Vaya por delante que he visto los Goya fragmentados y a posteriori. Pero me lo he pasado pipa estos días, leyendo cómo han sido puestos a parir por todo el mundo. Y es que los Goya constituyen uno de los pocos casos que generan unanimidad entre los españoles: son un peñazo. Y punto. Y de eso hablo en mi artículo de IDEAL hoy…
Me refiero a la ceremonia de entrega, ojo. Que el reparto de premios y el éxito de “Truman” han sido muy bien recibidos por la mayoría de la gente. Pero lo de la Gala no hay quien lo solucione. Sobre todo, porque es imposible de solucionar. A ver: si los premiados han de hablar, ¡qué menos que acordarse de sus seres queridos! ¿Qué iban a hacer, si no? ¿Una performance? ¿Recitar un poema? ¿Un gag? ¿Un monólogo?
También podrían no hablar, por supuesto. Pero entonces, ¿para qué suben al escenario? O podrían hablar unos sí y otros no. Por ejemplo, que callen los guionistas, que ya están acostumbrados al maltrato… Otra idea sería entregar menos premios. Diez, por ejemplo. Y los demás, que sean enviados a los ganadores través de Correos. Aunque, dado que es la fiesta del cine, lo lógico es que suban todos galardonados al escenario, ¿no?
Luego está lo de los números musicales. Otro clásico. Que son malos, rijosos, pobres y descafeinados. Que, para eso, mejor las Mamma Ciccio. Pero, en serio, ¿pueden ser de otra manera? Si esos numeritos, hasta en los Óscar suelen dar vergüenza ajena…
Por caer palos, este año le han caído hasta a Dani Rovira: que si se lo tiene muy creído, que si ha pasado de ser simpático a ser graciosillo, que si el éxito le ha venido grande… Y a Resines, por supuesto, con sus folios arrugados y su discurso rancio, trasnochado y de otra época. Que hay mucha gente de este negocio, efectivamente, que no ha sabido hacer la transición de lo analógico a lo digital.
Y, por fin, llegamos al posicionamiento. Si Juan Diego Botto nombra a los titiriteros, malo. Si la gente de la cultura calla frente a las inconsistencias del sistema, malo. Si se critica el IVA, malo. Si se exigen nuevas políticas a los gobernantes, malo.
Y de esta forma, un año más, cumplimos con la inveterada tradición de, a los Goya, ¡caña!
Jesús Lens