Deflection

En el baloncesto, como en el resto de deportes profesionales, las estadísticas tienen cada vez mayor importancia a la hora de confeccionar equipos y establecer estrategias. Vean la maravillosa película “Moneyball” para comprobar hasta qué punto, un tipo con un ordenador y un programa estadístico, sabe más de su equipo que el aficionado más fiel, constante y recalcitrante del mundo.

En la NBA, además de las estadísticas habituales -mejores anotadores, reboteadores o repartidores de juego- cada vez se estudia con mayor atención la llamada estadística avanzada. Y ahí reside un concepto que me parece maravilloso y de la mayor actualidad, con múltiples lecturas y aplicaciones: Deflection.

Su traducción al español tendría un doble sentido. Por un lado, deflection sería equivalente a desviación. Aplicado al básket, sería ese leve toque al balón que, sin suponer una recuperación o una pérdida para el contrario, evita que la bola circule con normalidad, impidiendo que llegue a las manos del destinatario del pase, desbaratando la jugada diseñada por el entrenador.

Aparejado, el segundo sentido del concepto: deformación. Ese sutil toque al balón, realizado por un defensor abnegado, enmaraña el juego y rompe los esquemas y la dinámica del partido, tanto a los atacantes como a los propios defensores.

En muchos casos, la deflection convierte el partido en un caos momentáneo: el balón queda sin dueño, los jugadores se lanzan como posesos por él y el resto de la jugada resulta impredecible, pudiendo terminar con los propios atacantes machacando el aro a placer, al haberse desestructurado la defensa, o con un cambio de posesión y un letal contrataque.

Pero es que, además, la deflection es la jugada que más efectos colaterales provoca, tanto en los propios jugadores como en los espectadores de las canchas de la NBA: al generarse el caos, los jugadores se ven obligados a salirse del guion y, a menudo, protagonizan extraños escorzos y aparatosas caídas, tratando de recuperar el balón. Y, como en los pabellones estadounidenses hay asientos a pie de pista, no es extraño ver a morlacos de 120 kilos aterrizando sobre el regazo de privilegiados espectadores… cuyas cervezas y refrescos quedan esturreados por el parqué.

¡Vuela amigo, vuela alto…!

¡Cuántas lesiones, también, provocadas por el fragor de la batalla desencadenada tras ese mínimo toque que desvía la trayectoria de un balón, generando el caos y el desconcierto en la cancha! Como la vida misma, oigan.

Jesús Lens

Eliminados

¿Cómo? ¿Eliminados? ¿En serio? ¡No es posible! Si el Europeo era nuestro…

Cuando el Europeo todavía era nuestro

Si usted no es un experto aficionado al deporte de la canasta y ha seguido el Eurobásket a través de la televisión, el jueves por la noche se acostaría con cara de estupefacción, sin entender nada.

¿Cómo es posible que perdiera la España de los inconmensurables Gasol, la experiencia de Navarro y San Emeterio, la magia del Chacho o la pujanza de los Hernángomez, que tan bien se habían acoplado al equipo?

Es lo que tiene que, retransmitiendo y comentando los partidos, haya forofos y no periodistas y/o analistas que digan lo que ven. Por supuesto, (casi) todos queremos que gane España, pero hay que ser serios y rigurosos. Y, de forma fría y objetiva, hay que decir que el Eurobásket se le ha hecho eterno a una España que se paseó en partidos intrascendentes, pero a la que se le atragantó el primer choque serio, contra Croacia. Los turcos, en octavos, nos marearon durante toda la primera parte y contra una Alemania capitidisminuida, fue necesario que Marc Gasol nos sacara del entuerto a base de… triples.

Entonces llegó Eslovenia. Mi Cuate Pepe me lo había hecho notar desde el primer día, tras ver su esplendorosa puesta en escena: ¡son buenísimos! Y ya lo creo que lo son. A estas alturas, todos lo sabemos, ¿verdad? El Dragón Dragic, el merengue Randolph y… ¡Luka Doncic! Wonder-Boy. Sin olvidar al resto de un equipo joven, cohesionado, con hambre y concentración.

