Es posible que ustedes no se acuerden, pero no hace tanto tiempo. Eran años en los que no teníamos Autovía entre Granada y la Costa. ¿A que parece increíble que tal cosa pudiera suceder? Pues sucedía. Y, al no haber Autovía, las colas y los atascos eran proverbiales. Tiempo de conos, paciencia perdida y obras que no parecían avanzar. Y de ello hablo hoy en IDEAL.
Y no avanzaban, entre otras cosas, por culpa de un tramo de 10 kilómetros que se había enquistado con particular fiereza: el Gorgoracha-Puntalón. Que nadie entendía por qué avanzaba tan lento… hasta que los especialistas lo explicaron a los simples mortales: complejidad técnica.
¡Joder! ¿Cómo no habíamos caído? ¡Claro, hombre, claro! Complejidad técnica… Si es que Granada tiene mala follá hasta para el trazado de sus carreteras. A esas alturas, sin embargo, ya estaba en uso el túnel que atravesaba el Canal de la Mancha, por ejemplo… y por hablar de dificultades técnicas.
Entonces, aparecieron ellas. Las filitas. Y lo hicieron a lo grande: en forma de yacimiento mineral que obligaba a variar el recorrido de la Autovía hasta en un 80% y, por tanto, a volver a sacar a concurso unas obras que se estaban eternizando, como las pirámides de Egipto.
Pero ahora hemos sabido que no. O sea, que sí, que aparecieron las filitas. Pero que toda la pantomima de los concursos, las complejidades técnicas, los retrasos en la construcción de la Autovía y las mil y una penalidades que conllevó, tenían como fin último amparar el robo. O, si lo prefieren ustedes, la corrupción y el latrocinio, en forma de mordidas y de comisiones ilegales.
Lo explicaremos burdamente: salen unas obras a concurso. Una empresa amiga puja a la baja. Tan a la baja, que hay que concederle la contrata. Por lo del bien público, el ahorro y demás. Al poco tiempo, comienzan los problemas, en forma de complejidades técnicas. O de filitas, ya que estamos. Porque, ¿qué ciudadano de a pie va a discutir con los técnicos del ramo sobre las jodidas filitas, un mineral del que desconocemos hasta su color?
A partir de ahí, las trapisondas, los chantajes y la presión. Los cambios sobre plano, las derramas, las re-negociaciones, las paralizaciones de las obras, el cabreo ciudadano y, finalmente, los sobrecostes. Y, de su mano, por supuesto… las viles mordidas canallas.
Jesús Lens