Me da mucha rabia no estar hoy en Granada y, por ende, no poder ocupar mi asiento en el Palacio de los Deportes, a las seis y media, cuando el árbitro lance el balón al aire y comience un nuevo partido de nuestro CB Granada-Covirán.
A lo largo de estos cuatro años ha habido partidos más o menos importantes, pero posiblemente ninguno tan singular como el de hoy. Es cierto. No nos jugamos Copa alguna. Ni el ascenso. Ni siquiera es un partido de play off. El partido de hoy, en una fría tarde de noviembre, no debería tener trascendencia alguna, más allá de sumar una nueva victoria en el casillero. Y, sin embargo, se me antoja trascendental. Por una cuestión de química, fundamentalmente.
El baloncesto, como todos los deportes de equipo, requiere de una alquimia especial en la que debe combinarse a la perfección el aspecto físico y técnico del juego con la química entre los jugadores, el banquillo y la afición.
Este año, antes de arrancar la temporada, la parte física del equipo parecía perfectamente resuelta con la renovación de buena parte de los jugadores que tan buen resultado dieron el año pasado, yendo mucho más allá de lo que los pronósticos más optimistas pudieran hacernos pensar al comienzo de la competición. Además, se incorporó a dos fichajes de campanillas: Earl Watson y Diego Kapelan.
Sin embargo, la química del equipo no era buena. Ni cuando fuimos efímeros líderes ni después, cuando empezaron a encadenarse las derrotas. En cualquier colectivo humano, las dinámicas son básicas. Y las dinámicas, ganadoras o perdedoras, tienen mucho más que ver con la mentalidad, la fortaleza mental y el buen rollo que con el físico, la suerte, los árbitros o la técnica.
De ahí que, tras encadenar una serie histórica de cuatro derrotas consecutivas, algo inédito hasta la fecha en la historia de este CB Granada-Covirán, hoy toque conjurarse para ganar. Para ganar bien y no de cualquier manera. Para ganar en equipo y recuperar la química entre los jugadores, banquillo y afición. Con buena onda, como dicen nuestros hermanos de allende los mares.
Jesús Lens