De repente, el mejor Ricky de la historia ya no metía triples providenciales, a los Gasol les faltaba combustible, los jóvenes se precipitaban y el Chacho se perdía en sus juegos malabares.

Lo de Eslovenia fue un baño, efectivamente. Un baño de realidad. Un baño que, sin embargo, no debe desanimarnos. Tenemos que pelear por el bronce, el próximo domingo. Y es necesario encarar el futuro asumiendo que el tiempo pasa y que toca adaptarse. La NBA se lo pone muy difícil a sus jugadores, las temporadas son cada vez más largas y exigentes y la veteranía y la experiencia de los Júnior de Oro, la mítica Generación de los 80, ya no son suficientes para sostener a una selección que tantas alegrías nos ha dado.

Y que nos seguirá dando, ojo, aunque ya no sea obligatorio ni preceptivo ganar metales.

Jesús Lens

Pena de ACB

Este año, en el descanso de uno de los partidos del CB Granada-Covirán, comentaba con alguien lo del ascenso a la LEB Oro. Él sacó a relucir la posibilidad de volver a la ACB y se quedó ojiplático cuando le dije que a mí, la ACB, me dejaba frío. Que me gustaría que el equipo subiera a LEB Oro, por supuesto, pero no quería oír nada de la Liga Endesa.

Ayer, la ACB votó a favor de repescar al Betis, equipo que descendió la temporada pasada después de hacer una lamentable campaña. No me he molestado en averiguar las razones. Me dan lo mismo. La ACB es una chufla. Un cachondeo.

A la vista está que los equipos deben contratar a buenos abogados antes que a buenos jugadores: al final, los despachos acaban siendo mucho más importantes y decisivos que las canchas.

Decía Don Vito Corleone que no necesitaba a más gángsteres con metralletas. Que los abogados, con sus carteras, eran mucho más útiles y efectivos. En la ACB ocurre lo mismo. ¿Para qué molestarse en confeccionar un buen equipo de deportistas que se dejen la piel, pudiendo tener a un equipo de abogados que, en agosto, te devuelvan a la máxima categoría?

18 equipos participarán en la Liga Endesa la próxima temporada. ¡Toma del frasco! Además, este año, con el invento de las Ventanas de la FIBA -otro organismo desacreditado y lamentable- que obligará a disputar partidos internacionales en mitad de la temporada; los equipos deberían invertir, también, en mejorar su estructura médica y en potenciar a su plantilla de fisioterapeutas: los jugadores van a caer como moscas.

Lo denunciaba Sergi Llull, antes de su terrible lesión: no cuentan con los jugadores. Son el eslabón más débil de la cadena. Tal y como señala en una entrevista con El Mundo: “Los jugadores tenemos poco que decir porque no se nos escucha. Los que jugamos a esto somos los jugadores; se tenía que velar más por nosotros, por nuestro nivel físico y nuestra salud. Es algo que no acabo de ver muy claro”.

Reconozco que no sigo la ACB desde hace tiempo. Me parece una competición absurda que se resuelve en dos semanas del mes de junio. El resto es filfa. Solo veo la Copa del Rey y unos play off que, con 18 equipos, lo mismo terminan en agosto.

Jesús Lens

 

De diez

Ayer estuvimos celebrando una de nuestras citas obligatorias del año: reunirnos para comer sardinas como inauguración del verano y cerrar la temporada de baloncesto. Que al baloncesto no jugamos, pero que la temporada hay que despedirla. Eso es inexcusable.

 

Entre los comensales, José Manuel, al que ustedes conocerán porque ha sido el estudiante que mejores resultados ha obtenido en la pasada Selectividad. O Pebao, como se llama ahora.

No voy a decir que a José Manuel lo hemos criado en nuestros pechos, expresión cariñosa, pero enormemente egoísta. Porque, a José Manuel, lo han educado sus padres, Regina y el otro José Manuel. El nuestro. Eso sí, y siendo honestos… ¿saben ustedes la alegría que nos ha dado la noticia y lo que hemos presumido estos días?

 

Durante la comida tratamos de chinchar a José Manuel, de tensionarlo un poco, metiéndole caña a ver si le sacábamos los colores. No hubo forma. Que de casta le viene al galgo y la naturalidad, sencillez y humildad con la que asume lo que, para él, no ha sido más que una casualidad, es pasmosa. Aunque él bien sabe que, de fortuito y casual, poco. Pero no hace ni un alarde.

