Tú, amante de las palabras, enamorada de la gramática y tan adicta a los diccionarios como Charlie Sheen a… bueno, a casi todo lo que puede ser adictivo; estabas pidiendo a voces tener un blog.
Porque las redes sociales, el Twitter y el Facebook, los buzones de mensajería instantánea y los mails están muy bien, pero no son suficientes.
Aunque llevas mucho tiempo trabajando entre letras y palabras, hay muchas cosas que solo se pueden escribir, decir y publicar desde una tribuna individual, privada y personal.
Y tú tienes mucho que decir. Y que contar, opinar, proponer, debatir, sacar a colación, expresar, discutir y comunicar.
Por todo ello, ¡enhorabuena! ¡Y gracias! Estoy convencido de que esta nueva bitácora, dCabeza, nos va a proporcionar muchas y muy buenas alegrías.
Habrá veces que pienses que, en vez de dCabeza, le tendrías que haber puesto dCulo: estarás cansada, harta y, quizá, sin ganas de escribir.
Todo eso es pasajero. Las ganas siempre vuelven. Igual que, a veces, se van.
¿Todos los días? Quizá no todos, pero sí la mayoría. Y no siempre hay que escribir. A veces una foto, una imagen o enlazar un artículo es más que suficiente. ¡Como tú te sientas! ¡Como tú lo sientas!
Es curioso y sintomático. Ahora, la edición digital de El País se está encontrando con la sorpresa de que artículos o reportajes publicados hace meses, incluso años, son redescubiertos por lectores que los lanzan a las Redes Sociales y acaban convirtiéndose en lo más leído del día. Ejemplo: El negro. Majestuoso.
La actualidad no siempre manda. O, quizá, hay temas que nunca pasan de moda y siempre son actualidad.
Así que, no te agobies. Escribe tan bien como sabes y cuenta lo que te apetezca contar. Es tu espacio, es tu bitácora.
¡Es tu cabeza!
Y gracias a tu, a vuestra feliz iniciativa, ahora podremos saber, un poquito mejor, que fluye, borbotea y ruge ahí dentro.
¡Seremos testigos de excepción de tus conexiones neuronales!
Seguidores impenitentes, jueces implacables.
Querida Raquel, has traspasado la línea de no retorno.
¡Bienvenida al Infierno! 😉
Jesús bloguero Lens
A ver qué blogueábamos los pasados 10 de enero: 2009, 2010 y 2011.
La columna de hoy de IDEAL está escrita pensando en los lectores del periódico de papel. Con guiños concretos. Pero, por supuesto, habla también sobre Blogs, Internet, modernidad y futuro de los medios… a ver qué opináis. De momento, nuestro compay Javier Barrera ya ha escrito ESTAS interesantes reflexiones en su magnífico blog, Periodismo al pil pil…
Una de las conclusiones que saqué de las séptimas jornadas sobre Blogs y Medios de Comunicación de Granada, organizadas por la Asociación de la Prensa, fue que era necesario matar a los Redactores Jefes de los periódicos para que el periodismo pueda sobrevivir. Así de radicales fueron algunas de las tesis planteadas en unas jornadas que oscilaron entre la defensa de la pureza virginal de la profesión y la necesidad compulsiva y obligatoria de hacer marca, recaudación y negocio con el ejercicio del periodismo.
Cuando uno se acerca a los cuarenta años de edad, ya lo admite casi todo. Por ejemplo, escuchar de profesionales del gremio que el problema de su profesión es la mercantilización del oficio. Inenarrable su defensa de un periodismo cándido e inocente en el que no deberían tener cabida los grandes conglomerados mediáticos, las transnacionales de la información, ni la «corrupción» inherente al marketing, la publicidad y la información institucional. Angelitos. Imagino que ya tendrán tiempo de caerse del guindo.
