Morir es relativo

¿Cabe el humor en la novela negra?

El cinismo, sí. Y las réplicas ingeniosas, por supuesto que también. Pero ¿y el humor? ¿Es compatible una novela negra y criminal con el humor puro y duro? Eduardo Cruz Acillona y Miguel Baquero están convencidos de que sí. Tanto que, para demostrarlo, han escrito “Morir es relativo” a cuatro manos, encontrando en Cazador de Ratas a la editorial que también ha creído en la idea. En que sí. En que humor y género negro son un maridaje no solo posible sino de lo más sabroso y estimulante.

Morir es relativo portada

Julio Ballesta es nombrado comisario jefe de Miranda del Campo, improbable localidad castellana de un tamaño medio, ni grande ni pequeña, sino todo lo contrario.

Y ahí lo tenemos, entrando en comisaría, dispuesto a comerse el mundo y a poner patas arriba… cualquier cosa. La que sea. Porque Julio Ballesta es como un ciclón. Y así lo percibe, desde el primer momento, el bueno de Casimiro, policía de larga experiencia en Miranda, un tipo cabal con los pies en el suelo y la cabeza fría.

No tarda Ballesta en encontrar una caja azul, con la leyenda A S R J impresa sobre una pegatina. Una caja que, en su interior, alberga un tesoro, al menos, para alguien corajudo y con ganas de prosperar y hacer carrera en la policía: “Asesinatos Sin Resolver Jodidos”.

¡Aserejé!

Y, entonces, comienza el baile.

Diseño del cartel: Colin Bertholet Frase: Montero Glez
Diseño del cartel: Colin Bertholet
Frase: Montero Glez

Porque Ballesta no tarda en meterle mano a todos y cada uno de esos casos sin resolver, iniciando investigaciones imposibles con tendencia a terminar… en el caos. En la destrucción total. En el apocalipsis.

Lo decíamos durante la presentación que Eduardo y yo compartimos en la librería 1616 Books de Salobreña: si José Luis Cuerda lee este libro, ya tiene el guion para su siguiente película, una versión descacharrantemente noir de “Amanece que no es poco”. Tenemos un universo mítico, unos personajes más grandes que la vida y los casos, situaciones y diálogos más delirantes que imaginarse pueda.

Morir es relativo Eduardo Cruz

“Morir es relativo” respira quijotismo a la vez que agathachristismo. Un libro emparentado con aquella maravillosa serie británica, “Sí Ministro”, en la que el ministro se inventaba ideas de lo más disparatado para hacer historia y el funcionario de carrera del ministerio, tras responderle el célebre “Sí Ministro” mientras ponía cara de estar tragándose un sapo gordo y viscoso, se las ingeniaba para desmontarle el tinglado en poco más de quince minutos.

Juegos de palabras, ingenio, surrealismo, quijotismo, buen humor y un cierto toque de crueldad son las mimbres con las que está tejida una novela que confirma a Eduardo Cruz como uno de los mejores humoristas de este país, como acredita su participación semanal en la Tuiteratura que hacemos en el programa radiofónico El Público, de Canal Sur. Y como muestra, mejor que un botón, un Blog. Su Blog: Más claro agua.

Si al humor, en este caso, le sumamos la clave negra y criminal… ¡mejor que mejor!

Jesús Lens

Twitter Lens

Una última cuestión

No soy una persona especialmente afectuosa con mis vecinos. Tampoco es que sea desagradable: digo Buenos días y Buenas tardes en el ascensor y, cuando a la vecina se le escapaba el gato enfermo, la dejaba pasar a la terraza para recogerlo.

 Carmen Moreno

Una vez, incluso, ayudé a la pareja de otra vecina a pasar desde mi balcón al suyo: se habían olvidado las llaves y la única forma de acceder a su casa era a través de la terraza. Solo que, para llegar a ella, tenía que suspenderse en el vacío. ¡Y vivimos en una cuarta planta!

Reconozco que pícara la gracia que me hizo aquello. De hecho, en un acto de sensatez (¿o de cobardía bastante lamentable?) le dije al muchacho que prefería no sujetarle mientras volteaba el balcón y se sostenía en el alféizar:

  • Yo es que tengo vértigo. Y no me fío de la solidez de la barandilla. Casi mejor que sea tu chica la que te sostenga y si pasa algo, cosa vuestra es.
  • ¿De ella? ¿Qué me fíe de ella? Antes llamamos al cerrajero y que nos cobre lo que nos tenga que cobrar…

¡Joder con la vecina! ¡Y yo que la tenía por una chica prudente y cabal!

No.

No soy de las personas que dan la bienvenida a un nuevo vecino con una tarta de arándanos, precisamente. Pero si lo fuera, tras leer “Una última cuestión”, la novela que Carmen Moreno acaba de publicar en la neonata pero muy activa editorial Cazador de Ratas; ¡rompería inmediatamente mi relación con ellos!

 Una última cuestión

Porque no hay nada tan asfixiante como una comunidad de vecinos en los que todos lo saben todo sobre los demás. O creen saberlo. Porque se pasan la vida cotilleando, fisgando, olisqueando, imaginando y suponiendo.

