Las huellas de Lorca

Cuando me preguntaron de Norma Editorial por un posible prologuista para la reedición revisada y aumentada del cómic ‘La huella de Loca’, de Carlos Hernández y El Torres, el primer nombre que se me vino a la cabeza fue el de Antonio Arias. Bueno, miento. No fue el primero. Fue el único. Porque si hay una huella lorquiana imprescindible e inmarchitable de alcance universal, es el mítico ‘Omega’ de Enrique Morente y Lagartija Nick. Con decirles que la semana pasada llevaba su camiseta en una presentación literaria en el Pirineo aragonés y un periodista comentó mi outfit en su crónica…

“Admito que nunca he reconocido a Federico García Lorca en el cine. ningún actor se me hace creíble, cosas de los mitos sagrados. Por el contrario, en esta novela gráfica aparece enseguida. Lo veo, lo creo. En esta ‘huella de Lorca’, los trazos que observas siguen moviéndose en tu interior, como en un sueño. He podido vivir esta lectura que rescata al poeta de su propia muerte y rinde homenaje a muchas memorias; la personal, la colectiva, la gráfica”. 

Discúlpenme que haya fusilado este largo párrafo de la brillante y vibrante introducción de Antonio Arias, pero me parece toda ella tan, tan, tan bonita y elocuente, dos páginas tan evocadoras y con un poema final tan desgarrador; que me apetecía compartir con ustedes ese cachito. 

Me ha encantado releer ‘La huella de Lorca’, que no es un biopic ni una biografía al uso. Es un repaso por momentos singulares de las vidas de algunas personas que se vieron influenciadas por su contacto con él. Carlos Hernández y El Torres acuden a personajes muy diversos, del botones de un hotel cubano a los imprescindibles Buñuel y Dalí de la Residencia de Estudiantes. Nella, la fiestera neoyorquina o Manolo, que tan importante papel desempeña. Y un protagonista muy especial con el que empieza y termina un tebeo excelente que, como siempre pasa con los buenos cómics, se enriquece y se expande con cada nueva lectura.

Me encanta la visión de Granada que aparece en ‘La huella de Lorca’, en absoluto ‘bonitiquista’. Las metáforas fluviales y la recuperación de edificios y plazas en espectaculares viñetas. Los paisajes de Víznar y la labor de La Barraca. Y ojo al material extra que trae una nueva edición, imprescindible, de un cómic que ya lo era, imprescindible, desde su aparición, allá por 2011. Fue la primera novela gráfica en acercarse a nuestro universal poeta y no ha perdido un ápice de fuerza o vigencia.  

Jesús Lens

Carlos Hernández, Orwell, Dalí y Lorca

Tengo enmarcada, en casa, la serigrafía de Carlos Hernández que colgó de las paredes de la Corrala de Santiago con motivo de una exposición benéfica en favor de las Comendadoras de Santiago, las últimas monjas del Realejo. Es todo un viaje en el tiempo que me parece una auténtica virguería, una pieza de maestro maravillosamente ejecutada.

Sirva esa introducción para la siguiente declaración de principios: quiero mucho a Carlos, un tipo noble y generoso, entregado y buena gente. Muy buena gente. Pero les prometo que todo lo que escribo aquí es objetivo (más o menos) y que he dejado al margen mi cariño personal por uno de los grandes artistas granadinos contemporáneos. 

Carlos Hernández acaba de publicar en Norma Editorial un cómic fascinante: ‘La lista de Orwell’, en el que ha trabajado con denuedo varios años. Lo sé bien porque, en tiempos de pandemia, hablamos mucho sobre el tema. En concreto, sobre el uso que se hace de ‘1984’ por los unos y los otros, tratando de arrimar el ascua a su sardina. 

Lo que más me ha gustado de ‘La lista de Orwell’ es que Carlos Hernández ha hecho un acercamiento muy original a una de las figuras más complejas y contradictorias del siglo XX. El MacGuffin usado por el autor para tirar del hilo orwelliano es la polémica lista de simpatizantes comunistas que, supuestamente, había confeccionado para entregarla a los servicios secretos británicos. 

Aquella información se publicó en 1996 y corrió como la pólvora. A (casi) nadie le gustan los delatores, acusicas y acusadores y el mazazo a la figura de Orwell fue demoledor. ¿Qué hay de verdad en todo ello y qué fue usado como ariete para tratar de derribar la mítica figura de quien se opuso a todo tipo de totalitarismos, con independencia de colores, siglas e ideologías? 

No seré yo quien se lo revele, claro. ¡Faltaría más! Si quiere usted saberlo, hágase con un ejemplar de ‘La lista de Orwell’ y descúbralo de la mano de un Carlos Hernández que tomó una decisión arriesgada a la hora de contar esta historia: incluirse él mismo en la narración. Ya saben lo harto que estoy de autoficción, pero en este caso, el recurso es de lo más pertinente y funciona a las mil maravillas. Tanto, que dan ganas de brindar con el autor en ese famoso bar, The Moon Under Water que, como todo el mundo sabe, se encuentra emboscado en el Realejo, aunque para encontrarlo haya que tirar de candela. 