Y, por otra parte, me fascinó el apocalíptico tono de otros participantes. ¡Ya nadie parece creer en esa cosa que, ahora mismo, tiene usted entre manos, querido lector! Nadie parece creer en el futuro del periódico. ¡Qué pena! Por mucho que mimemos nuestro Blog, y alimentemos nuestras activas cuentas en Twitter, Facebook y demás redes sociales, por mucho portátil, microportátil o smartphone que uno lleve encima, siempre conectado y on line… el rito del café y el periódico mañanero que deja los dedos tiznados de tinta sigue siendo insustituible.
Este tipo de encuentros son necesarios. ¿Hacia dónde va el periodismo? Porque la respuesta a esa pregunta tiene mucho que ver con el hacia dónde va nuestra sociedad. El mensaje era claro: estamos inmersos en la peor crisis de la historia. Pero, precisamente por ello, se abren todas las posibilidades frente a nosotros.
Yo me hice la siguiente composición de lugar: el periodismo del futuro exigirá lo mejor de los mejores y más formados profesionales. Será extremadamente especializado, en base a la hipersegmentación del público demandante. Y su acceso (debería ser) libre y gratuito. ¿Qué les parece? ¿No echan algo de menos en tan idílico y utópico triángulo? Porque la pasta también importa…
Las crisis, es lo que tienen. Confundimos los deseos con las realidades. Y la calidad, o se paga o no existe. Sencillamente. Lo siento. No creo en el gratis total. Y entonces se pronuncia la palabra, Google, y se hace un silencio reverencial. Google. Amarás a Google por encima de todas las cosas. A una empresa con casi 2.000 millones de dólares de beneficios en el primer trimestre del 2010. ¿Acabará el periodismo con el Redactor Jefe, será Google quién termine contratando directamente a los mejores y más reputados periodistas y, para leerles, habrá que hacerse obligatoriamente con un iPad o chisme similar? Sí. Son tiempos interesantes. Y, quizá, lo que tiene usted en las manos ya es una pieza de museo. ¡Cuídelo!
-Este año hay que correr con un gorro verde – dijo alguien del grupo.
¿Un gorro de verde? ¿Qué era eso? ¿Significaba que íbamos a hacer una excursión al Tirol o algo parecido?
Nada de eso. Se trataba de la «Mañanabuena», una original combinación de deporte, celebración navideña y disfrute lúdico de la naturaleza por una Vega granadina, que esa mañana, si los elementos se congraciaban, podría estar cubierta con un manto nebuloso y frío. Un frío que se presiente con tan sólo otearlo.
Hace lustros que comenzó ese rito. En principio algo extraño y, tal vez, planeado contra corriente, en una mañana que adquiere una configuración distinta al resto de las mañanas del año. Una mañana que es el preludio de una noche que se torna mágica y familiar. Fría y misteriosa. Entrañable y nostálgica.
Una mañana en el que el ajetreo de las calles y plazas de los pueblos y ciudades se convierte en un saludo cálido y fraternal entre personas conocidas y no conocidas.
Con esa imagen en la retina, ese grupo de corredores, se imaginaba la población que iban dejando a sus espaldas, mientras avanzaban sigilosamente enfundados en sus mallas técnicas y resguardando sus manos con guantes oscuros. Tan sólo esos gorros verdes de Papa Noel hacían presagiar que nos encontrábamos ante el grupo que cada «Mañanabuena» surca bajo aquel manto nebuloso y frío un vasto territorio verde y precioso.
Mientras corrían gozosos, sabían que el pueblo del que partieron se estaba preparando para la madre de las fiestas familiares. Cada zancada, que hacía crepitar con estruendo las frías y secas hojas caídas del otoño, se conciliaba con el entorno, sin que importara no poder estar en ese momento plácidamente charlando en una de las muchas acogedoras tabernas de la localidad, que ya estaban disponiendo sus chimeneas de estruendosa llama para poder saborear junto a ella un polvorón de Antequera y una copa de Anís de Rute.
Pero ellos sabían que a cada paso dado tenían más cerca ese momento mágico en la calle Sacristía donde una generosa Carmela -madre de nuestro Compae Paco- nos ofrecería lo mejor de su despensa navideña.
