El próximo viernes arranca Granada Noir y tendremos con nosotros a Lorenzo Silva, cuya saga de Bevilacqua y Chamorro, más que leerla, la he devorado fiel y puntualmente a lo largo de estos veinte años largos. A mediodía le tendremos en el 4U Hostel y los lectores podrán compartir una Cerveza Alhambra Singular con él mientras presentamos ‘La llama de Focea’, la entrega más reciente de la serie.
Esa misma tarde y en Librería Picasso, también estará Óscar Beltrán de Otálora, cuya ‘Tiempo de furtivos’ es una de las novelas que más he disfrutado este año, como ya les conté en su momento en esta misma sección. (Leer AQUÍ) Ni se imaginan la ilusión que me hace que venga a Granada Noir. Por su novela y por su condición de periodista de raza especializado en terrorismo, el de ETA y el yihadista. Ya verán cómo su conversación con Quico Chirino y Antonio Lara hace saltar chispas.
Les tendría hablar de la espectacular nómina de autoras y autores granadinos que han publicado estupendas novelas policíacas en y desde Granada estos meses, algo que me provoca una inmensa alegría y un tremendo orgullo. Pero hoy toca tributo, que es el día en que nos despedimos de Andrea Camilleri, nada menos: el Club de Lectura y Cine de Granada Noir se reúne para comentar ‘Riccardino’, una novela singular, original, peculiar y demás adjetivos similares que quepa imaginar.
Publicada por la editorial Salamandra, como todas las de la saga, ‘Riccardino’ ha visto la luz a título póstumo y es un ejercicio de estilo singular, valiente y muy osado. ¿Cómo la habrán encajado los lectores?
El escritor Andrea Camilleri publicó la primera novela protagonizada por el comisario Salvo Montalbano en 1994. El policía trabajaba en una ciudad inventada, Vigata, trasunto de la muy siciliana villa de Porto Empédocle, en el Agrigento. Poco ortodoxo en los métodos que emplea para la resolución de los casos, tiene problemas con sus superiores y con el resto de fuerzas vivas en entorno, incluidas las que ustedes se estarán imaginando.
El éxito de la saga fue apoteósico y Montalbano, homenaje de Camilleri al escritor español Manuel Vázquez Montalbán, se convirtió en un personaje de enorme popularidad. Máxime cuando la RAI adaptó sus aventuras al formato televisivo.
Todo ello es importante para comprender y disfrutar de ‘Riccardino’, una novela pirandelliana que juega con ese imaginario de la popularidad y el éxito y de la necesidad de huir de ellos. La realidad enfrentada a su representación. La ficción que altera la realidad. Un apasionante juego de espejos que comienza de la manera más sencilla e inocente posible: con una llamada equivocada.
Una llamada equivocada y, segundos después, dos disparos a bocajarro en pleno rostro. El muerto: Riccardino, empleado de la Banca Regionale. Había quedado con tres amigos a primera hora de la mañana para salir de excursión cuando una moto de gran cilindrada se paró frente a él y el motorista, que llevaba un casco integral, le descerrajó dos tiros en la cabeza. Muerte instantánea. Nada que hacer.
Montalbano está tranquilo. Ese muerto no le va a caer a él, sino al dottor Totti. Y él tan pichi, que está hasta el colodrillo de investigaciones enrevesadas. Sin embargo, otra llamada, esta no tan equivocada, aunque igualmente enigmática, le dará una de vuelta de tuerca al asunto.
No les cuento más. Sean o no sean lectores de Camilleri y seguidores de Montalbano, les recomiendo que lean ‘Riccardino’, una novela diferente y a contracorriente. Muy metaliteraria. Y monumento ya al agente Catarella, uno de los tempestuosos secundarios. Cuando las cosas vayan mal, su entrada en escena siempre conseguirá… que empeoren. ¿O es al contrario?
Jesús Lens