Y esa es la atmósfera que Carmen ha conseguido retratar, a las mil maravillas, en una novela sorprendente, transgenérica, en la que el célebre misterio del cuarto cerrado se trufa con un humor costumbrista de raigambre netamente española. Ese humor negro que nos ha dado joyas surrealistas como la célebre “13, Rue del Percebe” o “La Comunidad” de Álex de la Iglesia, por ejemplo.

Cuando la joven y hermosa Sandra Olivé aparece muerta en el patio interior de un edificio de vecinos acomodados de Madrid, las bases sobre las que se cimienta la convivencia de la comunidad se ven sacudidas por la investigación policíaca que trata de determinar si la fuerte fue accidental, voluntaria o criminal.

 CAZADOR DE RATAS

Y nadie mejor que Verónica Lago, una de las vecinas del inmueble, muy aficionada a la literatura negra; para acompañar al detective encargado de la investigación en sus pesquisas e interrogatorios al resto de los vecinos.

Vecinos muy singulares, por otra parte. Alguno es hosco y ciertamente asocial (ejem). Otro, un conocido futbolista. Hay algún artista y alguna dama de postín. Y la portera, claro. Que un edificio como ése necesita portera.

A través de la investigación policial y vecinal, Carmen Moreno irá sacando punta a las contradicciones de esta sociedad nuestra en la que la apariencia y el qué dirán siguen teniendo tanta importancia como antes, aunque ahora nos creamos más modernos y vanguardistas. Una sociedad en la que la envidia y la maldad pueden convivir con la amistad y la solidaridad, puerta con puerta. Pero sin tocarse. Y sin saberlo.

 Una última cuestión Moreno

“Una última cuestión” es una de esas novelas que da gusto leer en la cama, o en el sofá, arrebujado entre las mantas, al permitirte que te asomes a vidas ajenas que, sin embargo, podrían ser las de tu vecino de al lado. Una deliciosa lectura que se convierte en un inocuo ejercicio de voyeurismo literario que excita y da gusto al mirón que todos llevamos dentro.

Eso sí, cuando finalices su lectura, mirarás a tus vecinos con otros ojos.

¡Advertido quedas!

Jesús Lens

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¿Quién mató a la cantante de jazz?

Hay libros que ya desde el título reclaman tu atención, te llaman, te seducen y te enamoran. “¿Quién mató a la cantante de jazz”?, de Tatiana Goransky, es uno de ellos.

 Quien mato a la cantante de jazz

Hay que dar la enhorabuena a Carmen Moreno y su editorial neonata, Cazador de Ratas, por poner a disposición del lector español una narración que es un delicioso y encantador juego literario que, a la vez, sirve como emocionante homenaje al jazz contemporáneo.

Pero antes de entrar en la narración, dos apuntes más que contribuyen al encandilamiento por parte del lector. El primero, la portada. Una composición basada en una maravillosa fotografía de Laura Muñoz y que muestra un rincón cualquier de una Buenos Aires universal. Y, de inmediato, el prólogo de Fernando Marías. Uno de esos prólogos que son una narración en sí mismos. Un cuento. Una pequeña joya que te anima a dar el salto y tratar de averiguar quién mató a la cantante de jazz… lamentando profundamente no haberla visto y escuchado, sobre el escenario, antes de su muerte.

Pero la vida es así: te descuidas, y se te escapa entre los dedos.

Y, si no, que le pregunten a ella. A la cantante cuyo cuerpo apareció desparramado afuera del salón Champagne, en plena avenida de los Incas. Ella. Arrebatadoramente hermosa. Voz sensual y más sensual presencia. Ella. Mujer de rompe y rasga. Difícil y complicada. Porque es artista de los pies a la cabeza.

Ella.

¿Quién querría matarla?

 Quien mato a la cantante de jazz ratas

Los buenos lectores de novela negra, y más cuando es tan juguetona como ésta de Tatiana Goransky, saben que, para descubrir al asesino, la pregunta a la que hay que encontrar respuesta es el porqué. ¿Por qué querría alguien matar a cantante de jazz?

El amor y el desamor podrían ser causas probables. Y los celos. Y la decepción. Y la envidia. Y muchos de los personajes que iremos conociendo albergan esos sentimientos en su interior. Porque, como también descubriremos a lo largo de la lectura, no es fácil llegar a ser La Cantante de Jazz… sin dejar cadáveres (metafóricos… y no tan metafóricos) tras de ti.

La novela de Tatiana, que además de escritora es, a su vez, cantante de jazz, es un cariñoso homenaje a aquel juego, el Cluedo, que tan buenos ratos nos hizo pasar cuando la diversión era analógica, y no digital. Un homenaje a los enigmas de las películas de Hitchcock y a la novela enigma más divertida y desenfadada.

 Quien mato a la cantante de jazz Goranski

Y, por supuesto, “¿Quién mató a la cantante de jazz?” es un rendido y emocionante homenaje al jazz del otro lado del océano. Al jazz de Estados unidos, por supuesto. Pero, sobre todo, al que se hace en Argentina. Un repaso a nombres claves del género y a algunos de los mejores clubes y garitos  de jazz de Baires. ¡Lástima no haber tenido a mano este libro, hace tres o cuatros años, cuando pasé por la capital argentina!

Gracias, Tatiana, por un libro que gustará a los amantes del Noir y a los amantes del jazz. Un libro, además, que se lee en un suspiro. En lo que tarda en sonar un buen disco de Billie Holiday, sin ir más lejos.

Jesús Lens

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