Había empezado a escribir esta columna sobre la lacra de las mafias de la marihuana, que dejó otros dos muertos en la provincia la semana pasada. ¡Dos muertos, joder! A tiros. ¿Pero qué puedo escribir que no haya escrito ya antes? Me permitirán la frivolidad, por tanto, de hablarles de arte.
Estaba el pasado viernes frente a un aguafuerte de Picasso titulado ‘Joven escultor trabajando’, pero yo veía a un chavea iconoclasta, puñal en mano, amenazando con cortarle el cuello a un busto. “Ya te ha salido la vena negro-criminal”, pensé. “Lo tuyo es deformación profesional, vicio puro y duro”, me reprendí a mí mismo.
Seguí disfrutando de la soberbia ‘Suite Vollard’ del artista malagueño, que se puede contemplar en el Centro Cultural CajaGranada hasta el próximo 29 de enero. Se trata de un centenar de obras en papel de corte neoclásico en las que Picasso trabajó sobre temas como la escultura, el sexo (no siempre consentido), la bebida o el Minotauro, mi favorito. Esa mezcla de humanidad y animalidad que representa el animal mitológico, la fusión del Dr. Jekyll y Mr. Hyde en una sola criatura, es fascinante.
Busquen la historia de esta colección y la del marchante que hizo el encargo, Ambroise Vollard, si no la conocen. Es apasionante, empezando por los convulsos años de ejecución, entre 1930 y 1937, y por las vicisitudes de los 303 conjuntos editados, la mayor parte disgregados. De ahí la importancia de la muestra de CajaGranada: pocas veces tendremos la oportunidad de ver la ‘Suite Vollard’ entera y verdadera.
El caso es que iba paseando por la soberbia sala, la mejor y más espectacular de Granada, cuando me topé con el siguiente texto: “El buril, el punzón, la gubia en manos de Picasso se convierten en diamante, puñal o estilete para hendir la plancha de cobre o de cinc y dejarle huella para siempre”. Y sigue hablando de los “instrumentos crueles” que usaba el artista para dar rienda suelta a sus pasiones más oscuras. ¡No iba yo tan desencaminado con lo del puñal, aunque fuera en otro sentido!
Es lo que tiene cualquier obra de Picasso, hasta el trazo más sencillo: una fuerza arrebatadora. Autenticidad. Pasión. Al terminar de ver la obra gráfica del genio malagueño me asomé a la Colección Permanente de la Fundación, que siempre es un placer revisitar, para presentar mis respetos a una sorprendente cerámica con un rostro barbudo, también de don Pablo.
No dejen pasar la ocasión de disfrutar de la ‘Suite Vollard’. Este año se conmemora el 50 aniversario de la muerte de la muerte de Picasso y nos hartaremos de escuchar su nombre. Así ya llevan trabajo adelantado y los deberes hechos.
Jesús Lens