La gran metáfora sobre la Granada contemporánea la ha escrito Javier Barrera en el titular de la portada del IDEAL de ayer: “Granada tiene diez carriles bici que no se conectan y están llenos de obstáculos”. Con las fotos de Ramón L. Pérez. Esenciales. Y de ello hablo hoy en IDEAL.
Difícil decir más con menos palabras. Y es que las vías para bicicletas, desde hace años, constituyen una de las grandes entelequias que definen a la Granada del siglo XXI. Todo comenzó con la polémica del carril bici construido por el PSOE en el Zaidín y con cuya pública y alborozada decapitación, tomó el bastón del mando del ayuntamiento José Torres, Pepe Manospiquetas.
Toda una declaración de intenciones, comenzar un mandato municipal destruyendo un carril bici. Que, por supuesto, era incompleto. E inconexo. Pero que era.
Más de diez años después, Granada sigue siendo un caos de trazados urbanos de color granate que no llevan a ningún sitio ni sirven para nada, excepto para complicar la vida a los ciclistas, a los conductores y, sobre todo, a los peatones y a los paseantes.
Querido Javi, confieso que me he reído a mandíbula batiente con tu reportaje. Lo mejor de seguir tu paseo por los carriles bici de Granada ha sido el punto en que vas por el del Camino de Ronda y te topas con un contenedor de basura gigante, justo en mitad.
“La ciudad descarrilada” era el otro gran titular de un reportaje que, tras narrar las surrealistas peripecias de un Barrera convertido en trasunto del inefable Monsieur Hulot, presta oídos a los responsables municipales de gestionar semejante desaguisado.
La pepera Telesfora Ruiz, en un alarde dialéctico digno de su invento de la LAC, dice “apostar por una de las dos tendencias que existen ahora mismo”. La primera es la de la implantación de una red de carriles bici “si caben, que no es nuestro caso”. La segunda, “la más pujante hoy en día en Europa, es la de compatibilizar el uso, ya que el tráfico de vehículos está calmado y es posible”. Lo dice porque, según ella, la peatonalización de buena parte del centro y la limitación de la velocidad a 30 km/hora, hace que la convivencia entre vehículos y bicis sea posible.
Será por eso que decenas de ciclistas circulen impunemente por las aceras y que meterte con una bici en una rotonda sea tan seguro como jugar a la ruleta rusa.
Jesús Lens