Skyfall

Una cosa que sigo sin comprender es como “Quantum of solace” podía ser tan rematadamente aburrida. ¿Quién autorizó aquel guion? ¿Cómo pudo pasar el filtro uno de los malos más patéticos y lamentables de la historia de los malos en el cine?

Aún no me lo explico.

Por eso, la llegada del nuevo 007 me dejó más bien frío. De hecho, lo más ilusionante del espía fue verle al servicio de Su Majestad, en la ceremonia de inauguración de las Olimpiadas, en un ejercicio metacinematográfico resuelto con gracejo, ironía y humor. Grueso. Pero humor, al fin y al cabo.

 

Como ya no veo tráilers de películas ni programas de “Cómo se hizo…”; como ya no leo entrevistas ni reportajes antes de ver las películas; lo único que sabía de la nueva entrega de 007 antes de entrar a la sala era que aparecía Javier Bardem. Teñido de rubio. Y disfrazado de policía. Que lo vi en una foto.

Una sala, dicho sea de paso y enlazando con estas notas, que un martes a las 9 de la noche, de un aforo posible de 489 plazas, estaban ocupadas doce de ellas. Y, claro, no había calefacción, aun en mitad de noviembre. Y hacía un frío de narices. Un frío acrecentado por la experiencia de pagar veinte euracos largos por dos entradas, una birra y unas cortezas, unas patatas y tal.

Pero volvamos a “Skyfall”. A su arranque. A ese adrenalínico prólogo inherente a las películas de 007 que, después, han copiado otras sagas como la de Indiana Jones o la de Misión Imposible.

 

Un prólogo extraordinario, claro. Acción, espectacularidad y humor. Grueso. Porque este nuevo 007, interpretado por Daniel Craig, es poco sutil, poco irónico y poco locuaz. Es un mastuerzo. Y punto.

Después, el planteamiento. Interesante. Muy bien presentado y avanzando a un ritmo notable. Tras haber pasado por Estambul y la olímpica Londres, nos trasladamos al Extremo Oriente, de Shanghai a Macao. Las secuencias, oníricas, del rascacielos de la ciudad china son fantásticas. Y el episodio en el casino de Macao… ¡un clásico!

 

Y, por fin, una hora después de comenzada la película, llega él. El hombre. El malote. Nuestro Javier Bardem. Y sí. Está imperial. Dejando las filias y las fobias que su personaje de carne y hueso provoca, Bardem es un actorazo como la copa de un pino que, cuando hace de malo, es el peor de los malos, el más inquietante, el más desasosegante.

La resolución final de la película, en Escocia, está igualmente bien trenzada y mejor resuelta; sin entrar a detallar nada de la trama, las motivaciones o el desenlace de una cinta.

Una cinta, eso sí, que bebe directamente del Batman de Nolan. De ese Batman otoñal, cansado y viejuno. Porque si hay un tema en este “Skyfall”, remachado de forma excesiva, a veces, es el del paso del tiempo, el envejecimiento y la mirada atrás. Por eso, los paisajes escoceses son un páramo vacío y despojado. Por eso, en esta entrega de 007, los gadgets… bueno. Que vayáis a verla y hablamos.

 

Y que, desde luego, para quiénes empezamos a sufrir los estragos del paso del tiempo en nuestras carnes, huesos, músculos y tendones; este “Skyfall” tiene lecturas especialmente atractivas.

Jesús Lens. El bondiano

Veamos los 8 de noviembre de 2008, 2009, 2010 y 2011