ATLETISMO TURÍSTICO

La columna de hoy de IDEAL… ¿se imaginan…?

 

Desde hace un par de semanas, el Acueducto de Segovia es uno de mis monumentos favoritos. Domingo. 10.25 de la mañana. Tres o cuatro grados de temperatura. Camiseta y pantalones cortos. Miles de personas esperan a que se dé la salida a la III Media Maratón de Segovia. Miro atrás y allí está, majestuoso, el Acueducto, con sus arcos perfectos y sus piedras milenarias.

 

Porque la Media Maratón de Segovia sale, pasa y termina en el lugar más emblemático de la ciudad castellana, además de recorrer buena parte de sus calles más turísticas, lo que permite a los miles de participantes en la carrera pasar junto a los monumentos más señeros de la misma, de la Plaza del Ayuntamiento al Alcázar a la Casa de los Picos.

 

Si ese cierre atlético de la ciudad provoca la animadversión de los vecinos, no se nota. Porque fueron miles de personas las que, echadas a las calles, nos jaleaban y animaban a los atletas, sin desmayo, habiendo ocasiones en que te hacían sentir una superestrella, como esos ciclistas que suben las rampas del Tour entre auténticos pasillos humanos de espectadores.

 

La Media Maratón de Segovia fue pródiga en momentos emocionantes, además del de la salida. Como pasar frente al Ayuntamiento mientras un grupo de rock tocaba a todo volumen el «Correcaminos» de Extremoduro. O la charanga que animaba la salida, haciéndonos entrar en calor, tocando clásicos populares que ponían a bailar a los atletas. Además, hoteles, bares y particulares sacaban los altavoces de sus equipos estereofónicos a la calle y pinchaban los temas de «Rocky» o de «El último mohicano», para animar a unos corredores que, aún sufriendo y boqueando, se solazaban al pensar en el tradicional menú segoviano que, por 20 euros, se iban a pegar en cualquiera de los más afamados restaurantes de la ciudad, igualmente volcados en el éxito de convocatoria atlético-turística.

 

Así, no es de extrañar que, con sólo tres ediciones, la Media Maratón de Segovia se haya convertido en una de las más populosas, valoradas y admiradas del circuito nacional. Y eso que es dura. Muy dura. Cualquiera que haya visitado la ciudad castellana habrá podido acreditar que no tiene apenas un metro de plano. En Segovia, o subes, o bajas. Sin término medio.

 

Lo que me hace recordar a Granada, allá por el mes de octubre, cuando nos citamos en el Estadio del Zaidín para cumplimentar los 21 kilómetros de una Media Maratón que pasa de puntillas por la ciudad, apenas tocando dos o tres calles del centro. ¿Se imaginan que la misma saliera de Puerta Real o Plaza Nueva y se encaramara por Gomérez, pasando por la Alhambra para bajar por la Cuesta de los Chinos y recorrer las calles centrales del Albaycín? Una locura, por supuesto. Como locura es cerrar toda Segovia, un domingo, durante tres horas. Por todo ello, el próximo año vuelvo a correr a la ciudad castellana, sí o sí, intentando tirar de todos los amigos de Las Verdes.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

MARATÓN DE SEVILLA: EL PAISAJE DESPUÉS DE LA BATALLA

Lo leía y no lo creía. ¡Estaban dolidos, dos semanas antes de la Maratón de Sevilla, porque había que bajar de ritmo, relajarse, olvidar las desmesuradas tiradas de 30 o más kilómetros y aparcar las series más exigentes! ¡Estaban incómodos porque había que aflojar el pistón y correr, a ritmos cómodos y sencillos, puñados razonables de kilómetros!

 

Y se venían a la cabeza los tebeos de Asterix. ¿Se acuerdan? «¡Están locos estos romanos!»

 

Como cabras, oigan.

 

Hasta que esta tarde, primer día sin una nube en el cielo desde hace meses, me calcé las Beast y me eché al camino. Me tocaban 13 tranquilos kilómetros. Pero el sol, la luz, la tranquilidad de ir sin chubasquero, sin viento, lluvia o granizo; sin tener que sortear charcos o ir concentrados en no perder el equilibrio entre el barro… todo ello animaba a alargar la zancada, a apretar el paso. En pocas palabras: a disfrutar corriendo.