A José Manuel le conocimos, sobre todo, jugando al baloncesto, cuando era un chavalín y había que dejarle tirar a canasta sin ponerle tapones.

 

Un día, tras tiempo sin jugar con él, volvió a la cancha. Y el niño había crecido. Y nos machacó, en ataque y en defensa, con la misma naturalidad con la que ahora ha sacado una buena colección de dieces. Como si robar balones y meter triples fuera tan normal como respirar.

 

Le preguntamos por el futuro, pero no es algo que parezca preocuparle. José Manuel sabe que va a estudiar lo que quiere y lo que más le apetece y, después, ya se verá.

 

Su confianza, carente de cualquier atisbo de divismo, duda o zozobra, es un extraordinario ejemplo para una panda de cuarentones que todavía tenemos mucho que aprender.

Cuando se habla de la juventud, y se escuchan tantos tópicos, yo procuro abstraerme y no entrar al trapo. Desde ahora, además, recordaré el ejemplo de nuestro José Manuel, un chaval extraordinariamente normal. O normalmente extraordinario. Deportista, inteligente, currante y con las ideas muy claras: el futuro es algo que se construye día a día, con trabajo, esfuerzo, alegría y sencillez.

 

Jesús Lens

El Gallo de Morón

Para un periodista deportivo, las ruedas de prensa de Pablo Pin, entrenador del CB Granada-Covirán, deben ser toda una golosina, dada la claridad con la que habla después de cada partido.

20160130.- FOTOGRAFIA: GONZALEZ MOLERO. PARTIDO DE BALONCESTO ENTRE EL COVIRAN GRANADA Y EL BRICO DEPOT CIUDAD DE VALLADOLID.

Cuando terminan los choques, mientras los jugadores se juntan en el centro del campo para unir las manos, conjuramentarse y saludar a la afición, Pablo Pin se dirige, discretamente, al túnel de vestuario, sin gesticulaciones ni aspavientos. Alguna vez saluda a su familia, levantando el brazo tras una victoria y con una sonrisa en su rostro, pero lo normal es que se retire rápidamente, imagino que a reflexionar sobre el partido, antes de enfrentar las preguntas de los periodistas.

 

El partido del pasado sábado fue nefasto para nuestros chicos. Un cúmulo de dejadez y despropósitos que convirtieron a los aguerridos jugadores de Morón en poco menos que aspirantes al anillo de la NBA. De ahí que Pablo Pin fuera extraordinariamente crítico con la actitud de unos jugadores que dieron por ganado el partido antes de disputarse, saliendo a la cancha con una displicencia que condujo inexorablemente a la derrota.

20160416. FOTOGRAFIA: GONZALEZ MOLERO. BALONCESTO COVIRAN GRANADA.

Solo el joven -y cojo- Carlos Corts salvó la cara. Los demás, infames. ¿Cómo no recordar, llegados a este punto, la célebre leyenda del Gallo de Morón? La historia es sencilla: tras varias semanas de enfrentamientos entre los vecinos de la localidad hispalense, a comienzos del siglo XVI, la Real Chancillería de Granada envió a un juez bravucón a imponer la paz, presentándose con la siguiente divisa: “Donde canta este gallo, no canta otro”.

 

Los vecinos, cuando se hartaron de su chulería, enterraron sus diferencias y, unidos, prendieron al juez, lo desnudaron y lo apalearon sin miramientos, acuñándose desde entonces el célebre: “Te vas a quedar como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando en la mejor ocasión”.

Desde mitad de la temporada pasada, el CB Granada-Covirán tiene a un simpático mono de peluche como talismán. Dado que aún tenemos por delante la parte más importante de la presente campaña, ¿qué tal si incorporamos a un gallo peleón a la nómina de amuletos, que haga recordar a los jugadores que, si no pegan bocados en defensa, como dijo Pin, y si no están plenamente concentrados en el partido desde el arranque hasta su finalización, podemos volver a terminar como el gallo de Morón: sin plumas y cacareando?

 

Jesús Lens