La novela el Orson Scott Card es una de esas que, aunque no lo recuerdes, seguramente habrás leído. Al menos, habrás leído sobre ella. O alguien te habrá comentado algo sobre las situaciones que plantea. Porque es un texto de ciencia ficción que trasciende lo puramente literario, hasta haberse convertido en un manual de gestión para ejecutivos, de estrategia para militares, de educación para docentes y de autoayuda para cualquier lector con curiosidad por buscar respuestas diferentes a las preguntas de siempre.
Ahora llega la versión cinematográfica, encabezada por un Harrison Ford al que, visto lo visto, no sabemos cómo le va a sentar el traje de Han Solo en la próxima entrega de La Guerra de las Galaxias, sinceramente. Y protagonizada por un actor infantil, Asa Butterfield, perfecto en su papel.
“El juego de Ender” cuenta la historia de un niño con todos los visos para ser el nuevo Elegido que comande a las fuerzas terrestres en su guerra contra las fuerzas alienígenas que, cincuenta años antes, trataron de conquistar nuestro mundo. Entonces, un gran guerrero consiguió destruir la nave nodriza de los invasores, sacrificándose en un noble y valiente gesto, al estilo kamikaze. Ahora, la pregunta es: ¿será Ender el nuevo héroe que necesita la raza humana?
Y de eso va la película. De las pruebas que Ender tiene que superar para ver si, efectivamente, es ese líder. Pruebas de todo tipo, llevadas a cabo en potentes simuladores virtuales y ejecutadas con/contra sus propios compañeros/competidores.
Dos tesis principales plantea esta historia: ¿vale todo, para ganar una guerra? ¿Es lícito cualquier fin, estando legitimados hasta para cercenar la salud mental de una generación de niños-soldado?
La segunda tesis, más constructiva, invita a hacer cosas distintas para conseguir resultados diferentes. Un tema sobre el que se podría escribir una tesis doctoral.
Ambas cuestiones están bien tratadas en una cinta que me ha gustado, sin llegar a emocionarme. Que me ha interesado, sin llegar a impactarme. Que se deja ver. Pero que si no la ves, tampoco pasa nada. Pero, eso sí, que si tienes interés en ver; mejor en la pantalla grande de una buena sala.
Porque en la oscuridad del cine y en tamaño XXL, las películas de ciencia ficción, con planetas, naves espaciales y guerras interestelares; lucen más y mejor.
¡Y porque no es lo mismo ver una película que ir al cine!
Lo que sí me gustó fue el final. ¡Qué impacto! ¡Qué shock! Al final de verdad, me refiero. No al segundo final. Al impostado. Al que trata de hacer más digerible la salida del cine al espectador y que, además, abre la puerta a una continuación.
Jesús Lens
En Twitter: @Jesus_Lens