Siempre que una frase lleva una adversativa, lo que importa no es lo que encabeza la oración, sino lo que sigue al ‘pero’ o al ‘aunque’ correspondientes.
Por ejemplo: respeto la decisión del juez de Alcázar de San Juan que anula la obligatoriedad del uso de las mascarillas porque se vulnera los derechos fundamentales, PERO me parece una temeridad de proporciones colosales. El juez de marras tampoco da el visto bueno a la petición de la Delegación de Sanidad de suspensión de las actividades colectivas de ocio por su carácter genérico e indeterminado, ni al cierre cautelar de parques y jardines. ¡Qué pelotazas!
¿Influirá esta decisión en el cierre del prostíbulo de dicha localidad, que generó un brote de coronavirus hace unos días? Verás tú que, resolución judicial mediante, reabre sus puertas como espacio para el ocio nocturno…
Son cosillas como esta las que nos devuelven la fe en el Estado de Alarma, tan denostado hace unos meses y que empieza a ser añorado, visto el sindiós que nos viene encima. Con esto va a pasar como con los escraches, el acoso y la intimidación: quienes empezaron por prescribirlos como receta de jarabe democrático, abjuran y echan pestes de ellos una vez que se les han vuelto en contra.
¿Se acuerdan de los cacerolos, clamando por el final del Estado de Alarma? ¿Se acuerdan de aquellos juegos florales sobre su constitucionalidad? Pues estamos a dos tensiones más de la curva de contagios para echarnos a la calle y pedir el mando único en la gestión de la segunda ola de la pandemia, esa de la que todos hablamos, pero que algunos se empeñan en no ver. Todo ello gracias a resoluciones judiciales tan miopes y marcianas como las de determinados jueces de Alcázar de San Juan, Madrid o Barcelona; que parecen vivir en sus particulares y togados mundos de Yupi.
Suspiraremos por el Estado de Alarma, también, por la inoperancia y la incompetencia de determinadas autoridades autonómicas. Por su imprevisión y falta de planificación en la toma de decisiones. Y por no dotar de recursos económicos suficientes según qué partidas, esenciales, para protegernos del virus. Las educativas, por ejemplo.
En Berlín, tras dos semanas de clase, han tenido que cerrar 41 colegios por niños y profesores contagiados. Un 4,5%, dado que alberga 825 escuelas. Y hablamos de Alemania en el mes de agosto. Disfrutemos (prudentemente) de lo que queda de verano, que el otoño se nos viene calentito.
Jesús Lens