Carlos Hernández ha escrito y dibujado la fascinante biografía de George Orwell igual que anteriormente hizo con las de Dalí y Lorca, también publicadas por Norma y que son igualmente fascinantes. Les recomiendo hacerse con ellos si no los tienen o releerlos si ya están en su biblioteca. Y, a continuación, tirar para la Corrala de Santiago. Otra vez. 

Porque el Salón del Cómic de Granada le dedica a Carlos una retrospectiva por sus treinta años de trabajo artístico. Allí hay tiras de Chucky y Orcemán y varias páginas de sus álbumes dedicados a Lorca y Dalí. Ojo a la de Enrique Morente, tan emocionante. Hay colaboraciones en El Batracio Amarillo y originales con el proceso de creación del álbum de Orwell.

Este mes de octubre le pertenece a ese artistazo que es Carlos Hernández por derecho propio. La exposición en la Corrala, que no pueden perderse, y la publicación de ‘La lista de Orwell’, que deben ustedes abalanzarse a leer; le acreditan como uno de los Grandes de Granada, que es tanto como decir uno de los Grandes del Tebeo en España. 

Jesús Lens

The Granadian (Una revista)

Termina una semana muy intensa (¿cuál no lo es?) en la que he disfrutado sobremanera con el tratamiento que IDEAL le ha dado al concierto de Bob Dylan, con el siempre sorprendente y original José Enrique Cabrero proponiéndole a ese genio que es el dibujante Gabriel Hernández Walta que dejara testimonio gráfico de la actuación a prueba de móviles del Premio Nobel de Literatura en la Alhambra. (Leer y ver AQUÍ)

Una semana sumergido en las 12 piezas de ‘Maleantes’, una barbaridad de libro publicado por Reservoir Books, del que escribiré el martes en El rincón oscuro. Pero déjenme que les adelante: se trata de 12 textos deslumbrantes, cincelados con mano maestra por el periodista Patrick Radden Keefe y publicados en la mítica revista revista norteamericana The New Yorker.

“The New Yorker es Dios”, le decía el otro día a alguien de forma desmesurada. Tener la oportunidad de leer 12 de sus ‘historias reales de estafadores, asesinos, rebeldes e impostores’ es un privilegio, un lujazo que nadie debería perderse. 

Además, antes de escribir estas líneas, me fui a la Gran Manzana con Sempé gracias al totémico volumen publicado por Norma Editorial que recopila sus portadas para la propia New Yorker. El artista habla de que, con esas portadas, se trata de “crear una atmósfera”, destacando “la elegancia de las obras, la sutileza, la sugerencia, la insinuación; nunca la afirmación”. También aproveché para leer otra revista de referencia, el National Geographic de este mes, dedicado a La Alhambra oculta, con fotos de Navia y textos de Emma Lira. ¡No la dejen pasar!

Y así es cómo me dio el volunto de escribir esta columna, fantaseando con una revista que se llamara The Granadian, El Granadino, a imagen y semejanza de la publicación norteamericana. Una revista en papel de alta calidad en la que el humor gráfico más atemporal se diera la mano con relatos, poesía y reportajes periodísticos variados, pero todos de larga digestión.   

Enrique Bonet, para un reportaje en IDEAL sobre los pasos de Penón

   

“En el New Yorker no se habla de ilustradores, sino de artistas. No dicen periodista, sino escritor”, recordaba Sempé. No les voy a insistir en el brutal talento artístico que atesoramos en Granada en lo referente al cómic y la ilustración.

Orceman de Carlos Hernández para una crónica de IDEAL de un viaje a Orce

Tan solo recordaremos que Sergio García, uno de los nuestros, ha dibujado varias portadas para la mismísima The New Yorker. Busquen en las redes sociales y/o en librerías los trabajos de Rubén Garrido sobre ‘Granada dibujada’ o los cuadernos de viaje y esbozos de Jesús Conde, Joaquín López Cruces, Enrique Bonet, Carlos Hernández o el propio Hernández Walta, por ejemplo. 

¿Y qué me dicen del nivel de periodistas, novelistas, poetas y dramaturgos? ¿Y del brutal caudal de talento de nuestra UGR? Artes, ciencias y letras para dar continuidad a revistas míticas como ‘Olvidos’ o ‘El Fingidor’. Lo sé, lo sé. Ya nadie compra revistas en papel, excepción hecha de algunos chalados. Pero es domingo, hace mucho calor y soñar no cuesta nada.