 

Y me di cuenta: ¡Me estaba sabiendo a poco!

 

O sea…

 

Que yo también estaba un poco loco. Y que quizá no soy tan Malverde.

 

Porque al final, aprovechando el baño de sol y la inundación de luz, lo agradable de la temperatura y las divagaciones mentales de una carrera relajada y placentera… no quería dar la vuelta tan pronto como debía hacer. Así que… seguí corriendo. Tranquilo. A mi aire. Sin forzar. Sin desfallecer.

 

Pero menos mal que, por una vez, en vez de hacerle caso al instinto y a las piernas, le hice caso a la cabeza y me acordé de los buenos consejos recibidos de los sabios de Las Verdes: echar el freno.

 

¡Quién me lo iba a decir a mí, hace unos meses!

 

No sé si terminaré o no la Maratón. Espero que sí. Pero el hecho es que su preparación me ha dejado fino de cuerpo y, creo, un poco tocado de la azotea. Jamás pensé que, terminado un entrenamiento de 15 kms., iba a llegar a casa con sensación de que me había faltado, de que necesita más.

 

En fin.

 

Que esa batalla que fue la preparación de la maratón, esos entrenamientos extenuantes, el frío, la lluvia, la nieve, el barro… todo ello ha sido un estupendo preludio para esta calma en la que no nos sentimos cómodos.

 

Una calma expectante, tensa, nerviosa. La calma que precede la que esperamos sea… ¡la Tormenta Perfecta!

 

Dentro de dos domingos. En Sevilla.

 

Alea jacta est… y sí: ¡están locos estos romanos!

 

Jesús Lens.       

MALVERDE Y, ADEMÁS, COBARDE

A estas horas, debería estar entrando en la parte más agonística del entreno de hoy, superando los veinticinco kilómetros de carrera. Y, sin embargo, aquí estoy, en casa, con el culamen apoltronado en el sofá.

 

Sí. Soy un Malverde. Lo dije una vez y hoy lo repito. Y, además, un cobarde, que se amilanó ante el entrenamiento que, de cara a la Maratón de Sevilla, habían preparado los sabios, buenos y comprometidos amigos de Las Verdes: 31 kilómetros a una buena velocidad, unos 4,40 minutos el kilómetro.

 

Primero, lo de madrugar. No puedo. Es superior a mis fuerzas. De lunes a viernes no me queda más remedio. Pero los fines de semana… como mi Alter Ego, soy ave nocturna y, aún refugiado en mi nido, me gusta estirar la velada hasta adentrarme en el silencio y el sosiego de la madrugada, leyendo, escribiendo, escuchando jazz.

 

Pero lo peor no es eso. Lo peor es que he perdido la pulsión por competir. Por competir, que no por correr, que conste. ¿Dónde quedan ahora las sensaciones?

 

A ver si me explico.

 

A lo largo de estos meses, mi evolución como corredor aficionado y voluntarioso ha sido aceptable, dadas las limitaciones de un físico absurdo para el atletismo y una edad tirando a provecta. Perdí peso, llegué a doblar sesiones de entrenamiento, hice series… y mejoré.

 

Pero ya no. De repente, en un último ajuste de cuentas conmigo mismo que aún tenía pendiente, mis salidas a correr han vuelto a ser como las de antaño: tranquilas, sosegadas, introspectivas y soñadoras. Esto es: me calzo las zapatillas, echo las piernas adelante y comienzo a divagar, a discurrir, a imaginar y a solazarme en un mundo de fantasía que me aleja de tiempos, cronómetros, ritmos y pulsaciones.

 

Lo mismo invento relatos que se me ocurren artículos y reportajes. Igual fantaseo con Natalie Portman que me descubro pensando hacia donde empezaría mi recorrido si decidiera dar la vuelta al mundo. Y los kilómetros van cayendo tranquila y sosegadamente. De repente, me adelanta otro corredor. Y ni me inmuto. Paso. No entro al trapo. No intento aguantarle, seguirle y readelantarle. Me da igual. Así las cosas, ¿cómo salir con Las Verdes a hacer un duro y exigente entrenamiento? ¿Cómo no tener miedo a no estar a la altura y a no poder aguantarles ni siquiera en los primeros kilómetros? Lo dicho, además de un Malverde, un cobardón cagón y asustón, por mucho que hace escasos días tuviera un gran entrenamiento, al límite, contra viento y marea.

