de otra manera, Alfonso nos ha regalado una novela exquisita, de las que te transportan al Yucatán y te hacen sentir sensaciones e impresiones tan vívidas como atractivas.

Por cierto, ¿qué os parece la portada del libro, tan minimalista, que huye de las tradicionales densas y abigarradas portadas oscuras tan del gusto de las novelas históricas?

Como ocurre con la tónica, me costó pillarle el punto.

Ahora, me encanta.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

PD.- Alfonso vendrá a la Feria del Libro de Granada, en mayo. Una inmejorable ocasión no sólo de que nos dedique el libro, sino de masacrarlo a preguntas sobre su novela, una vez leída. ¡No dejéis pasar la oportunidad!