TELEVISIÓN EN SERIE

¿Recuerdan esta imagen? Metemos una nueva de televisión porque, como espectador, esto me pasa a mí.

 

Que además de seguir las tradicionales «Perdidos», «Mujeres desesperadas» o «Prison break», me he enganchado a la HBO de forma radical. «Mad men» y «The wire» me tienen desvelado.

 

He devorado «Generation kill» y «Los Soprano». Me dicen que si no veo «The shield» no soy nadie y tengo en lista de espera las terceras (y sucesivas) temporadas de «Boston legal» y «El ala oeste de la Casa Blanca», por ejemplo.

 

O sea…

 

¡¡Un feliz y delicioso caos televisivo, la gran revolución del siglo XXI!!

 

Jesús Lens

EL ALA OESTE DE LA CASA BLANCA EN FRASES

Hace unos meses hablábamos de la amistad, a cuenta de un cadáver y una pala. ¿Os acordáis?

 

También hemos traído a colación frases y diálogos de «Boston Legal», sobre el tema de las relaciones amistoso-fraternales.

 

Hoy no puedo dejar de copiar este diálogo de un episodio de la segunda temporada de «El ala oeste de la Casa Blanca». A ver qué os parece.  

 

 

Navidad.

 

Leo McGarry, Director del Gabinete del Presidente de los EE.UU., ex alcohólico confeso, espera a que su ayudante, Josh Lyman, termine con una sesión terapéutica de urgencia a la que él le ha obligado a acudir, después de que haya estado teniendo un comportamiento inadecuado, áspero y hasta violento con algunos compañeros y hasta con el mismísimo Presidente.

 

A Josh le hirieron de un disparo, en un atentado, hacía unos meses. Y le han diagnosticado estrés postraumático, algo complicado para alguien que trabaja junto al hombre más poderoso del mundo y al que se le debe exigir una perfecta salud mental.

 

Cuando sale de su sesión de terapia, Josh se sorprende de que su jefe, siendo Navidad, esté allí, pacientemente sentado, leyendo un informe mientras espera a que termine una consulta clínica sin horario de finalización prestablecida. 

 

Leo, sin más, le cuenta la siguiente historia: 

 

«Un hombre va tranquilamente por la calle cuando cae en una zanja. Es muy honda y no puede salir. Un doctor pasa y el hombre le grita: 

 

  • ¿Oiga puede ayudarme?

 

El doctor escribe una receta, la tira a la zanja y se larga.

 

Luego llega un cura y el hombre le dice:

 

  • Eh padre, estoy aquí. ¿Puede ayudarme?

 

El sacerdote escribe una oración, la tira a la zanja y se larga.

 

Luego llega un amigo.

 

  • Soy yo, Joe. ¿Puedes ayudarme?

 

Y el amigo se tira a la zanja.

 

El hombre le dice:

 

-¿Eres bobo o qué? Ahora estamos los dos aquí.

– Sí. Pero yo ya estuve aquí antes y sé la salida.»

 

Se hace el silencio. Josh no sabe qué decir. Y Leo zanja la cuestión:

 

– Mientras yo tenga trabajo, tú tendrás trabajo. ¿Entiendes?

BOSTON LEGAL: RAROS & FREAKS

Hoy me han llamado raro. Otra vez.

Con todo cariño, para todos los raros del mundo,

Una nueva perla de sabiduría proveniente de Boston Legal.

A ver si os gusta más que la de la risa

 

El caso que había llevado Alan Shore atañía a una niña brillante, gran estudiante y mejor dibujante, que, por un accidente, no podía sonreír, en el sentido físico de la expresión.

 

Por ese defecto orgánico, no la querían aceptar en un colegio muy exclusivo, dado que la consideraban «anormal».

 

Cuando termina el caso, Alan Shore habla con ella:

 

  • ¿Has oído hablar de un filósofo griego llamado Epícteto?
  • No.
  • Era un hombre gracioso. Tenía una cierta alegría en el vivir. Epícteto comparaba a la gente normal con los hilos blancos de una toga: indistinguibles. Él quería ser el hilo púrpura de la toga, esa parte brillante que hace que todo lo demás parezca elegante y hermoso.

¿Por qué – se preguntaba Epícteto- me pedís que sea como la mayoría? Si lo hago, ¿cómo puedo seguir siendo púrpura?

 

La niña responde:

 

  • A veces, ser púrpura duele un poco.

 

Alan sólo se lleva las manos a su regazo y, cruzando una pierna sobre otra, concluye, mirando al vacío:

 

  • Sí.

 

Y la cámara se aleja.

 

FIN