 

Además, ya me están saliendo barriguita y flotadores otra vez. Ya puede estar tranquilo mi amigo Rafa. Se acabó el Lens espelichao y demacrado que tan preocupado le tiene. Y, por tanto, se acabó mi evolución como corredor. 2008 marcó mis mejores tiempos en carrera y sé, positivamente, que ya no los repetiré.

 

Lo que no quiere decir que vaya a dejar de correr. Por supuesto que no. Pero si hace unos meses me declaraba corredor, hoy vuelvo a catalogarme como jamelgo trotón. Sólo espero llegar a Sevilla y sacarme esa espinita de la Maratón, ser capaz de terminarla y cerrar definitivamente un ciclo de varios meses en que tantas y tan diferentes cosas se han mezclado.

 

Puertas que se cierran. Puertas que se abren. Caminos que se cruzan para después separarse: intersecciones, revueltas, tormentas, frío, oscuridad y, por fin, de nuevo, el amanecer. Y el horizonte por delante.

PD.- Como parece derivarse un cierto malentendido a esta Entrada, pego aquí lo que puse en un comentario:

 

A ver. Tengo que leer despacio lo que he escrito porque me parece que no me he explicado muy bien, aunque mi Alter, que por eso es mi ALter, creo que sabe de lo que hablo.

Antonio, créeme si te digo que eres el tipo con mejor cabeza que he conocido nunca. Lo tuyo es un prodigio de la naturaleza o de la genética. Tu capacidad de sacrificio sólo es comparable a tu vasta y renacentista cultura. Y esa forma tuya de ser obsesiva… ¡me gustaría que fuera la mía!!!!

Pero no lo es.

Yo soy vago. Repito: ¡Soy un vago!

Me explico.

Para mí es relativamente sencillo, en cualquier actividad QUE ME GUSTE, dar el 75%.

Y no me importa dar el 80% Y hasta el 85%.

Pero de ahí no paso.

Por eso nunca estudié oposiciones, por ejemplo.

Para dar el 100%, necesito unas motivaciones tan grandes que, excepto en contadas ocasiones en el trabajo, nunca las he llegado a encontrar.

Por eso no he escrito una novela, aunque ardo por hacerlo.

Por eso nunca aprendí a jugar bien al baloncesto.

Por eso nunca hice alpinismo en serio.

Por eso, ahora, en las carreras, sé que he llegado a mi tope.

Pero ni estoy decaido, ni venido abajo, ni triste, ni desanimado.

Os lo juro.

Es mi forma de ser. Soy feliz llegando al 85%.

Llegar al 100% requiere un nivel de compromiso, de esfuerzo y de dedicación tan grande que (casi) nunca me compensa.

¿Vale? Si estuviera mal… ¿habría hecho 25 kms. después de escribir esa entrada? No. Me habría ido a un bar y habría actuado como un Barfly cualquiera.

Lo que me sabe mal es no haber acompañado a Las Verdes, esta mañana, en su tirada. Pero tíos, es que estáis tres puntos por encima de mí!!!!!!!!

Un abrazo, colegas.

PD.- Antonio… ¡¡¡¡no cambies nunca!!! El mundo necesita de tipos como tú. Así avanza. Yo soy de los que acompañan.

 

 

PROYECTO FLORENS: LA PRIMERA CARRERA DE X

¿Recuerdan que, hace unos meses, nuestro Proyecto Florens se vio engrandecido con la extraordinaria aportación literaria de mi Alter Ego y media mitad en este proyecto, titulada «X quería correr»?

 

Pues ahora nos llega la segunda entrega de la historia de X, que levantará controversia y provocará el cruce de opiniones contrapuestas ya que «La primera carrera de X» plantea muchas de las cuitas, dificultades y contradicciones con las que choca el aspirante a corredor.

 

No les cuento más.

 

Jesús Lens.