Pero volvamos a los prolegómenos de la ruta de 15 kilómetros por la Vega. A ese momento mágico en el que, previamente a lanzarse a la fría Vega, estos corredores frente a una taza de humeante café se mezclan con los parroquianos en ese cálido bar situado a la entrada de la localidad.
¡Verde que te quiero verde! -dijo el poeta en su momento.
Un color y un grupo en torno a esa tonalidad cromática. Verde por la cerveza, verde por el estado físico de muchos de sus integrantes, verde por los escasos tonos en las hojas de las alamedas de la Vega de Pinos Puente. ¡Verde, verde, verde…!
El frío invernal hace su aparición en la mañana del recién estrenado invierno. Poco a poco van llegando al punto anual de reunión para esta fría, pero al mismo tiempo, calurosa mañana.
– ¿Habéis desayunado?
– ¡Yo sí! ¡Ponme una copa de coñac que me quite el frío! ¿Me dejas el periódico? Seguro que han publicado, como el año pasado, dos cuentos de Navidad en el periódico Ideal, surgidos de dos grandísimos dueños de la letra y amos del arte de escribir.
Y sin abandonar los guantes que enfundan sus templadas manos, de un trago, el fuego apagado del alcohol penetra hasta el fondo de su estómago.
– ¿Cómo puedes? A mí me pones un café bien caliente y una tostada. Con mantequilla y mermelada. ¡Energía y un poco de grasa, que falta nos van a hacer! -replica otro de los agregados a esta verde cita que comienza a hacer historia.
Saludos y más saludos. El grupo va creciendo por minutos. Es momento de compartir charla y zancadas. Lejos quedan esos momentos de tensión en las competiciones; de sufrimiento en largas tiradas, series o entrenamientos; de alguna cerveza compartida…
Alguien rompe este armónico desorden y activa la alarma de la Mañanabuena:
¡Vamos, que nos vamos!
Una quincena de kilómetros les espera para soltar las preocupaciones acumuladas del año, para charlar de lo que pudo ser y no fue, del trabajo, de la familia, de los querubines que nos trajo el 2.009… Incluso de algún amor que se cruzó en el camino y tal como vino, se fue.
El vaho que exhalan sus bocas tras las primeras zancadas se pierde en décimas de segundo. Alguien se pone a la cabeza pero rápidamente le instan a que afloje el ritmo. No es momento de hostilidades sino de disfrutar de ésta, nuestra pasión y locura. El asfalto refleja el sonido de las pisadas y, a lo lejos, una difusa neblina permite vislumbrar algún solitario cortijo y ese mítico castaño que aún se mantiene en pie tras el transcurso incesante de décadas pasadas.
Unos lejanos ladridos simulan la escasa presencia vital de la fría estación.
Cuando entraron por las puertas, Carmela no prestó ni la más mínima atención al Compae. Y eso que el muy malandrín llevaba varios días sin pasar a verla. Y, por una vez, tampoco se volcó en José Antonio, buen amigo de su hijo desde tiempos inmemoriales. Aquella mañana, Carmela sólo tuvo ojos para Javi, que llegaba maltrecho, un poco escacharrado.
Pero muchacho ¿qué te ha pasado?
Un perro, señora, un perro, que comenzó ladrando muy de lejos y acabó dándonos una buena corrida…
Y una pequeña mordida. Eso os pasa por bullas, fuguillas y acelerados -dijo Gregorio, bromeando ante la malla rota de Javi, percance más aparatoso que realmente peligroso.
Javi, sonriendo, le echó la culpa a un Antonio que, además de hincarse un coñac, venía con mono de Vega, pero éste no dejó pasar la oportunidad:
Si es que Víctor es un provocador, señora Carmela.
¿Provocador? Con esa cara de angelito que tiene…
Y todos prorrumpieron en estentóreas carcajadas.
Las Verdes, un heterogéneo puñado de amigos que habían conseguido convertir una primigenia relación virtual en una verdadera amistad, real, material y perdurable, consolidándose como una peña a la que no mueve otro afán que el de disfrutar de una afición común: correr.
Pero ¿y esto? ¡A esta criatura no le podemos dar un anís!
Onio acababa de entrar en la casa de Carmela, tirando de uno de esos carritos adaptados para quiénes gustan de conciliar la vida familiar con la deportiva.
Al niño no, pero a mí… ¡id poniéndome una copita!
Y, tras él, asomaron la cabeza Mario, Javi, José Manuel, Jesús, Txomin, Cristian… aquello amenazaba con convertirse en el caótico camarote de los Hermanos Marx.
Entonces llegó una tronante voz desde la calle:
– ¡A ver! ¿Qué escándalo es éste? ¡Fuera y alto a la Guardia Civil todo el mundo!
Y allí estaban, Abel y Daniel, disfrazados del Duende Verde de los tebeos de Spiderman, invitando a todos los miembros de Las Verdes que habían participado en la Mañanabuena a ponerse el gorro preceptivo y a brindar por el año que se terminaba, repleto de grandes momentos atléticos para todos y, sobre todo, a levantar los vasos por el año entrante, cambio de década, umbral para una nueva época de entrenamientos, largas tiradas, series, exigentes carreras y desafíos al límite que, sin embargo, al calor del hogar de la casa de Carmela, no parecían tan terribles, ni mucho menos…
José Antonio Flores, Jesús Lens y Gregorio Toribio.
Hoy, día del célebre sorteo de la lotería de Navidad y a modo de celebración conjunta de la misma, Jose, Gregorio y Jesús, tres amigos de las letras, de los espacios virtuales compartidos y de una afición tan reconfortante como es la de correr; hemos querido regalar a todos los lectores de nuestras Bitácoras un relato encadenado, escrito a seis manos.
A cada par de manos (o manazas, los lectores lo determinarán) corresponden exactamente 408 palabras del texto de ahí arriba que, por tanto, consta de 1.224 sustantivos, verbos, pronombres, artículos y adjetivos a través de los que hemos querido rendir homenaje a todos los amigos de Las Verdes, a ese deporte que tanto nos gusta y nos une y a una celebración muy especial: la Mañanabuena.
Esperamos que os haya gustado. También lo tenéis AQUÍ, blog de José Antonio, y AQUí, en el de Gregorio.
En parte, es cierto que por exhibicionismo, como decimos en este reportaje que hoy publica IDEAL.
Pero también por más razones.
En serio. A María, es verdad, se lo conté mucho mejor, en esta entrevista, cuando le decía que los Blogs son como ventanas: permites que, desde fuera, se vea algo de lo que hay dentro de tu casa. Pero, desde dentro, también sirven para mirar, observar, contemplar y pensar acerca lo que pasa por la calle.
Los Blogs son puntos de encuentro en los que, a partir de una imagen, un texto, una frase, un artículo, un cuento o un pensamiento; se vierten múltiples opiniones y se genera debate. O, al menos, eso es lo deseable.
Bloguear te permite respirar libremente, con inmediatez y desde cualquier lugar. Pero, ojo, que nadie piense que en las columnas del periódico somos más exigentes que en los Blogs. Ni mucho menos. Son formatos distintos, pero conceptos complementarios. Las entradas de los Blogs hay que currárselas para que tengan interés y seguimiento.
Y están los amigos. Las filias que se generan, la peña a la que conoces, los compañeros blogueros que haces, con los que luego te vas de birras, de las que surgen nuevos proyectos e ideas. Como los Liblogs o los Cuaversos.
Que duran lo que duran y luego se extinguen. O perduran.
Bloguear, además, te obliga a hacer cosas. Para luego contarlas. Porque un Blog te convierte en un Cuentacuentos. En un Inventahistorias.
Escribir un Blog hace que muchos de los acontecimientos cotidianos de la vida se conviertan en objeto de narración. Y, por tanto, de reflexión. Y de imaginación: ves una película, y la cuentas. No la película, sino lo que te ha parecido. O un libro que lees, un concierto al que vas o un rico arroz que te comes. Así, descubres cosas nuevas.
