La columna de hoy de IDEAL, en clave cultural.
A veces, ver las cosas en blanco y negro parece un síntoma de maniqueísmo, simpleza o radicalidad. En colores, se supone que la vida es más compleja y más plena, más llena de matices.
Y, sin embargo, cuando ves las fotografías de los grandes maestros del blanco y negro, te das cuenta de que no. De que, muchas veces, no hay como la sinceridad y la falta de artificio para mostrar la auténtica realidad de las cosas y las personas tal y como son. La vida, en una palabra.
Coinciden estos días en Granada dos exposiciones de fotografía en blanco y negro de autores y temática muy diferentes. En la Plaza de las Culturas del Centro Cultural de CajaGRANADA, el colombiano Ruven Afanador presenta “Mil besos” y en el Centro José Guerrero, la mexicana Graciela Iturbide muestra una amplia y completa colección de su obra, desde sus orígenes a la más reciente.
Aunque podríamos hablar largo y tendido de ambas exposiciones, me gustaría resaltar uno de los aspectos que más me llamaron la atención de ambas: la radical individualidad que muestran buena parte de las personas retratadas por los dos artistas.
Las de Afanador, dedicadas al mundo del flamenco y bajo el genérico nombre de “Mil besos”, saca a las modelos de los escenarios típicos del mundo del cante y del baile para vestirlas (o desvestirlas), maquillarlas, peinarlas y aderezarlas de una forma tan llamativa como singular, sugerente e impactante. Pocas veces el negro y el blanco han contrastado con tanta virulencia, encontrando en los enormes paneles en formato XXL el mejor vehículo para transmitir impresiones y sensaciones.
Y por eso, de las muchas series de Iturbide, me quedo con las del desierto de Sonora en que, para cumplir un encargo etnográfico, aprovechó para retratar a las personas en su entorno natural, pero con sus gafas de sol, sus aparatos de música o sus camisas de diseño. Minorías étnicas que viven de acuerdo con la tradición, pero perfectamente adaptadas a los tiempos que corren. Personas que, perteneciendo a un grupo, están perfectamente individualizadas, mostrándose altivas, dignas y orgullosas.
Por lo mismo, me encanta un collage en que gitanos de Almería conviven con un maestro geómetra de Madagascar o unas mujeres de la India cuyo origen y procedencia es difícilmente reconocible si no se lee la leyenda que acompaña a cada foto. Porque el mundo es muy grande, pero en cada rincón del mismo, la vida de las personas tiene un denominador común: ganarse la vida… y divertirse.
Exposiciones de un Blanco y Negro que, en su versión más radical o mostrando una infinita y sugerente gama de grises –esos amenazadores pájaros de Iturbide, sombra ominosa sobre el cementerio- ponen el acento en la visión de los seres humanos como eje central de una forma sincera y comprometida de entender el mundo de la fotografía.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros