En los últimos meses, apenas si he cogido un autobús urbano. Un día que tuve que subir al Campus de la Cartuja y poco más. Lo mismo con el Metro. Un par de veces, para comer en el estupendo Borneo Plaza de Maracena, pero ya está. A la pandemia se une mi propósito de caminar más. En 2020, entre una dolorosa lesión en el pie y el confinamiento, no llegué a los 5 kilómetros diarios. Éste, camino por los 11.
Aunque hay días en que salgo a andar o a trotar como fin en sí mismo, la mayoría de ese kilometraje es utilitarista, con las piernas convertidas en activo medio de transporte. Y al haber dejado de ser usuario asiduo del servicio, las noticias sobre la movilidad me parecen más ajenas y las miro como de lejos. Y no debería ser así, que la calidad de vida de una ciudad depende en gran medida de un buen sistema de transporte público.
Estos días se acumulan informaciones relativas al Metro y a los autobuses urbanos. La adquisición de Transportes Rober por Alsa, por ejemplo. ¡Ay, qué alargada es la sombra de la LAC! ¡Cuánto daño hizo a las arcas municipales aquella nefasta gestión impulsada por Telesfora Ruiz y Torres Hurtado!
Con ALSA he recorrido España entera, a lo largo y a lo ancho. Le tengo tanto cariño como a nuestra antigua Alsina. La de horas y horas que he pasado leyendo en sus asientos o tratando de dormir en los largos desplazamientos nocturnos. Ojalá que su desembarco en las calles de Granada sea beneficioso, sin que suponga un menoscabo para las condiciones económicas y laborales de los empleados de la Rober. La propuesta de alargar recorridos hacia diferentes pueblos del área metropolitana tiene todo el sentido, que Granada no es solo una. Siempre que el servicio urbano no se vea afectado, claro. Todo un reto.
Y está el Metro, una de las mejores que nos han pasado en los últimos años, a pesar de su tardanza y de los malos augurios de algunos. El goteo de noticias sobre su ampliación es constante. De momento, piano, piano; solo se habla de alargar su trazado para no complicar las cosas. De nuevas líneas no se oye nada.
Lo que me hizo dar un salto de alegría, sin embargo, fue la noticia de la inversión de un millón de euros para terminar de convertir la estación de Alcázar Genil en un espacio cultural perfectamente acondicionado. Mira que Granada tiene lugares singulares, pero ninguno tan original y diferente como ese.
Hace unos años llevamos allí una de las presentaciones de Granada Noir. Resultó la más atractiva, visualmente hablando. Todo un gustazo. Ojalá que en unos meses podamos reunirnos bajo tierra para disfrutar de conciertos, exposiciones, charlas y conferencias. La cultura underground alcanzará de esa manera una nueva dimensión.
Jesús Lens