¡Máxima atención, headhunters, cazatendencias y prosprectores del futuro laboral! Después de ver la segunda parte de “Blade Runner” y de tragarme íntegramente la serie “Westworld”, veo muy claro cuál será una de las profesiones del futuro: la de escritor de biografías falsas.
O, mejor dicho, la de inventor de biografías, que no es lo mismo. Biografías para esos robots que, según los profetas, nos acompañarán de aquí a nada, en cuanto la inteligencia artificial sea una realidad tangible y palpable en vez de un argumento para apocalípticas distopías de ciencia ficción.
Porque los robots -denominación que urge actualizar, que “robot” tiene unas connotaciones que para nada les favorece- también tienen su corazoncito, aunque sea de metal. Y nos van a exigir un relato para sus vidas. Las célebres preguntas que todos nos hacemos en las noches de verano -sobre todo, después de unas sangrías- tumbados en la arena de la playa o sobre la hierba del prado, mirando al cielo estrellado; los robots se las harán desde el instante en que cobren conciencia de sí mismos: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?
Y ahí es donde entramos nosotros, los humanos. Sobre todo, los cuentistas. ¡Nos vamos a poner la botas, con este nuevo género literario! Ojo, que tampoco es nada realmente novedoso: John Ford ya escribía las biografías completas de los protagonistas de sus películas y se las daba a los actores, para que interiorizaran sus personajes y les sirvieran para comprender sus reacciones y comportamientos.
Hace un tiempo invité a algunos amigos a un divertimento / experimento literario: escribir una biografía fingida de nosotros mismos, en primera persona y en un máximo de 500 palabras. ¿O eran 1.000? Quizá fueran 300… Da lo mismo. Lo importante era fabular, imaginar, soñar y, por supuesto, mentir. Como bellacos.
Recuerdo que me divertí mucho con aquel experimento. Lo que nunca imaginé es que, en el futuro, pueda ser una profesión, una forma de ganarnos la vida; un género literario en sí mismo que requerirá de un agresivo formato transmedia para que nuestros hermanos robots nos compren las historias que, sobre ellos, vayamos inventando.
Y ahí sí que no caben el tongo o la manipulación. El consumidor tendrá la última palabra y será quién decida si hacer suya la vida que tú le has inventado… y continuar con ella. ¡Qué curiosidad! ¡Qué responsabilidad!
Jesús Lens