Jesús Lens

El corazón manda

Cuando caminas por Granada, nada más saludar a Yehudá ben Saúl ibn Tibón, la ciudad cambia. ¿Le ubican? Se encuentra en pleno centro, entre la popular calle de la Colcha y Pavaneras. Su egregia figura, enarbolando un pergamino, nos recuerda que estamos frente un médico judío, filósofo, poeta y traductor granadino. Es el fundador de la dinastía de los Tibónidas y patrón de los traductores.

También es el encargado de darnos la bienvenida a El Realejo, uno de nuestros barrios con más personalidad, imán de personas creativas, cultas y repletas de inquietudes artísticas. Cafés, bares y restaurantes molones, grafitis artísticos en las paredes y, por supuesto, algunos edificios remarcables.

Entre mis favoritos, la Casa de los Tiros y la Corrala de Santiago, ambos hermanados estos días gracias a una leyenda: ‘El corazón manda’. El lema de la familia Granada Venegas, representado por una espada que pincha un corazón, preside el emblemático edificio de la calle Pavaneras. Además, es el título de una exposición de ilustraciones que se puede disfrutar en la Corrala de Santiago hasta el 21 de mayo.

Se trata de una muestra colectiva en beneficio de la comunidad religiosa de las Comendadoras de Santiago en la que varios ilustradores y dibujantes vinculados a El Realejo plasman su relación con el barrio y con el convento del siglo XVI.

Promovida por el Colectivo K6?, en la muestra hay trabajos de luminarias del cómic granadino como Enrique Bonet, Chema García, Francis Porcel, Sergio García o Carlos Hernández. Son ilustraciones narrativas, que cuentan historias a través del esbozo de diferentes personajes. También hay estampas de Abel Ippolito, AHRDE, Mercedes deBellard, Paloma Almagro, Rosa Olea y Vanesa Zafra; todas ellas excelentes. En esta entrevista, Chema García habla de su pieza, tan encantadora, con los zagalillos persiguiendo magdalenas).

Pero lo mejor es que Christian Walter ha hecho serigrafías de las obras. Una tirada limitada que, firmada por los artistas, se vende a 15 euros la unidad. No es solo que el importe íntegro será para las Comendadoras de Santiago, que están pasando estrecheces, sino que esas láminas terminarán siendo codiciada pieza de coleccionista. Y si no, al tiempo.

Los dibujantes de Granada conforman un colectivo solidario, comprometido y entregado. Mientras que en otros gremios todo son exigencias, quejas, súplicas y peticiones; ellos predican con el ejemplo y no dejan de participar altruistamente en iniciativas tan bonitas como esta. Dan a los demás lo mejor de sí mismos: su tiempo, esfuerzo y talento. Lo hicieron en Covidarte el pasado año y repiten con ‘El corazón manda’. ¡Gracias! (Más información y pedidos, AQUÍ).

Jesús Lens

Lorca en viñetas

El jueves, al salir de ver la exposición ‘Suites. El viaje de la percepción’ del Centro Lorca, (leer AQUÍ las impresiones) me fui de librerías. Llevaba un par de meses sin pasear entre anaqueles, con tiempo y delectación. Encontré una nueva edición de ‘Lorca. Un poeta en Nueva York’, de Carles Esquembre, que incluye cinco poemas ilustrados por el artista especialmente para la ocasión.

Nada más llegar a casa, le metí mano a ese cómic tan especial, entre lo narrativo y lo onírico, centrado en la larga estancia neoyorquina del poeta. Las secuencias transcurren entre los bares clandestinos y clubes de jazz, visitas a Coney Island y a los espectáculos de freaks, los recuerdos mezclados de ensueños protagonizados por Buñuel y Dalí, las echadoras de cartas para adivinar la buena (o la mala) fortuna, el crack del 29 y los suicidas cayendo de lo alto de los rascacielos…

Me fascina la luz con la que Esquembre dibuja a Federico García Lorca, iluminando a todos quienes le acompañan en las viñetas. Me maravilla asomarme al cuarto en que residía en la Universidad de Columbia, con el póster de una película de Harold Lloyd en la pared. Un cómic fascinante, rico y abigarrado que nos recuerda la intención de Lorca de publicar ‘Poeta en Nueva York’ en una edición que combinara sus poemas con dibujos, fotografías, fotomontajes e ilustraciones cinematográficas. ¡Un auténtico libro de artista!

Y cómo duele esa nota final dejada a su editor en Madrid, en julio del 36: “Querido Pepe: he estado a verte y creo que volveré mañana. Abrazos de Federico”…

Al terminar el tebeo, sin solución de continuidad, releo otro cómic: ’La huella de Lorca’, de Carlos Hernández, nuestro compañero de IDEAL, padre de Orceman; y El Torres.

Como señala el propio autor, autorretratado en una de las últimas viñetas, no se trata de una biografía al uso. “La obra trata sobre las personas que conocieron a Federico… hacerlo vivir a través de las impresiones de quienes tuvieron la suerte de estar junto a él. Momentos buenos y malos”.

Y es que, efectivamente, Lorca vive. Y palpita. Y duele.

Jesús Lens