Tom Spanbauer señala, en su libro «El hombre que se enamoró de la luna» que «la vida es un sueño y que todo es una historia que nos contamos a nosotros mismos. Las cosas son sueños, sólo sueños, cuando no están delante de nuestros ojos… lo único que evita que el viento se nos lleve son nuestras historias. Ellas nos dan un nombre y nos colocan en un lugar.»
Y los Blogs son uno de los vehículos a través de los que hacernos un nombre, aunque sea un Nickname, para colocarnos en el lugar que el Ciberespacio nos tiene reservado.
Y nunca olvidemos una cosa también muy importante: ¡bloguear es divertido! Mucho. Créanme.
Jesús Lens, bloguero convencido.
PD.- Y tú, ¿por qué blogueas… o no blogueas? Y ya puestos… ¿qué te gusta, qué te atrae de esto de los Blogs?
Sería muy interesante saber qué piensan periodistas como Javi Barrera o Paco Torres, los responsables del Multimedia de los periódicos IDEAL y Granada Hoy, respectivamente, sobre el punto de partida de la película «La sombra del poder», protagonizada por uno de esos periodistas tan de raza como de tinta, al que tantísima risa le dan las nuevas tecnologías y, sobre todo, ese nuevo periodismo del siglo XXI: blogs, chats, Internet, etc.
El contrapunto a ese reportero pasado de peso, listo y hábil, con una agenda más completa que las Páginas Amarillas, intuitivo y trabajador, al que interpreta un excesivamente pagado de sí mismo Rusell Crowe; es la excesivamente sosita compañera de redacción que, con su Blog, se ha convertido en la Niña Bonita de la plantilla de uno de esos vetustos periódicos yanquis que afrontan con dificultades la adaptación a esa Sociedad de la información de la que tanto se habla y tan difícil es de definir.
«Esto es una noticia. Información pura y dura. No tiene interpretación ni requiere de opinión. Hay que trabajar. Bajar a las catacumbas y arremangarse para seguir las pistas.»
Más o menos, eso le dice el veterano periodista a la joven posmoderna, cuando están investigando la muerte de la ayudante de un congresista que lidera una Comisión de Investigación sobre la privatización de las actividades militares norteamericanas en Irak, a través de una compañía que hasta en el nombre tiene resonancias a los mercenarios de Blackwater.
Siempre me han gustado los periodistas como protagonistas de películas y novelas de género negro y criminal. Y, en este caso, Crowe le da el punto de carisma que su personaje necesita para ser creíble, aunque, como decíamos, hay veces en que el ego le chorrea por las orejas.
Estamos ante un ejemplo más de ese cine nuevo y moderno que pone su objetivo en desenmascarar una de las lacras de este siglo XXI, la corrupción y el enorme poder de las grandes transnacionales, que ya son mucho más poderosas e importantes que los propios países, gobiernos y estados. Esa especie de gobierno en la sombra que, sin que nadie les vote y sin necesidad de refrendo popular, se van haciendo con las riendas de nuestra vida.
Una película ágil, bien contada, con los giros de guión oportunos y la necesaria dosis de (falta de) violencia que impide que se convierta en un fútil ejercicio de pirotecnia visual. Los personajes no llegan a emocionar, pero conectan con el espectador. La trama te atrapa, aunque no te imante a la pantalla.
Una de esas películas que se ven, se disfrutan, te hacen pasar un buen rato y te hacen sentir buena persona por ver un filme «concienciado», de los que sensibilizan al espectador, cuyo final argumental es el mejor posible y está excelentemente resuelto y cuyo final en imágenes, para quiénes escribimos en periódicos y, aún siendo adictos a Internet, seguimos adorando mancharnos los dedos con la tinta fresca del diario matutino, es impagable: la rotativa funcionando y vomitando miles de ejemplares de ese milagroso regalo diario que es un periódico calentito, recién salido de las máquinas.
Valoración: 6
Lo mejor: el canto romántico a un periodismo que todavía es posible y que, desde luego, es absolutamente necesario e imprescindible.
Lo peor: el personaje de Robin Wright Penn. Gratuito, ridículo e inasible. ¿Era necesario sacar a una rubia o qué?